Mediante su obra “¿Judíos - Argentinos o Argentinos-Judíos?” el historiador israelí Raanan Rein se plantea descifrar hasta qué punto incide y determina el componente judío en la identidad de los judeoargentinos.
Que un investigador pueda afirmar que existieron una gran cantidad de judíos que apoyaron al peronismo, da cuenta sin duda alguna de un trabajo riguroso y desprejuiciado. No es este el único dato inusual y despojado de lugares comunes que se puede encontrar en la obra “¿Judíos - Argentinos o Argentinos-Judíos? (Ed. Lumiere)” del israelí Raanan Rein, doctor en Historia por la Universidad de Tel-Aviv, en la que actualmente enseña y de la que fue su vicerrector, y condecorado en nuestro país con la “Orden del Libertador San Martín”.
En efecto, el trabajo plantea la necesidad de dejar de lado una gran cantidad de axiomas y prejuicios muy arraigados en los estudios y documentos elaborados en relación los judíos argentinos, -o como tal vez le gustaría definir a Rein, los argentinos judíos-, en relación a su victimización, sus puntos en común con otras comunidades judías latinoamericanas, o su vinculación con la sociedad argentina, entre otros. Es en relación a este último punto, por ejemplo, que, Rein propone entender el judaísmo y/o el sionismo de la colectividad argentina como un mosaico en su amplia identidad, que no lo aleja en absoluto –sino que lo complementa-, a su idiosincrasia como argentinos. Este punto merece una especial atención ya que, tal como lo sostiene el autor, por un lado muchos estudios sobre la temática en el pasado conceptualizaban ambos elementos –el judaísmo y la nacionalidad-, como excluyentes, y por el otro se le da al componente nacional un elemento determinante, justamente en tiempos donde los estudios culturales tienden a suprimir las identidades nacionales en función de una globalización supuestamente hegemonizadora.
Rein desmiente que la comunidad judía argentina haya vivido en un guetto separado de la sociedad argentina, incluso desde su desarrollo inicial, dando cuenta de lo que sucedió, por ejemplo, con el periódico “Israel”, un diario sefaradí editado entre mediados y principios del siglo pasado, el cual abordaba una gran cantidad de temáticas nacionales, al tiempo que observaba con suspicacia la vinculación del movimiento sionista con la creación del Estado de Israel, pues en su caso, dicho movimiento sirvió como vía de integración con la comunidad ashkenzi, en la misma Argentina.
También exhibe como una gran cantidad de judíos, mayormente del movimiento obrero y no institucionalizados, apoyaron al gobierno de Perón no solo por conveniencia sino también por convicción, y como las huellas de este apoyo fueron borradas por el establishment comunitario, que además de tomar distancia de este movimiento, -fundamentalmente por razones de clase-, intentó entablar buenos vínculos con las autoridades que asumieron el poder luego del golpe que lo derrocó.
En otro de los capítulos, Rein continúa refiriéndose a la relación entre el peronismo y el judaísmo pero mediante un salto en el tiempo y el espacio, que lo lleva a hablar sobre la conceptualización de la prensa israelí sobre el regreso de Perón al poder, en 1973. Allí, exhibe otro dato poco difundido, como lo es el hecho que durante sus primeras presidencias el ex presidente argentino había gozado de una buena reputación en los diarios del naciente Estado, gracias a su expresa oposición al antisemitismo y el cultivo de las relaciones con Israel, acciones que según Rein fueron realizadas para modificar su imagen en el exterior, pero también por su política de incorporar minorías a vida política argentina.
Durante la que sería su tercera presidencia, -en la que se manifestaría un acercamiento a los países no-alineados entre los que se encontraban los árabes-, se exhibieron en cambio variadas críticas en la prensa escrita a su persona y gobierno, pero las mismas no fueron unánimes, ya que mientras existieron algunos periódicos que siguieron esta línea, como Maariv, Haaretz y sobre todo Iediot Ajronot, otros identificados con el laborismo como Davar y Al Hamishmar, supieron mantener una visión positiva del anciano líder.
Luego de dedicarle un capítulo al fenómeno de la inmigración argentina a Israel y otro a las protestas que existieron en este último país durante el campeonato mundial de fútbol de 1978 desarrollado en la Argentina en plena dictadura, Rein finaliza describiendo el período menos conocido en la vida pública del periodista Jacobo Timerman: los años en los que residió en Israel, luego de ser expulsado del país por la última dictadura militar. Según Rein, Timerman fue recibido con gran beneplácito en este país por su “efervescente” sionismo y “su lucha por los derechos humanos”.
Paradójicamente, sus críticas a la invasión israelí a el Líbano, -que a la postre muchos israelíes vieron como atinadas- lo convirtieron en persona non-grata, en parte, según Rein, por la poca comprensión entre muchos israelíes del significado que tiene el sionismo en la diáspora, un elemento que, como señala el autor desde un principio, no es determinante sino uno de los tantos “mosaicos” de la personalidad, que en el caso de Timerman posiblemente podía sumarse y complementarse a su condición de argentino, intelectual, y periodista, en la construcción de su identidad.