Un Irán Nuclear

Posteado el Dom, 02/08/2009 - 20:17
Autor
Rubén Svidovsky Singer
Fuente
Plural JAI

 
La comunidad internacional contempla cómo el régimen iraní sigue abiertamente reivindicando la destrucción del Estado de Israel y avanzando sin pausas en su programa de energía nuclear con fines militares y en el desarrollo misilístico de largo alcance.
La introducción de armas nucleares, por parte de Irán, implica profundos cambios en el balance de poder del Oriente Medio ya que otras naciones árabes como Egipto y Arabia Saudita se verían compelidas a similares desarrollos en una carrera armamentística nuclear en la región, de imprevisibles consecuencias. 

A fin de evitar esta amenaza del régimen fundamentalista iraní, se abren dos escenarios inaceptables para la paz en la región.
 
El primero refiere a los medios que la diplomacia impone. Para ello, el régimen de Teherán debe abandonar necesariamente sus delirios mesiánicos, reconocer y respetar a las víctimas del Holocausto, cesar en su apoyo al terrorismo, terminar con sus declaraciones semanales de expulsar al pueblo de Israel a Europa y aceptar racionalmente que proseguir en la tesitura de desarrollar un poder atómico militar es contrario a las normas de la no-proliferación nuclear e implican su aislamiento de la comunidad internacional.
 
Estos medios, también imponen, proseguir con repetidas e interminables conversaciones  en los Organismos Internacionales y confiar en que las actuales seis décadas sin utilizar armas atómicas, se prolonguen indefinidamente en el tiempo. Implica esperar el desarrollo de los acontecimientos (las armas y ojivas nucleares) y no tomar decisión estratégica alguna.
 
En los primeros años del siglo pasado, cuando el  totalitarismo nazi se encontraba en su fase inicial, el mundo necesitó un genio político como Winston Churchill,  para comprender los verdaderos alcances del estado nazi. La República Islámica de Irán es también un estado totalitario y su ideología es el Islam radical, que comparte aspectos esenciales con otros regímenes totalitarios del siglo XX.
 
Conviene recordar que se pueden tomar decisiones destinadas a preservar la paz y que  inadvertidamente, la pongan en peligro. El ejemplo clásico, en los tiempos modernos, es el desempeño del primer ministro británico Neville Chamberlain en la Conferencia de Munich, en 1938. Anunció que ella traía “la paz para nuestro tiempo”, pero en realidad en las negociaciones había minado la seguridad británica y mundial. Irónicamente la paz de Chamberlain duró menos de un año.
 
El segundo escenario, planteado por algunos analistas militares internacionales, está dominado por un ataque preventivo contra instalaciones iraníes sensibles, aplazando indefinidamente las aspiraciones nucleares de Teherán. En las actuales circunstancias, un desenlace de tales características surge como prácticamente inviable. Esto implica hacer el juego al Islam radical y a el terrorismo que Irán, tan fuertemente alienta.
 
La teoría de la disuasión clásica sostenía, entre otros aspectos, que la decisión o no de ir a una guerra depende mucho de la obtención de una ventaja evidente en la carrera armamentística nuclear.
 
Un Irán fundamentalista con armamento nuclear es la opción más nefasta que se puede presentar, frente a estas dos alternativas. Por ello, quienes se oponen a la solución militar, son los que deben impulsar una salida democrática.
 

Un Irán democrático y absolutamente respetuoso del derecho internacional, es una posibilidad real y cierta que la comunidad internacional debe respaldar, para poner fin a los delirios de una dirigencia radical y demencial.
 

Si bien el gobierno iraní está en su legítimo derecho de desarrollar tecnología nuclear para fines y usos pacíficos, sus intenciones no son en este sentido. Sus inmensas reservas de petróleo y gas y el hecho de no enfrentar amenaza atómica alguna, debería ser un aliciente para un cambio de actitud hacia la paz.
 

La política del Departamento de Estado estadounidense, en términos generales, ha sido permisiva con el régimen fundamentalista iraní. Jimmy Carter consintió la caída del Sha Mohamad Reza Pahlavi; Ronald Reagan armó a los ayatolas; Bill Clinton incluyó al movimiento disidente secular MeK en la lista de organizaciones terroristas; George W. Bush no impidió el desarrollo del proyecto de un arsenal nuclear y actualmente la Administración de Barack Obama espera obtener concesiones de Teherán, tomando distancia de la disidencia.
 

Por todo ello, los movimientos disidentes que en las calles de Irán como en Europa levantan la bandera de la democratización, deben ser fuertemente apoyados porque representan los valores de la libertad.
 
Rubén Svidovsky Singer
Lic. en Ciencia Política.
 

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