New York - El 2 de mayo de 1860 nacía en Pest, Hungría, Theodor Herzl, fundador del moderno sionismo. Hijo de un banquero quebrado en la crisis financiera de 1873, se crió y educó en un ambiente liberal y laico. En 1878 se trasladó con su familia a Viena, ciudad en la que estudió derecho y obtuvo un doctorado. Se dedicó al ejercicio de la abogacía, del teatro y del periodismo. Fue su pasión por la política lo que decidió su vocación como hombre de prensa.
Herzl fue tributario de la vasta cultura del idioma alemán, al igual que una pléyade de artistas e intelectuales educados en el imperio austrohúngaro; Sigmund Freud, Joseph Roth, Alfred Adler, Hans Kelsen, Ludwig von Mises, Karl Popper, Ludwig Wittgenstein, Robert Barany, Fritz Grünbaum, Max Reinhardt, Hermann Broch, Stefan Zweig, Arthur Schnitzler, Gustav Mahler y Arnold Schoenberg, entre muchos otros.
Su casamiento, en 1889, con Julie Naschauer, hija de un magnate del petróleo, le permitió vivir consagrado al ocio y a las letras. En 1891 viajó a París como corresponsal del periódico “Neue Freie Presse”, una publicación influyente, representante del liberalismo austríaco. Francia, país al que consideraba un oasis de tolerancia, le recordó la cruda violencia del antisemitismo que había padecido en su infancia. En enero de 1895 vio como el capitán Alfred Dreyfus era públicamente degradado. Para la misma época, el gran novelista André Gide, temeroso de un presunto dominio hebreo de la cultura francesa, se preguntaba por qué los judíos tenían que escribir en francés.
Paul Johnson en su libro “La historia de los judíos” escribe que Herzl es uno de los personajes más complejos de la historia judía. “Como Disraeli, su ostentoso estilo teatral ocultaba honduras trágicas.”
Hertzl, que vivió anhelando la asimilación, finalizó, condicionado por un entorno antisemita asfixiante, escribiendo “Der Judenstaat” (El Estado Judío), obra de apenas ochenta y seis páginas cuyos primeros extractos fueron publicados en el “Jewish Chronicle” de Londres, el 17 de enero de 1896. (Rara coincidencia, es la misma fecha, 17 de enero, en la cual Raoul Wallenberg, el mayor salvador de judíos de la historia, fue detenido y desaparecido en Hungría por el ejército soviético, en 1945.).
“Somos un pueblo, repito, un pueblo. Por doquier hemos tratado honestamente de integrarnos en las comunidades nacionales que nos rodean y conservar sólo nuestra fe. No se nos permite esa actitud. … En vano nos esforzamos por aumentar la gloria de nuestras patrias mediante realizaciones en el arte y la ciencia, y su riqueza con nuestras contribuciones al comercio. … Se nos denuncia como extranjeros … Si al menos pudieran dejarnos en paz. … Pero no creo que lo hagan.”
Der Judenstaat es la obra liminar del sionismo moderno, el pueblo judío debía tener su propia casa. A pesar del entusiasmo y de las asambleas -el Primer Congreso Sionista se celebró en el Casino Municipal de Basilea el 29 de agosto de 1897- la respuesta de los “grandes” siempre fue el rechazo. Edmund de Rothschild le advirtió que sus fantasías irrealizables ponían en peligro los progresos conquistados; el barón Maurice de Hirsch lo calificó de teórico ignorante.
A los 44 años la muerte lo sorprendió en Austria, víctima de un paro cardíaco. Poco antes, en 1902, había publicado “Altneuland” (La Vieja Nueva Tierra), obra que presenta al futuro Estado judío como una utopía de nación moderna, democrática y próspera.
Quizás el mayor monumento funerario que exista hoy en Israel sea el dedicado a Herzl, emplazado en el monte epónimo. Un símbolo a la altura de un hombre cuyas únicas armas de combate fueron las ideas, la pasión y la esperanza.
Baruj Tenembaum
Fundación Raoul Wallenberg
Nueva York