MUSSOLINI Y LOS JUDÍOS
Mientras escribía mi nota anterior sobre Franco y los judíos, me vino a la memoria un viejo folleto que tenía mi padre en su biblioteca y que—si mal no recuerdo—se titulaba “La última voltereta del señor Mussolini”.
Supongo que lo debo haber leído – tampoco lo recuerdo, ya hace de esto más de setenta años—pero tengo presente la fotografía de la portada: Mussolini visitando una exposición sionista en Italia.
Y, sí, aunque parezca mentira, Mussolini llegó a decir:--“ Yo soy sionista; y se lo dije al Dr. Jaim Weizmann (que fue tres lustros más tarde el primer presidente del Estado de Israel). Los judíos deben tener una verdadera patria, no el ridículo Hogar Nacional que les prometen los británicos”.
Antes de eso le había asegurado a Emil Ludwig (“Coloquios con Mussolini” de 1932): “El antisemitismo no existe en Italia”. Pero su acercamiento a Hitler le hizo cambiar de rumbo. En 1938 comenzaron las medidas antijudías en la Península y hay que reconocer que muchos dirigentes fascistas se opusieron a ellas, y ni qué decir del pueblo italiano, que protegió y salvó a muchos miles de los perseguidos por el régimen.
Para ese año (1938) había algo más de cincuenta mil judíos en Italia y muchos ocupaban puestos elevados en la Universidad, en el Gobierno y en el Ejército. Había generales judíos, ministros, investigadores. Hace `poco la Premio Nobel Rita Levi Montalcini, que acaba de cumplir ciento un años, confesó que—cuando empezó la persecución a los judíos—ella hizo de su dormitorio un laboratorio y siguió, como pudo, con sus experimentos científicos.
Aunque la legislación antisemita era copiada de la alemana, en Italia no se llegó a los excesos en que incurrió el nazismo: no hubo en territorio italiano pogromes organizados ni campos de concentración. Mucha gente del pueblo, funcionarios, sacerdotes católicos, incluso capellanes de las más fanáticas organizaciones fascistas, salvaron a judíos.
Tengo una anécdota personal: allá por 1955 conocí a un vendedor de figuras de yeso, un tal Pietro (lamento no recordar su apellido), que vino a nuestro país después de la guerra. Era un tipo bonachón y contaba con humor cómo muchos soldados italianos de las fuerzas mussolinianas que invadieron Francia, salvaron a soldados y civiles franceses de los fascistas galos, también a judíos, por supuesto. Estoy viendo su rostro, que reía cuando relataba lo siguiente:
--Ostede se imaquinan que los fachistas italianos salvábamos a los francheses democráticos de los francheses fachistas . ¿Qué me dichen?
Por esos años se decía que la hija mayor del Duce, Edda, esposa del Conde Galeazzo Ciano, ministro de Relaciones Exteriores, fusilado posteriormente por la gente de Benito, no era hija de doña Rachelle sino de una amante judía de Mussolini. Se non e’ vero…
Lo cierto es que las cifras del Holocausto no mienten. Mientras en Alemania, Polonia, Austria, Checoslovaquia, Holanda, Grecia, se asesinó a casi la totalidad de la población judía, y en otros países, como Hungría, Francia, Rusia, aproximadamente a la mitad, en Italia se salvó un noventa por ciento.
Esto muestra claramente los sentimientos del pueblo italiano, lo que debe ser recordado siempre.
Pablo Schvartzman
Concepción del Uruguay, 29 de mayo de 2010.
(Próxima nota: Stalin y los judíos)
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