CONMOVEDOR RELATO DE UNA SOBREVIVIENTE DEL GUETO DE VARSOVIA
El público que ayer colmó el Teatro Astral se sumió en la consternación al oír las palabras que brotaban de Rosa Rotenberg. "Yo nací en el Gueto de Varsovia, en junio de 1941", dijo la mujer sólo para empezar su historia de supervivencia, como sostuvo, "milagrosa".
De hecho, hasta el momento Rosa aparece como la única sobreviviente en la Argentina del gueto cuya resistencia fue aplacada por las tropas nazis a sangre y fuego. Tenía seis meses Rosa cuando sus padres lograron sacarla de allí dentro de una bolsa que trasladó un trabajador que podía moverse más allá de esas fronteras levantadas contra los judíos de un barrio de la capital polaca. "Los niños éramos para ellos la semilla del pueblo judío" y por ello había que eliminarlos pero ella logró sobrevivir gracias a una cadena humana, que la "depositó" en un orfanato.
"Me salvé de que me arrancaran de los brazos maternos, de que me tiraran por una ventana, de que me estrellaran contra una pared", dijo al referirse a las prácticas tan habituales de los hombres de Adolf Hitler. "Fui cuidada con amor, pero no me salvé del dolor de mis penurias y no conocí el arrullo materno".
Rosa vivió a cuidado de las monjas de un convento hasta que al terminar la guerra, y ya con cinco años, un hombre se presentó a buscarla diciéndole que él era su padre. "Era mi papá", sostuvo sin que se le quebrara la voz quien recién a sus cinco años comenzó a recobrar su identidad y hasta saber que era judía. Ambos se trasladaron a la Argentina, y el padre de Rosa le dio con su segunda esposa tres hermanas.
Es poco lo que pudo reconstruir de sus primeros años de vida esta mujer, hoy investigadora y docente de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires.
Su padre fue un activo militante de la resistencia en el gueto de Varsovia, que decidió levantarse contra las hambrunas, los malos tratos y el aislamiento al que eran sometidos los judíos por el régimen nazi y la complicidad polaca de entonces. "Mi madre murió después de ser trasladada justo en el último transporte del gueto hacia Auschwitz", el mayor campo de exterminio.
Coincidencias de la vida. En 1987, Rosa obtuvo una beca para asistir a un congreso médico en Quebec, Canadá. Allí, entre intervalo e intervalo se puso a conversar "como si nada" con Jalina Sobis, con quien descubrió que habían estado escondidas juntas en el orfanato.
También judía, Jalina tenía entonces 13 años. Y como era mayor, debía cuidar de los más pequeños. "Descubrimos que ella me tuvo varias veces en sus brazos cuando yo lloraba".
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