La mayoría de los analistas plantean dudas si los sucesos bélicos en el Medio Oriente ya representan una nueva “Guerra Fría” entre Rusia y Occidente, adicional a la “Guerra Caliente” regional existente desde 2011.
Recordemos que Rusia, luego de la desintegración del Imperio Soviético, no estuvo en condiciones de evitar la desaparición de Yugoeslavia, liderada por la ortodoxa y aliada Serbia, pues había quedado muy debilitada.
Pero cuando la NATO decidió plantarse en el patio trasero de Rusia, o sea en Ucrania, le dio la oportunidad exacta al Presidente Putin de comenzar a mostrar los músculos militares y geopolíticos de la nueva Rusia.
Su primer paso fue restituir Crimea a Rusia y a continuación dividir (“divide y reinarás”) y separar a la Ucrania pro rusa de la Ucrania pro europea, dando comienzo a lo que evidenciaba ser una nueva “Guerra Fría”.
Con los nefastos acontecimientos del Medio Oriente, especialmente desde 2013 en adelante, creo que ya no caben dudas de que el mundo ha vuelto a una peligrosa “Bipolaridad” con un mix de “Multipolaridad”.
Trataremos de interpretar la frase anterior. En 2011 comienza lo que políticos, intelectuales, periodistas y profesores habían llamado alegremente “La Primavera Árabe”, la que resultó ser un atroz “Invierno Islámico”.
En Siria hubo 500.000 muertos, cientos de miles de heridos y 10 millones de desplazados para que, 7 años después, el brutal Dictador Assad, con la ayuda de Rusia, Irán y el Hezbollah llegue a tener una victoria pírrica.
Rusia aprovechó esta histórica oportunidad para establecer en Latakia (Puerto de Siria en el Mar Mediterráneo) bases navales y aéreas, situación que nunca habían logrado el Imperio Zarista ni la Unión Soviética.
EE.UU y su ex Presidente Obama habían establecido una “línea roja” a la Guerra Civil Siria, la prohibición del uso de armas químicas y gases, lo que fue desoído y utilizado por Assad contra su propia población disidente.
2013 fue el año que Obama (USA) y Merkel (Europa), al frente de las decisiones que se deberían haber tomado, permitieron ser embaucados por Putin (Rusia) y Assad (Siria) para que detuvieran los ataques programados.
Ese año es clave para comprender la inimputabilidad de la nueva alianza que, desde el Medio Oriente, se ha propagado a nivel global: Rusia-Irán-Siria-Hezbollah-Cor
Cuando el Presidente Trump asumió la Presidencia de los EE.UU (20-1-2017) tenía in mente reformular las relaciones EE.UU – Rusia y, una vez liquidado el Estado Islámico, retirarse de los escenarios bélicos del MO.
Es evidente que Trump creía poder establecer con Putin una suerte de “negociaciones empresariales para las relaciones internacionales” que llevaran a acuerdos entre “socios” y no de adversarios o enemigos.
En el mundo empresarial se utiliza muchas veces la “Teoría de los Juegos” para la producción, la productividad y la competitividad comercial. Pero en el universo de la “KGB” se aprende solo juegos de guerra y espías.
Es así como se ha llegado a la situación actual donde Occidente amenaza con represalias a Siria y Rusia contesta con contra amenazas de igual tenor y, sin embargo, no responde a los 105 misiles que cayeron en Siria.
Está muy claro que la acción tomada por Occidente es totalmente insuficiente. En lugar de matar con Gas Sarín y Cloro, Assad seguirá asesinando e hiriendo con armas convencionales y bombas con partículas ferrosas.
A falta de las Naciones Unidas (siempre desunidas) la NATO debería formular enérgicamente una nueva “línea roja”, abarcativa a toda forma de ataques a civiles inermes con mujeres y niños en estado de inanición.
El Mundial de Fútbol que este año se habrá de jugar en Rusia debería ser utilizado por Occidente con actitudes y exigencias más efectivas que las de ahora ya que Putin no se atrevería a malograr semejante evento.