Diversa, vital y en permanente discusión, la comunidad judía de la Argentina está hoy atravesada por fuertes divisiones: el avance de los sectores ortodoxos en las instituciones más representativas y su estrecho vínculo con el Gobierno abrieron diferencias religiosas y políticas que se ahondan en plena puja por la conducción de la AMIA.
El relato tiene cientos, tal vez miles de años, y lo han escuchado innumerables parejas judías en el momento más feliz de sus vidas. "La relación que deben tener entre ustedes se asemeja a la que los seres humanos tienen con el fuego. No conviene estar demasiado cerca, porque eso implicaría quemarse, pero tampoco demasiado lejos, porque la lejanía lleva a morirse de frío", repiten rabinos alrededor del planeta durante las prédicas en la Jatuná, el casamiento tradicional según la ley religiosa judía.
El cuidado que recomiendan los sabios para con las siempre difíciles relaciones conyugales se extiende también, desde tiempos inmemoriales, a la relación que la comunidad judía -minoritaria, perseguida y considerada en muchos casos extranjera por distintas administraciones alrededor del planeta- ha tenido con los poderes de turno.
¿Es aconsejable estar apegado al poder e incluso formar parte de la elite gobernante para obtener mayores beneficios, a riesgo de confundir cercanía con obsecuencia? ¿Es necesario tomar distancia de los poderosos de turno, con la consecuencia de sufrir en carne propia el frío de la lejanía y la indiferencia?
Asentada desde hace más de cien años en la Argentina, y dotada de un heterogéneo y multicolor entramado de instituciones políticas, sociales, culturales y deportivas, la comunidad judía del país se enfrenta, hoy, al mismo dilema.
El debate comunitario se renueva, a 17 años del peor atentado terrorista sufrido por una entidad judía fuera de Israel desde la Segunda Guerra Mundial, y a pocos días de la renovación de autoridades de la AMIA, la mutual judía que sufrió aquel cruento ataque del terrorismo internacional, aún no aclarado. El 10 de este mes, sectores afines al Gobierno y opositores acérrimos al kirchnerismo se disputarán la conducción de la entidad, una pelea en la que también se ponen en juego distintos modelos comunitarios. El evidente avance de los sectores ortodoxos; el alejamiento de muchos judíos y su rechazo a las instituciones comunitarias argentinas, y una población envejecida en términos relativos aunque todavía con notables signos de fortaleza son otros de los dilemas que enfrenta una comunidad caracterizada por la heterogeneidad de posturas y la discusión permanente sin certezas ni principios rectores.
Sorpresivo triunfador en las elecciones de 2008 bajo el paraguas del Bloque Unido Religioso, el sector ortodoxo que maneja la AMIA intentará continuar en el poder por otros tres años. La gestión actual, presidida por Guillermo Borger y bajo la conducción espiritual del rabino Samuel Levin, sostuvo fuertes lazos con el kirchnerismo, en áreas como la red de empleo (la bolsa de trabajo de la AMIA registró un importante crecimiento) y actividades vinculadas a la ayuda social, con los ministros Carlos Tomada y Alicia Kirchner como cabezas visibles del acercamiento. Las fotos con la presidenta Cristina Kirchner se hicieron costumbre en los últimos años, al igual que los viajes compartidos a Estados Unidos para sostener el reclamo de la Cancillería contra Irán en las Naciones Unidas por el esclarecimiento del atentado a la sede de la AMIA-DAIA.
Pero la sintonía entre el Gobierno y la dirigencia de la AMIA es más que evidente. Y quedó demostrada esta semana, cuando el presidente Borger salió a desmentir una versión periodística que daba cuenta de un presunto acuerdo comercial de la cancillería argentina con Irán a cambio de frenar las investigaciones del atentado a la mutual judía. Lo curioso es que la reacción comunitaria se produjo sin que el canciller Timerman se expidiera sobre el asunto.
Vínculos de ayer y de hoy
La polémica cercanía al poder de las instituciones centrales no representa, por cierto, una novedad en la historia de la comunidad en la Argentina, como lo muestran la creación de la OIA, entidad paralela a la DAIA organizada con un guiño del entonces presidente Juan Perón en la década del 50. Durante la dictadura militar, la actitud de la dirigencia de la AMIA y la DAIA fue objetada duramente por padres de víctimas de la represión, que buscaron -muchas veces de manera infructuosa- apoyo ante la desaparición de sus seres queridos. En la década del 90, la comunidad volvió a estar dividida entre simpatizantes y detractores del banquero Rubén Beraja, que desde la presidencia de la DAIA generó una relación de empatía con la administración menemista. Un vínculo que mezcló negocios con poder, y que terminó con acusaciones de presunta corrupción y la cárcel para el hasta ese momento todopoderoso dirigente comunitario.
Nada de esto parece preocupar a la dirigencia actual de la AMIA. "Sabemos que pagamos un costo político, pero estamos dispuestos a hacerlo. Lo importante es tener la posibilidad de ayudar a nuestros asociados", afirma Tommy Saieg, prosecretario de la AMIA y uno de los referentes de la actual gestión. Mientras recorre con LA NACION las instalaciones de la sede de Pasteur al 600, y siempre con su kipá en la cabeza, Saieg repasa los logros: la ampliación de la red de empleo en conjunto con el Ministerio de Trabajo; la inauguración de un sector de la renovada sede con la ayuda de la hermana menor del ex presidente Néstor Kirchner. Tiene también un agradecimiento especial al polémico secretario de Comercio, Guillermo Moreno, por autorizar una partida de carne kosher (apta) a un precio subsidiado. "No somos ingratos, y con este gobierno hicimos mucho. También con el gobierno porteño [de Mauricio Macri]", se defiende Saieg.
El tinte más religioso que se le ha dado a la gestión ortodoxa en la AMIA (luego de cien años de gestión del laborismo) es otra de las principales críticas que se escuchan desde la oposición. "Necesitamos una AMIA no ortodoxa. Es un estilo de vida que respetamos, pero no compartimos ni nos representa. La institución se aisló de la sociedad civil", afirma Luis Grynwald, ex presidente de la AMIA y candidato desde Plural Jai, escisión del partido laborista y otros sectores de centroizquierda sionista. Grynwald critica que aún se mantenga el control ortodoxo sobre los cementerios comunitarios, principal fuente de ingresos de la AMIA, y que las conversiones al judaísmo de rabinos no ortodoxos no son reconocidas por el rabinato oficial. Motor y consultor asiduo de la gestión actual, Levin se opuso de manera furiosa al matrimonio gay cuando éste se debatió en el Congreso y pidió "encarcelar" al rabino liberal Daniel Goldman (hoy cercano a Grynwald) cuando éste manifestó su apoyo a la norma.
"Se priorizaron las casas de estudio ortodoxas por sobre las escuelas laicas y no hay interés por incluir a todos, más allá de los 26.000 socios que hoy tiene la entidad", continúa Grynwald. Saieg, por supuesto, rechaza las acusaciones. "Esta gestión le dio más identidad judía a la AMIA, pero las actividades son abiertas para todos. Es un orgullo ser ortodoxos, pero somos inclusivos", contesta el funcionario.
En lo único en lo que Grynwald parece coincidir con la actual gestión es con la "inevitable" cercanía al gobierno nacional. "Cualquier gestión institucional tiene cercanías en temas como educación, acción social, justicia. Fue este gobierno y será así en el futuro. ¿Es acercamiento al poder de turno? Llamalo como quieras", desafía Grynwald.
La coincidencia tiene también razones políticas: un sector del Movimiento Conservador en el país, entre ellos la Comunidad religiosa Bet El, fundada por el rabino norteamericano Marshall Meyer en la década del sesenta, apoya el regreso de Grynwald a la presidencia. Los lazos de esta comunidad con el kirchnerismo son evidentes: el canciller Héctor Timerman, por caso, fue un asiduo concurrente a esa sinagoga del barrio de Belgrano, y Goldman, su rabino y vicepresidente segundo, formó parte de la conducción del Inadi durante la gestión de Néstor Kirchner.
En las antípodas de ambos, y apoyando a la tercera lista en disputa (alianza de laboristas y AMIA es de Todos), que encabezará Isaac Urzstein, está el rabino Sergio Bergman, hoy también involucrado en la política nacional por sus aceitados vínculos con Pro, de Mauricio Macri. "En sus estructuras emblemáticas de representación, las entidades no son ni centrales ni representativas. No es una corporación, pero tiene un comportamiento corporativo", dispara Bergman. Usualmente criticado por los medios de comunicación afines al kirchnerismo, el rabino que se hizo conocido por su participación en las marchas organizadas por Juan Carlos Blumberg devuelve gentilezas. "Los que no nos sumamos [al kirchnerismo] somos acusados de poner en riesgo a la comunidad. Los que se suben a todos los aviones y van a todos los eventos oficiales ponen a la comunidad en una posición servil y obsecuente", afirma el líder de la Fundación Judaica.
Ajenos a la pelea, desde otros sectores intentan quitar dramatismo a la contienda. "La AMIA es una mutual que aglutina sólo a los judíos azkenazíes (descendientes de los judíos de Europa oriental) en Buenos Aires. Por supuesto que es muy importante la tarea que realiza, pero no hay que exagerar. De los 7000 votos en las elecciones de 2008, el sector ortodoxo obtuvo el 37%, vale decir que el 63% de los votos no fueron para ellos", afirma Marcelo Polakoff, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano.
Desde la DAIA, la entidad encargada de la representación política de la comunidad, se escuchan reparos hacia lo que denominan la "excesiva injerencia" de la AMIA en cuestiones políticas, pero la entidad sostiene, en declaraciones públicas, el apoyo al acercamiento al gobierno nacional. "En lo que hace a las relaciones con los gobiernos, es nuestro deber ir más allá de una foto. Podemos estar de acuerdo o enfrentarnos a posturas del gobierno, según el caso. Trabajamos para la sociedad desde la comunidad", señala el presidente de la DAIA, Aldo Donzis. El titular de la DAIA también elogia "la decisión de este gobierno de avanzar hacia el objetivo final, que es la justicia y el esclarecimiento del atentado a la AMIA". De todos modos, también en lo que hace al atentado hay divergencias: mientras que el grupo Familiares y Amigos de las Víctimas, liderado por Sergio Burstein, sostiene una relación fluida con el gobierno nacional, Memoria Activa y Apemia se ubican tanto lejos del Gobierno como de las entidades centrales de la comunidad.
El debate está planteado, y las diferencias también. Las disputas políticas y el rol de la comunidad frente al Gobierno seguirán siendo tema de discusión, más allá y más acá de las próximas elecciones, que renovarán las autoridades en la mutual judía.
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LA IDENTIDAD, EN DEBATE
El debate sobre la creciente influencia de la ortodoxia y la cercanía al Gobierno del liderazgo institucional coincide con un momento de transición para la comunidad judía en el país, que las últimas estadísticas calculan en no menos de 230.000 personas.
Fabián Triskier, director asociado del American Joint Committee para América latina y uno de los principales estudiosos de los movimientos demográficos y sociales de esta comunidad, da cuenta de esos cambios. "Hay fenómenos novedosos que se han dado en los últimos años, como el crecimiento de afluencia a escuelas ortodoxas como las asociadas al movimiento Jabad Lubavitch y otras entidades de origen sefaradí. Se busca un tipo de judaísmo que antes no se buscaba." Triskier, responsable de un interesante estudio sociodemográfico sobre la población judía de Buenos Aires, muestra datos significativos: de un universo de población autodefinida como judía, un 29 por ciento se autocalificó como muy o bastante observante; un 36 utilizó el calificativo de "poco observante", y un 31 por ciento afirmó ser nada observante. "El estudio muestra también que las formas de autodefinirse como judíos en la Argentina son múltiples", puntualiza.
El filósofo Santiago Kovadloff aporta su visión sobre el liderazgo, que coincide en parte con las estadísticas duras. "Más allá de las virtudes o aptitudes puntuales, hay un empobrecimiento cultural. El liderazgo institucional está en manos de empresarios, y esto rompe una tradición en la que las figuras representativas en lo cultural o intelectual eran los líderes", afirma el filósofo. Complemento de las entidades judías son destacados empresarios de ese origen como Eduardo Elsztain (IRSA), Sergio Szpolski (Grupo Veintitrés) y Darío Werthein (Grupo Werthein), que combinan una activa participación comunitaria con aceitados vínculos con sectores de poder.
Otro punto a tener en cuenta es el creciente desinterés de los judíos de a pie por sus instituciones. "Gracias a Dios hay más judíos en la sociedad que afiliados a las instituciones", afirma el rabino Sergio Bergman, y pide "entidades que representen a los judíos de hoy, no a los de hace 100 años". Los datos duros del informe del Joint Committee corroboran las presunciones: sólo un 39 por ciento de los judíos que viven en la zona metropolitana (unos 163.000) es asistente a una institución; un 38 por ciento se considera "ex asistente", y un sorprendente 23 por ciento de los consultados nunca asistió a un club, sinagoga, escuela o institución judía. "Un alto porcentaje de los consultados no se acerca a las instituciones, pero se considera a sí mismo judío", reflexiona Triskier. Kovadloff da otras pistas de la nueva tendencia: "Hay una creciente opacidad en las entidades que forman rabinos con orientación liberal, y el perfil del rabinato en esos sectores está más vinculado a la profesionalización que al voluntariado", acota el autor de El silencio primordial. "El liderazgo de la ortodoxia que trabaja más para la llegada del Mesías que para la integración al país -agrega- se complementa con la anemia de los laicos y su menor participación."