ANTISEMITISMO CRIOLLO

Posteado el Sáb, 09/01/2010 - 00:40
Autor
Pablo Schvartzman
Fuente
Plural JAI

 
El execrable monstruo del antisemitismo tiene mil caras, mil disfraces y mil pretextos. Y lo paradójico del asunto es que mucha gente, de distintas ideologías y quizás sin especial malicia, acepta esos disfraces y mentiras como si fuesen reales y verdaderos.
 
¿Se puede aceptar que todos los  judíos sean capitalistas y a la vez comunistas; todos sean usureros y socialistas, masones y explotadores, belicistas y cobardes, dieran al mundo a Jesús, a María, José, Pedro, Pablo y demás apóstoles; y a Torquemada, a Marx, a Hitler, Stalin y Franco, y -- en nuestro país—a Rivadavia y a Rosas, a Roca y a Alfonsín?
 
En fecha tan temprana como 1826, Juan Francisco Ibarra escribía desde Santiago del Estero al diputado Ángel Fernando Carranza,  con fecha 17 de julio: “Vive seguro que el Judío Rivadavia no es ni será reconocido por esta provincia…”  El supuesto judío Rivadavia era entonces nada menos que Presidente de la República. Y la madre de Juan Manuel de Rosas discutía con su marido y le enrostraba que sus antepasados se entroncaban con el rey David y el rey Salomón.
 
Para atraerse a los nuevos votantes de las colonias judías de Entre Ríos algunos radicales pregonaban, en las primeras décadas del siglo XX, que los actos políticos de los conservadores terminaban con un ”¡Viva el Partido Demócrata Nacional y mueran los judíos!”;  y casi al finalizar la centuria se distribuian fotocopias de las primeras páginas de un libro masónico como perteneciente al  presidente Alfonsín, donde constaba que estaba afiliado a la Logia Teodoro Hertzl.  Fue rotundamente desmentido,  pero muchos se lo siguen creyendo.
 
Desde que existe la lacra, se le atribuyeron muchas cosas: la muerte de Jesús, asesinatos rituales, la peste negra, guerras  y revoluciones, los Protocolos de los Sabios de Sión, un supuesto plan Andinia.
 
Ahora hay – al menos en nuestro país – una nueva: el antirroquismo. El general Julio A. Roca, dos veces presidente de la república y líder de la conquista del desierto, ha sido tomado por grupos antisemitas como el cuco de nuestra historia y hasta hay un movimiento para derribar su estatua.
 
Gente que parecía insospechable de profesar ideas xenófobas, sale con que Roca,  si no era judío, protegió a los hijos de Abraham en forma desmesurada. Es cierto que en agosto de 1881 Roca emitió un decreto nombrando a José María Bustos agente especial en Europa para promover la inmigración israelita a la República Argentina. En 1881 el Presidente Roca tenía poco más de treinta y cinco años y su decreto no tuvo en el momento mayores consecuencias. Para entonces se calcula que había en Buenos Aires unos trescientos judíos y recién en agosto de 1889 –exactamente ocho años después del decreto presidencial—llegaba el vapor Wesser con un contingente de poco más de ochocientos inmigrantes judíos de Rusia, brutalmente perseguidos por el gobierno zarista y la plebe después del asesinato del emperador Alejandro  II.
 
Pero, claro, para el nuevo antisemitismo argentino, ahora disfrazado de anti-israelismo, cualquier motivo es bueno. Y empezamos a escuchar la misma cantinela con otra melodía:
--Yo no tengo nada contra los judíos; yo estoy contra el estado de Israel.
 
Y me pregunto inocentemente –y sin ser apasionado sionista—si el movimiento por el regreso del pueblo judío a su patria histórica no es también un auténtico movimiento de liberación nacional.
 

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