Iván Davidovich tiene 17 años y lo premiaron por su rendimiento académico en la ORT; se comunica a través de un dispositivo especial y se moviliza en silla de ruedas.
Mientras muchos adolescentes reniegan cada mañana porque tienen que ir al colegio, Iván Davidovich se levanta todos los días con una sonrisa. De hecho, se pone triste cuando, por algún motivo, no puede ir a clases. Tiene 17 años y nació con parálisis cerebral, lo que le impide hablar y caminar. Por eso, se comunica a través de un sistema por computadora, que le permite dirigir el teclado a través de su mirada y transmitir la voz, además de navegar por Internet.
Valiéndose de este aparato, el joven comparte una noticia que lo llena de alegría: "soy abanderado", dice orgulloso. Y lo es nada menos que en la escuela ORT, donde va a transitar su 6to año del secundario. El evento de premiación tuvo lugar la semana pasada en el Luna Park donde asistieron cerca de 9000 personas.
Patricia Gurfinkiel, directora pedagógica del colegio, afirma: "Nosotros no lo elegimos abanderado, Iván se lo ganó. El principal criterio de selección fue su rendimiento académico", dice en referencia a este alumno que fue aplaudido por todos sus compañeros cuando se enteraron quién portaría la bandera. Y es que, además del enorme cariño que le tienen, todos conocen su esfuerzo y dedicación. Lo mismo opina la directora que lo define como "un verdadero gladiador".
Este reconocimiento confirma lo que él ya sabe: "vale la pena el esfuerzo para superarse". Y, en este camino, agradece al equipo de profesionales y docentes que lo acompañan, entre ellos, su maestro integrador. Además, destaca lo más importante que le dio la escuela: sus amigos. "En todo momento, ellos me hacen sentir uno más, dándome un lugar en el mundo y haciéndome ver que todo se puede", confiesa Iván.
A los dos años Iván no sostenía la cabeza y era casi imposible imaginar que, 15 años más tarde, lograría convertirse en abanderado en una escuela común. "Si bien Iván tiene una discapacidad motora, su desarrollo intelectual es muy bueno. En el ámbito educativo no tiene techo y puede desarrollar todo su potencial. En la escuela él vuela con su cabeza, con sus expectativas. Conociendo sus limitaciones, se siente un igual y creo que también, desde el colegio, lo hacen sentir de esa manera", expresa emocionada su mamá, Carina Schur.
Esto se debe a que, para la escuela ORT, la inclusión es uno de sus valores fundamentales. Iván fue uno de los primeros alumnos con discapacidad que recibieron y, a partir de esta experiencia, abrieron sus puertas a muchos otros. Desde la institución aseguran que la educación inclusiva no sólo es beneficiosa para el alumno con discapacidad, sino también para todos sus compañeros ya que forma alumnos mejor preparados para la vida.
"La heterogeneidad es un factor que les permite a los chicos crecer y aprender lo que es un mundo más real, más diverso. Esto los ayuda a desarrollar habilidades psicosociales, como a ser más tolerantes, a ponerse en el lugar del otro, a gestionar conflictos y a poder mirar y a escuchar mejor", explica la directiva de esta escuela.
Los compañeros de Iván, son ejemplo de esto último y buscan adaptar todo tipo de situaciones para pasar tiempo juntos. Entre ellos, Lucas Colina, explica: "No lo tratamos diferente, él es un amigo más. Incluir es que se sienta parte del grupo. Nos divertimos y disfrutamos de hacer programas. Sabemos que él hace un esfuerzo más grande que nosotros y eso realmente te inspira a salir adelante, además de enorgullecerte como amigo. Para nosotros es un modelo a seguir".
Mientras su compañero dice estas palabras, Iván lo mira feliz y para rematar concluye: "Me impresiona el entusiasmo que le ponen a la relación para que yo pueda participar en todo. En las salidas, los chicos buscan un lugar accesible para la silla de ruedas y en los trabajos prácticos, me dan un rol donde yo me pueda desempeñar. Creo que la inclusión tiene que ver con aceptar cómo es cada uno y la forma de llegar a hacer las cosas por medio de diferentes caminos".