ELIHAU TOKER
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Se nos ha ido un poeta singular. Querido con fuerza por los millares que lo han conocido, leído y escuchado. Fue un hombre múltiple, que irradiaba oleadas de afecto personal y literario. Su ausencia deja un hueco que ya nadie podrá llenar. Fue un creador inspirado, que navegó con solvencia por los ríos de dos lenguas: castellano e idish. Su legado conforma un tesoro que suscita respeto y admiración.
Elihau Toker nació y habitó gran parte de su vida en el barrio porteño de Once, al que había también pertenecido Leopoldo Marechal. Allí bebió dos culturas dominantes: la que había llegado de Europa oriental y la producida por el aire nacional arrabalero. Su lengua familiar fue el idish y su lengua callejera, el español argentinizado. El mismo reconoce que, “pese a haber nacido en Buenos Aires, el idish fue mi primera lengua familiar, la lengua materna que impregnó mis recónditas vivencias infantiles, quedando a la vez impregnado por ellas. En mi adolescencia, cuando ya estaba totalmente instalado en la lengua española, el descubrimiento de la moderna poesía idish fue uno de mis primeros lazos con la poesía, y traducirla al castellano constituyó uno de los primeros desafíos que me propuso la tarea literaria”.
Nuevamente recrudecen los ataques sobre la realidad del calentamiento global, y el cambio climático. Van acompañados del mensaje de que no hay responsabilidad del ser humano. Muy tranquilizador si no fuera porque no es cierto. La evidencia científica disponible va abrumadoramente en dirección opuesta. La situación se agrava, y si se cede a estos mensajes, se llegará al temido punto de no retorno posible anticipado por el panel de 2400 científicos de un centenar de países de la ONU, que ganó el Premio Nobel de la Paz.