JANUSZ KORCZAK, EL ALMA JUDÍA Y LA DIGNIDAD HUMANA

Posteado el Lun, 16/08/2010 - 16:45
Autor
Marcelo Sneh
Fuente
PorIsrael.org - 15-08-2010

 

Con estas líneas trataré de referirme a un tema no tan de actualidad, pero sí para… simplemente leer y reflexionar. Aunque esta nota trata en parte de educación, tema de suma actualidad, está dirigida a recordar a uno de los más grandes educadores y pedagogos del mundo todo, un hombre que generó una verdadera revolución educativa pero que lamentablemente su obra y sus excelentes intenciones en pro de una humanidad mejor fueron reducidas a cenizas y barridas por el viento. Si bien su obra literaria es un ejemplo de pedagogía y didáctica aun aplicables en el día de hoy… quién sabe, si su esquema educativo no sería la solución para poder llegar a las difíciles almas infanto-juveniles…

Quiero referirme a una de las víctimas más ostensibles de la Shoá (el Holocausto), uno de los tantos símbolos del daño irreparable producido por dicha hecatombe sobre la humanidad entera, alguien para quien la liberación llegó tarde, como para muchos millones de sus hermanos. Y me estoy refiriendo a alguien a quien seguramente la mayoría de ustedes habréis oído nombrar, y que en su lejana juventud o adolescencia habrán disfrutado de alguna de sus maravillosas obras literarias y que por su forma de ser, por su proyecto de vida, por haber sido quien fue y por haber actuado como actuó, además de haber sido médico, educador y pedagogo de los mejores, fue lo que nuestros hombres de campo, en la sabiduría infinita que dan los años y la vida, definirían como un "Santo varón". Me estoy refiriendo al Dr. Janusz Korczak, y esta nota tiene la humilde pretensión de constituirse en un sentido homenaje de quien fue entusiasta lector de su prolífica obra y seguidor incondicional de sus teorías educativas.
 

Su verdadero nombre y apellido fue Henryk Goldszmidt, lo que nos puede llegar a indicar que descendía de alguna familia de orfebres judíos (Goldszmidt-Orfebre, joyero). Si bien él jamás mencionó o se refirió a su ascendencia, se sabe que su padre fue un abogado famoso y su abuelo fue médico. A pesar de haber crecido y ser educado en una atmósfera absolutamente asimilada, se sabe (porque de ello sí hizo mención en algún pasaje de sus memorias) que su primera visita a una Sinagoga en Varsovia, durante su tierna infancia, dejó una marca indeleble en su alma. Korczak creía profundamente en la bondad y en la dignidad del ser humano. Es posible que su dedicación al cuidado y educación de niños, tanto judíos como no-judíos, proviniera de un estrato de su alma que le sugería que la hermandad de los pueblos constituye un valor superior en mucho al que divide al género humano en tribus, pueblos razas…

Una acotación: en la Polonia de preguerra, la filiación para obtener la ciudadanía polaca obligaba a mencionar etnia bajo la denominación de "nacionalidad", y una de las "nacionalidades" era la de "judío". Esto, dicho sea de paso, permitió a los nazis, al invadir a Polonia, individualizar sin mucho esfuerzo a los "juden".

Janusz Korczak fue el primero en dirigirse a la sociedad polaca con un ferviente llamado, pidiendo ayuda para los "niños de la calle". ¿Cuál fue el motivo de ese llamado? Difícil saberlo… fue su gran amor por los niños, o su profundo desprecio por una sociedad burguesa y despiadada que se daba el lujo de abandonar a huérfanos o hijos de pobres, o el no poder confiar en las entidades benéficas cuando de niños se trata… Quizás fue su corazón judío… quizá fue su conciencia… vuelvo a mencionar que su atención estaba dirigida tanto a ayudar a niños judíos como no judíos. Carente de trasfondo cultural judaico, salvo esporádicos chispazos como el que mencioné anteriormente, el Dr. Korczak tenía en claro en forma absoluta que un niño es un niño y merece toda la ayuda y toda la asistencia de la sociedad. Y de estos niños se ocupa su primera obra, "Los chicos de la calle". A la enorme y dolorosa brecha social provocada por el dinero en las distintas capas de la sociedad, se refiere Korczak en su obra "El niño del salón", en la que describe con sencilla dureza la vida de aquellos niños que dependían de la terrible "dictadura del dinero". Por supuesto que ambas obras suscitaron acalorados debates, tanto entre círculos judíos como polacos. En 1911, Korczak fue nombrado director de un orfanato judío, reteniendo ese puesto hasta el fin de sus días e impulsando paralelamente la creación de una institución semejante para huérfanos polacos.

El método pedagógico de Korczak se basaba elevación del sentido de la responsabilidad del niño, de darle un status igualitario como al de los adultos en lo que respecta a su derecho a la intimidad y a la independencia como seres humanos. Su lema era "Los niños tienen derecho a su independencia", lo que significaba la negación de ciertos atributos de adultos en la vida íntima del niño. Korczak solía decir que cuando hablamos con los niños "no debemos agacharnos, debemos mantenernos erguidos, bien erguidos, hasta ponernos de puntillas... para no agraviarlos". No debemos olvidar que todas estas refrescantes corrientes de viento pedagógico renovador se verificaron a principios del siglo pasado, época todavía "conservadora" y muy escéptica respecto de corrientes "renovadoras" o "liberales", y más tratándose de educación infantil. Uno de los logros más manifiestos de su teoría fue la escritura, edición y diagramación de un semanario… publicado y hecho totalmente por niños. Korczak se hizo famoso en Polonia, y luego en el mundo entero por lo preclaro de sus teorías pedagógicas. Tan sólo repasar algunos títulos de su vastísimo acervo literario ("Cómo amar a un niño" - "El derecho de ser respetado" - "Si yo volviera a ser niño" (lejos su obra cumbre, en mi humilde opinión) hablan por sí solos de su inmenso amor por los niños, de su inmenso valor como pedagogo.

Y así, podría escribir líneas y más líneas de la inmensamente fecunda y prolífica obra de este simpático doctor varsoviano, de baja estatura y de inmenso corazón, inmensamente erudito, el que con la ascensión de Hitler al poder sintió su judaísmo ostensiblemente fortalecido, y decidió aceptar un nombramiento en la Agencia Judía como vocero de los Apartidarios. Tanto en 1934 como en 1936 visitó Eretz Israel, pasando breves temporadas en el Kibutz "Ein Jarod", donde se encontró con algunos de sus ex-alumnos, convertidos en "jalutzim", en pioneros del naciente Estado Judío. Esa breve experiencia kibutziana quedó marcada a fuego en la mente del ya veterano educador, y su alma se debatió entre permanecer allí, en Israel, o volver a sus huérfanos. Él, un hombre totalmente asimilado, alguien para quien el judaísmo había sido algo casi ajeno, sintió de pronto el despertar de su estirpe. Pero al reflexionar que quedarse en Israel hubiese sido un egoísta abandono de sus huérfanos, de esos niños de la calle, a los que él, el buen doctor varsoviano, había devuelto la voluntad de vivir dignamente, se sintió en deuda, sintió que su destino era volver. Y volvió. Sabía que su regreso era volver a la boca del lobo, pero también sentía que no le quedaba otra alternativa.

Poco después de su regreso estalló la guerra: Polonia fue invadida y Korczak, con su compañera de toda su vida, el portero cristiano del orfanato que insistió pasar a vivir al ghetto para no abandonar a los niños y sus huérfanos, quedaron atrapados por la dolorosa frontera del hambre y la muerte, los muros del Ghetto de Varsovia. Pero Korczak estaba allí, en su puesto, junto a sus niños, los ex "niños de la calle" a los que él enseñó a vivir dignamente, como seres humanos y como judíos fieles a su pueblo.

Después ocurrió lo inevitable. Los nazis se apersonaron una mañana en el orfanato para llevarse a los 200 niños que allí estaban al campo de exterminio de Treblinka, famoso por ser un campo meramente de exterminio, "sin trabajo ni selecciones". El oficial de la SS, después de matar al portero cristiano de un balazo como se mata a un perro rabioso sólo porque al escuchar decir al alemán que podía irse al lado ario insistió en quedarse con los niños, el esbirro SS, conocedor del Dr. Korczak y su obra, le ofreció la libertad y la vida. Korczak ni siquiera se tomó el trabajo de oírlo. Con uno de los niños más pequeños en brazos y una niña de la mano, seguido por la formación del resto de los niños, y su compañera cerrando la marcha, el doloroso desfile cruzó las calles del Ghetto hasta el Umschlagplatz (Plaza de la Deportación), donde fueron obligados a subir a un vagón de ganado. Cerradas y precintadas las puertas de los vagones, de uno de ellos se podía escuchar un coro infantil que cantaba "viajamos regocijados…".

El Dr. Korczak, su compañera y todos esos desventurados niños fueron gaseados, sus cuerpos quemados y sus cenizas barridas por los fieros vientos del Este.

Desde ese día nefasto pasaron ya sesenta y ocho años. En cada uno de nosotros, descendientes de quienes de alguna manera sobrevivieron a la hecatombe y escaparon a la destrucción de la hoguera, seguirá vivo para siempre en nuestros corazones y en nuestra memoria la imagen de nuestros seres queridos, llevados a la muerte por los mil veces malditos nazis y su maldita memoria. Todos nosotros hemos perdido familiares, abuelos, tíos… Entre todos ellos, por lo menos en el alma de este humilde servidor, reluce la figura del gran pedagogo, humanista y judío de corazón: Janusz Korczak, Zijronó le Brajá.

SOLO LOS SANTOS MUEREN ASI!

IEHÍ ZIJRÓ BARUJ (Bendita sea su Memoria)

Marcelo Sneh
Beer Sheva, Israel
 

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