TEL AVIV - El día comenzó más temprano de lo habitual, cuando poco antes de las seis de la mañana la mayor parte de los televisores y radios formaban un coro que intentaba aplacar la ansiedad de los israelíes.
Sucede que eran millones los que aguardaban la noticia que tardó 1.941 días en llegar:
Guilad Shalit libre.
Pero para ese momento, en el que la organización fundamentalista Hamas había informado que Guilad sería liberado, los israelíes solo podían contemplar imágenes de micros saliendo pocas horas antes, en la madrugada, desde cárceles israelíes con decenas de palestinos a bordos, muchos de ellos implicados en sangrientos atentados terroristas. Se trataba de la primera parte de los 1.024 presos que Israel se había comprometido a entregar como precio por la libertad de Guilad, cuyas imágenes, posiblemente, reavivaron en muchos los sentimientos encontrados entre la esperada liberación de Guilad y la sensación de auspiciar la impunidad de terroristas y homicidas.
Pero todo quedó en el pasado cuando, intempestivamente, los canales levantaron imágenes de la televisión egipcia, donde se podía ver como Guilad, vestido con camisa celeste y una gorra negra, era bajado de un auto en el paso fronterizo de Rafah, en Egipto, y trasladado por funcionarios de ese país hacia el interior de una oficina pública.
Poco parecía importar lo muy delgado que se veía. Poco también su rostro sombrío. Los empujones que recibía por parte de quienes lo trasladaban. O el hecho de que, entre los que lo rodeaban, se encontraba Ahmed Jabari, jefe del brazo armado de Hamas. Muy poco, de hecho, porque ya no era la especulación, era la realidad, Guilad estaba vivo y a punto de volver a casa. Fue por esas horas cuando los teléfonos y celulares empezaron a sonar con más frecuencia de la habitual entre los israelíes, y en la que la ansiedad no desapareció, pero sí trocó en una más cálida y tierna. Porque los israelíes pudieron ver más cerca a Guilad, cuando se retransmitió una entrevista que una periodista egipcia le realizaba en inglés para la televisión de ese país.
Una entrevista inesperada por todos, repudiada en su conjunto, que según el gobierno israelí no había sido autorizada, y que se conformaba en el último maltrato que Guilad recibía antes de su regreso a casa. Su camisa era ahora cuadrille, blanca azul y marrón, portaba unas gafas rectangulares, y exhibía en su afinado rostro la tez más pálida. La nerviosa sonrisa que de a ratos se le aparecía, era cuando debía responden a la gran cantidad de preguntas que recibía, insólitas y no por su contenido, sino por el sólo de hecho de serlas, ante alguien que acababa de finalizar más de cinco años en cautiverio.
Con todo, pese a su aturdimiento y confusión, llegó a expresar que durante muchos años no pensó en llegar a ese presente que vivía, que recibió la noticia de su liberación hace una semana, aunque la intuía desde hace un mes, y al ser consultado sobre un tema de enorme complejidad, los presos palestinos detenidos en Israel, tuvo la lucidez de señalar que "Sería feliz si son liberados, pero con la condición de que terminen de pelear contra Israel".
El día, lógicamente, era muy distinto a los demás, pero la mañana ya había comenzado para muchos israelíes, que retomaban sus rutinas habituales, seguros de la esperanza trocada en realidad, y a la espera de los nuevos pasos de Guilad en su camino a libertad. Jorge Iacobsohn, un estudiante residente en Tel Aviv, comentaba a Plural JAI que “estoy muy contento con el retorno Guilad, ya que para mí, como para gran parte de la sociedad israelí, es más importante la vida de un compatriota que la de 1.000 delincuentes y asesinos. Muchos se preguntan si es justo liberar a estos presos, pero la clave de la respuesta es que de esos presos depende la existencia o no de una vida, la de Shalit”.
Mientras, Guilad volvía poco a poco ser Guilad. Inmediatamente después de finalizar la entrevista, su pesadilla comenzaba a desvanecerse, cuando era traslado a Israel, más precisamente a Kerem Shalom, en el sur, donde oficiales israelíes lo aguardaban ansiosamente para darle una reconfortante bienvenida, en la que le posibilitarían la primer comunicación telefónica con sus padres, le realizarían el primer chequeo médico, que para tranquilidad de todos, según el vocero del Ejército israelí, Yoav Mordechai, había dado como resultado que su condición era buena y estable, le posibilitarían una cálida ducha, y le entregarían un uniforme militar que contenía todas las insignias otorgadas en su ausencia, haciéndolo de esta forma regresar poco a poco a su identidad. Así, luego de volver a vestir por primera vez años su orgulloso uniforme, Guilad bajó una pequeña escalera con un paso confundido en las pisadas, pero firme en el regreso a su vida.
Y es que este Guilad, era mucho más parecido al que todos los israelíes tenían en mente, en aquellos interminables días en que las fotografías del soldado sonriendo eran mostradas en diarios y televisión durante su secuestro.
Sería la base militar de Tel Nof, en Rehovot, a la que fue trasladado en helicóptero, el punto donde su día más largo comenzaría a culminaría.
Allí Benjamín Netanyahu sería el primero en saludarlo, con un “Hola, Guilad, bienvenido de nuevo a Israel, es muy bueno tenerte en casa", tras lo cual recibiría nuevas palabras de bienvenida por parte del ministro de Defensa Ehud Barak y el Comandante de las Fuerzas Armadas Benny Gantz.
Acto seguido, se fundiría en un interminable abrazo con Noam, su padre, cuya duración pareció incluir a la totalidad de los israelíes, que a la distancia también extendían sus brazos.
Su casa de Mitzpe Hila, en el Galil, fue el último destino que lo aguardó.
Un destino que, 1.941 días después, volvió, por fin, a sonreírle a Guilad y a todo el pueblo de Israel.