La encuesta que se dio a conocer ayer, producida por el IIGG de la UBA por pedido de la DAIA, nos recuerda los niveles de infraracismo que asuelan diferentes regiones de nuestra sociedad, que en no pocas ocasiones se elevan a racismo explícito. Encontramos en ese informe un indicador recurrente: a los judíos lo que más les interesa es el dinero y los negocios, respondió el 82 por ciento de los encuestados.
Este punto sensible recorre parte de la historia del antisemitismo al punto de que en muchas ocasiones lo vertebra un 100 por ciento. Quienes tratan de desnudar este prejuicio suelen presentar diferentes variantes. La variante culturalista indica que los judíos, al igual que cualquier otro colectivo, tienen valores plurales. La variante sociológica invita a responder las siguientes preguntas para desnudar el prejuicio: ¿la proporción de los judíos en el mundo de los negocios es mayor a otras minorías étnicas, naciones o raciales? ¿El interés en el dinero y los negocios es mayor entre los judíos? Seguramente las respuestas a estas preguntas cumplirían un rol pedagógico inestimable en pos de desnudar este prejuicio. Finalmente, la variante sociohistórica recorre la historia económica y nos muestra que la afinidad entre las finanzas y los judíos es fruto de la posición subordinada de estos últimos en las estructuras sociales, que no le dejaban otra actividad económica que la de ser prestamista.
Todas estas variantes tratan de liberar a los judíos de esa estructura que une prejuicio y dinero. Se trata de sacarlos del rol que los encasilla de manera diferente al resto.
¿No es hora de hacer estallar esa estructura que en ocasiones se aplica a los judíos pero también puede ser aplicada a los chinos, los árabes, los italianos u otros grupos sociales? Reconozcamos que lo que hay que desnudar no es el prejuicio hacia los judíos sino el que existe con respecto al dinero.
Esto implicaría, en primer lugar, considerar cómo se moldea culturalmente la mirada sobre los otros a través del dinero. Reconocer que es un instrumento de estigmatización. Pero, en segundo lugar, también reconocer que es un instrumento de valoración social, que a través de su uso las personas reconocen no sólo defectos sino también virtudes. El reconocimiento de los usos múltiples del dinero exigiría al menos preguntarse ante la cifra mencionada al comienzo de esta nota: ¿qué tiene de malo estar interesado en el dinero? Las sensibilidades sociales y políticas ganarían mucho al no asumir como dado lo que tiene que ser explicado.
* Director de la carrera de Sociología Idaes-Unsam. Investigador del Conicet.