Acaba de morir , el 11 de enero, Miep Gies, la austríaco-holandesa que era la última sobreviviente del grupo que –mientras pudo—ocultó a la familia de Ana Frank.
La señora Gies , que muere casi a los ciento un años pues había nacido el 15 de febrero de 1909, tuvo una vida extraordinaria; fue una convencida antinazi y declarada “Justa entre las Naciones” por su lucha en la época del hitlerismo.
Están conociéndose otros Justos entre las Naciones. Quizás no son muchos, pero es necesario que se difundan sus nombres y sus heroicas acciones.
Algunas películas cinematográficas muy difundidas, como “La lista de Schindler”, de Steven Spielberg, y la de Roman Polanski que narra la salvación del pianista Wladyslaw Szpilman por un oficial alemán, han dado a conocer al mundo estos hechos.
Pero hay otros que no son tan conocidos y que, al menos las personas de sentimientos antitotalitarios, deberían estudiarlos y honrar su memoria.
Me vienen a la mente estos otros Justos, varios de los cuales esperan todavía a sus biógrafos.
En primer lugar, el diplomático sueco Raoul Wallenberg que salvó a miles de judíos y cuya desaparición todavía sigue siendo un misterio. Y hay más.
Chiune Sugihara, el cónsul de Japón en Lituania que salvó a unos seis mil refugiados judíos otorgándoles visas, pese a que su gobierno –aliado de Alemania—le había ordenado expresamente lo contrario. Hasta la noche anterior a su traslado, Sugihara continuó entregando visas en el hotel en que se hospedaba.
Nicholas Winton, el inglés que salvó cientos de niños judíos checoslovacos en 1939.
El diplomático mejicano Gilberto Bosques Zaldívar (1892-1995) que salvó a decenas de miles de republicanos españoles y judíos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se desempeñaba como Cónsul General de Méjico en Francia.
Las hermanas gallegas Lola, Amparo y Julia Touza, especialmente la hermosa Lola que, según cálculos conservadores, salvaron a cerca de medio millar de judíos entre 1941 y 1945.
Ramón Enrique Gaviola (1900 – 1989) seguramente el científico argentino más destacado en la primera mitad del siglo XX, que logró traer de Europa a numerosos colegas cuya vida peligraba en el Viejo Mundo.
No debemos olvidar estos nombres, y esforzarnos por rescatar los aún desconocidos entre tantos que se arriesgaron a cumplir con sus sentimientos humanitarios en medio del horror.
Concepción del Uruguay, 14 de enero de 2010.