HERENCIA Y REDENCIÓN
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Según Walter Benjamin, la historia no es una mera suma de momentos, una línea uniforme y continua de causas y efectos, sino un entramado complejo y desigual con puntos luminosos y otros apenas visibles. La tarea del historiador, dice, no consiste en cantar las victorias de los vencedores sino en rescatar la memoria de los vencidos para que cada generación tome a su cargo la tarea de liberar a los oprimidos del pasado.
Así, la historia solo puede avanzar si activa dos potencias necesarias: la rememoración y la redención. Esto requiere volver la mirada a lo pretérito pero no de un modo nostálgico, sino creativo; buscar en las ruinas de lo que nos precede las “astillas de tiempo mesiánico” que quedaron sin realizar, para relanzar esa fuerza hacia el futuro y construir un mundo de libertad y justicia. En ese sentido, la rememoración estaría al servicio de la redención, o sea, de la acción y la responsabilidad. Esto nos convierte en herederos y nos plantea el problema de toda herencia: qué hacer con aquello que nos ha sido legado, cómo honrar lo que recibimos.