A lo largo de la historia Alá ha impuesto sobre los judíos todo tipo de castigos por ser gente maligna y corrupta. Su último castigo fue Hitler, que fue una bendición divina”. “Es necesario atentar contra mujeres israelíes embarazadas porque son el enemigo”. “Los que practican el liwaat (sodomía) o el sihaaq (lesbianismo) sólo pueden tener el mismo castigo que el fornicador: la muerte”. “El máximo anhelo de un palestino debe ser convertirse en una bomba humana”. “El castigo físico a la mujer puede ser necesario. A muchas les gustan las palizas”. Y por el camino de estas lindezas, algunas convertidas en fetuas desde la presidencia del Consejo para la Fetua y la Investigación, el jeque egipcio Yusuf al Qaradawi ha lanzado todo tipo de proclamas: desde prohibir los dibujos de Pokemon porque son “judíos y masónicos y enseñan la evolución de Darwin”, hasta convertir los textos antisemitas más terribles –como los Protocolos de los sabios de Sión– en libros de lectura obligatoria. También ha tenido tiempo de defender a Hasan al Banna, el ideólogo de los Hermanos Musulmanes, de donde cuelgan todos los grupos vinculados a Al Qaeda, además de instigar al boicot a los productos norteamericanos. Tiene vetada la entrada en Estados Unidos y en el Reino Unido y goza de un destacado lugar en la lista de los jeques de la muerte que elaboraron más de dos mil intelectuales musulmanes. Este señor tan simpático es la fuente de inspiración de la Qatar Foundation, que incluso lo homenajea con un premio anual que lleva su nombre.
Cuando los jugadores del Barça lleven la camiseta de esa fundación enviarán al mundo unos cuantos mensajes, pero ninguno será de paz y armonía. ¿Sabía todo esto el señor Rosell cuando tuvo la osadía de decir que la Qatar Foundation era lo mismo que UNICEF? ¿Lo sabían el resto de directivos del Barça? Si no lo sabían, han sido irresponsables. Si lo sabían, entonces se han vendido al diablo. Si sumamos a ello el propio país, Qatar, donde las mujeres no pueden votar, los homosexuales son condenados a muerte, los trabajadores extranjeros apenas tienen derechos y cuyo presidente dio un golpe de Estado, tenemos el cuadro definitivo de lo que acaba de hacer la directiva con el Fútbol Club Barcelona. Han pasado de vincular el nombre del club a la defensa de la infancia, a ser la voz pública de una dictadura y de una fundación que idolatra a un fundamentalista islámico. A partir de aquí, cualquier cosa es posible, porque entre esto y llevar la camiseta de un narcotraficante no hay demasiada diferencia. ¿Esto es hacer Barça? ¿Así se defienden los valores universales del club? Y ¿por qué no han llevado esta decisión a la asamblea, ellos que son tan asamblearios? Demasiadas preguntas para una junta que sólo lleva tres meses pero vuela más que corre en según qué gruesas decisiones. Quizás es el cambio prometido, que por la pela todo vale.
Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona
14/12/2010
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