Corresponsal en Medio Oriente del diario Clarín desde hace casi 15 años, Shlomo Slutzky estuvo en Buenos Aires con motivo de la posproducción de su último documental, lugar en donde se hizo tiempo para recibir a Plural JAI | Judaísmo Amplio Innovador y mantener una extensa entrevista en la que no eludió ningún tema.
Shlomo Slutzky es popularmente conocido por ser el corresponsal de Clarín en Israel, pero pocos en el país saben que también tiene una fecunda carrera como realizador documental, con producciones relacionadas con las comunidades judías de Latinoamérica y su relación con Israel, exhibidas tanto en la TV argentina e israelí como en festivales internacionales de Cine Judío y de Derechos Humanos.
Luego de "El tercero en camino", su último documental en el que describe la compleja trama de las investigaciones por los atentados en la Embajada israelí y la AMIA, Slutzky se encuentra abocado a la posproducción de "Sin Punto y Aparte", un film coproducido por el INCAA y la TV pública israelí, que, según el propio autor, narra “una etapa de la historia argentina que se vincula con la israelí. Miles de jóvenes judíos argentinos provenientes del sionismo socialista se fueron a la izquierda nacional argentina a principios de los setenta, con lo que se produjo una mutua acusación de traición entre quienes partieron a vivir a Israel y quienes se quedaron militando aquí. El destino de estos dos grupos no me es ajeno, y es por ello que estoy reconstruyendo esta historia”.
En efecto, Slutzky fue parte del movimiento sionista socialista Hashomer Hatzair. Y es por eso también que, como cronista del presente, no puede dejar de preguntársele cuál es el espacio actual de la izquierda en Israel. Al respecto, señala que “una de las cosas más interesantes de Israel es que las consignas de la izquierda histórica, fundamentalmente la de ‘Dos Estados para dos pueblos’ son hoy reivindicadas hasta por la propia derecha, pues de hecho el partido Likud la adoptó como uno de sus lemas. Entonces las consignas siguen en pie, pero electoralmente la izquierda israelí está muy golpeada por lo sucedido en los últimos años”.
¿En que consistieron esos “golpes”?
El principal fue el fracaso de la ronda de negociaciones de Camp David, en el año 2000. El entonces Primer Ministro laborista Ehud Barak presionó a Bill Clinton para llevar adelante el encuentro con Yasser Arafat, en donde planteó una propuesta de "Todo o Nada". Si bien ofreció ceder mucho más de lo que Israel había aceptado hasta el momento, pidió a cambio a la Autoridad Palestina que firme una serie de puntos que según Arafat, de ser aceptados, lo llevarían a un magnicidio similar al que sufrió el presidente egipcio Sadat o el propio Itzjak Rabin. Yo escribí en aquel momento en las páginas de Clarín que Arafat tal vez no entendió que casi todo es mucho más que nada, y que podía haber aceptado cuanto menos acuerdos parciales. Pero al mismo tiempo, Barak tuvo un comportamiento altanero, por no aceptar la difícil situación de Arafat y plantear una nueva ronda de negociaciones. Y al regresar a Israel, frente a las cámaras del mundo entero, Barak afirmó que en Camp David quedó demostrado que Israel no tenía interlocutor para la paz, lo cual significó un golpe fuertísimo para los sectores pacifistas y de izquierda israelíes, pero un estímulo tanto para la derecha israelí como para los sectores más duros de los palestinos, como el Hammas o una fracción de la OLP. Meses después se desató la segunda intifada, que a diferencia de la primera, que consistió en manifestaciones en las ciudades palestinas, se basó en ataques terroristas a la población civil, lo que provocó que la mayor parte de la sociedad israelí pidiera una fuerte respuesta. Pero el gobierno de Ariel Sharon, para una gran cantidad de analistas, la realizó de forma mucho más profunda de lo necesario, lo que junto a la construcción del muro de separación en el año 2003, impidió casi toda posibilidad de diálogo con la Autoridad Palestina, justamente el elemento central en la plataforma de la izquierda israelí.
Sin embargo, afirmaba que parte de la derecha tomó algunas de las consignas de la izquierda…
Es que paradójicamente, fue el mismo Sharón quien aceptó en determinado momento la opción del Estado Palestino, y fue el gobierno de Ehud Olmert, figura considerada como “dura” dentro del Likud, el que buscó llegar a un acuerdo con los palestinos desde que asumió en 2005. Algunos señalan que esto fue influido por su esposa, una militante pacifista que incluso afirmó que nunca había votado a su marido hasta que presentó un programa de acuerdos con los palestinos. Pero las denuncias de corrupción hacia el gobierno de Olmert e inclusive hacia su persona, provocaron su caída y el acenso de la derecha tal como la conocemos hoy.
¿Cree que pese a su coalición con la extrema derecha, el gobierno de Benjamin Nethanyau tiene margen de maniobra para políticas conciliadoras con el mundo árabe?
El problema de Netanyahu es que él mismo se ubica en lugares en donde le es imposible maniobrar. Poco tiempo atrás su canciller Avigdor Lieberman, la principal figura del partido de extrema derecha Israel Beiteinu, fue a la ONU y dijo cosas terribles en relación al proceso de paz, abriendo un gran interrogante sobre la posibilidad de acuerdos. Netanyahu afirmó luego que nunca avaló esas palabras, pero no realizó ninguna acción concreta, como se esperaría que se tome contra quien contradice los lineamientos del gobierno en un foro internacional. Si bien es cierto que en ese caso hubiera perdido a los 15 diputados de ultraderecha liderados por Lieberman, quienes sostienen su coalición, al mismo tiempo podría haber llegado a incluir a los 28 del partido de centro Kadima, encabezado por Tzipi Livni.
¿No existió previamente una negativa por parte de Tzipi Livni, de formar una coalición con Nethanyau si no ocupaba ella el cargo de Primera Ministro?
Livni rechazó en efecto ser parte de una coalición con Netanyahu bajo un programa que no de un espacio importante al proceso de paz, incluyendo concesiones territoriales. Pero ella es de todas formas una política pragmática, que incluso llegó a hablar con Lieberman sobre la posibilidad de participar en una coalición encabezada por ella, si este avalaba los acuerdos a los que se había llegado con los palestinos en los últimos meses del gobierno de Olmert. Pero más allá de la situación coyuntural, lo que me interesa remarcar es que incluso en los peores momentos en la relación con los palestinos, cuando los atentados eran noticia diaria, aún allí el 63 % de la población israelí se manifestó a favor de los dos Estados y de la retirada de los colonos, incluso por la fuerza, de ser necesario. Lógicamente, uno se pregunta cómo es entonces que gana la derecha, y la respuesta es porque muchos piensan que solo la derecha tiene la fuerza y el consenso necesario para llevar adelante estas políticas.
¿Cómo incide en este escenario el otro foco de conflicto que tiene Israel, que es Irán?
El principal problema es que el apoyo logístico de Irán al grupo terroristas palestino Hammas cambia no cuantitativamente sino cualitativamente él escenario. Porque una cosa es la agresión con Kassam, que tienen un poder de destrucción relativamente bajo, salvo que explote cerca de las personas, y otra son los misiles Grad enviados desde Irán que llegaron ya a decenas de kilómetros de distancia lejos de las fronteras de Israel.
¿Y en relación al plan nuclear iraní?
A nivel diplomático y militar, Israel no puede permitirse sola un ataque contra Irán, debido a la respuesta no sólo de Irán sino de gran parte del mundo árabe. La alternativa es una coalición internacional, que incluya un gran número de países árabes que no aceptan las políticas belicistas y expansionistas de Irán, y que pueda frenar su desarrollo nuclear militar. El problema es que para ello primero hay que solucionar el problema palestino, porque esa es la principal excusa que tiene Irán para alimentar a los grupos terroristas como Hammas o Hezbollah. Para eso Israel tendrá que ceder, o caso contrario va a sufrir una muy fuerte presión de toda la comunidad internacional, porque si Palestina no corta su nexo con Irán va ser muy compleja cualquier acción.
La dirigencia comunitaria, entre el respaldo y el rol de portavoz
Shlomo hizo alía, es decir emigró a Israel, hace 34 años. Pero su vínculo con la Argentina se mantuvo firme, tanto por su labor como corresponsal del periódico Nueva Sión –en el que había escrito antes de su aliá-, y del suplemento Nueva Presencia a principio de los ochenta, como así también por su función como corresponsal, a partir de los noventa, de los diarios Página/12 y luego Clarín. Su amplia producción documental, lo lleva también a viajar a nuestro país una vez por año, desde hace más de una década.
¿Cuáles son los mayores cambios que observó en relación a la comunidad judía actual?
Cuando emigré a Israel, en 1976, se venía de años de mucha ebullición política y de un gran activismo en la sociedad argentina en general, que se trasladaba también a los movimientos juveniles sionistas, los cuales estaban además muy bien organizados. Hoy noto en la comunidad, como en la sociedad, una fuerte des-ideologización, aunque también una transparencia que no se veía años atrás, cuando era vergonzante afirmar que aún siendo sionista, se elegía seguir viviendo en la Argentina. En lo que respecta específicamente a la dirigencia comunitaria, hay algo que a mi entender continua y me preocupa, que es el hecho de que en vez de cumplir su importante rol de representantes de la comunidad judía argentina, manteniendo también su vínculo especial con Israel, en la defensa de su existencia y el derecho de sus ciudadanos a vivir en paz y a la autodefensa, los dirigentes judíos argentinos hacen la veña ante toda actitud, declaración o conducta de cada uno de los gobiernos israelíes de turno, incluso cuando en el seno mismo de la sociedad israelí se libran terribles debates en torno a las políticas que se ejecutan. De esta manera, aceptan o adoptan voluntariamente el rol de voceros del gobierno israelí, haciéndose cargo de una responsabilidad que los supera y que no tienen porqué cargar sobre sus espaldas y de la comunidad judía. Ese rol a mi entender no les corresponde como representantes de la comunidad judeoargentina, y los perjudica además en su capacidad para entablar un diálogo con diferentes sectores de la sociedad argentina, además de dificultarles la lucha con sectores claramente antisemitas de la sociedad argentina, que aprovechan esta situación y estimulan a alejarse de la comunidad a quienes solo disienten con la política de Israel. En mi opinión, creo que es importante escuchar la voz de las comunidades judías en la Diáspora, sobre todo las de los últimos años tanto en Estados Unidos como en Europa, donde se demostró que se puede ser una voz judía comprometida con Israel, pero que eso no implica necesariamente un apoyo ciego a la decisión de cada gobierno .
Existe una nueva tesis que formula que el antisionismo es la nueva forma de antisemitismo. ¿En qué medida concuerda con la misma?
Es posible que en algunos casos esto sea así, porque yo puedo entender que la izquierda se manifieste en contra de alguna política israelí, pero que esa misma genteporte banderas de Hezbollah, una organización fundamentalista islámica que seguramente prohibiría a cualquier movimiento trotskista, da cuenta de que su manifestación no es contra la violencia… Sé que durante la guerra del Líbano en 2006, Enrique Gorriarán Merlo, quien fuera uno de los líderes del PRT, le comentó poco antes de morir al periodista Herman Schiller que estaba muy preocupado porque las manifestaciones de la izquierda se empezaban a convertir en actos antisemitas. Lo decía nada menos que él, identificado con la ultra izquierda…
Los medios masivos y el rol del corresponsal
¿Cree que los medios reflejan al mundo el conflicto tal como se lo percibe en Israel?
No, el conflicto tiene mucho más grises de los blancos y negros que permiten dar a conocer la mayor parte de los medios. Pero es importante entender que, dejando incluso de lado cuestiones políticas, en los medios actuales existe una concepción ligada al negocio que los han alejado cada vez más de ser instituciones morales. Hoy en día, a mi entender, los medios son en su mayoría empresas dentro del sistema capitalista que intentan maximizar sus beneficios, no solo en la Argentina sino en todo el mundo. Esto lo vemos en todos los ámbitos, incluso en los programas de televisión, que son cada vez más burdos y simplotes, mientras que los medios informativos necesitan sintetizar, simplificar, darle mayor trascendencia a las fotos. Y aún cuando escriba un artículo que exhiba la complejidad de la trama, muchos lectores solo se quedarán con una foto que muestra a un chico palestino frente a un moderno tanque israelí. Tal vez ese niño haya sido enviado por Hammas para provocar una agresión y victimizarse frente a las cámaras, y tal vez el conductor del tanque es un soldado enrolado en el movimiento pacifista, que está allí obligado por su Estado. Pero si no se lee el artículo, sino que solo se ve el titular y la foto, se leerá solo lo superficial.
¿Por qué cree que tanto usted como muchos otros corresponsales en Israel reciben fuertes críticas por parte de un sector de la comunidad judía argentina?
A que cuando reporteamos, piensan que le están tocando a la mamá. Muchos dicen que a la madre se la puede criticar, pero no en público, y menos aún periodistas que son judíos. Es como si se cometiera el pecado de sacar los trapitos al sol. Yo prefiero quedarme con el hecho de que jamás recibí críticas del gobierno israelí y con lo que señalan los voceros de la cancillería israelí desde hace ya dos décadas, en la que siempre me señalaron que yo no miento, no tergiverso ni saco de contexto, sino que el problema es la situación, y eso es lo verdaderamente difícil de cambiar. En lo que respecta específicamente a Clarín, creo que es interesante observar que no es más crítico que cualquier otro gran medio del mundo, pero que a diferencia de gran parte de esos medios, que basan su información solo en lo que les llega de la Agencias de Noticias, me tienen a mí para mostrar algo más, darle un contexto a la noticia y no quedarse solo con lo coyuntural. Y mi compromiso es que, incluso, frente a este contexto del periodismo como negocio, de los titulares rutilantes, de las fotos antes que las palabras, los lectores puedan entender el tema con mayor profundidad, mostrando los grises y humanizando el conflicto, para que se entienda que no hablamos de demonios sino de seres humanos, de dos pueblos cuyas mayorías desean vivir en paz.
¿Cómo le afecta el hecho de ser judío e israelí a la hora de cubrir el conflicto?
Uno es una integridad, lo cual implica que debe actuar con profesionalidad periodística. Y en mi caso, si bien no creo en la objetividad total, sí creo en la honestidad, y siempre me conduje intentando ser fiel a la realidad que observo. A mí me critica, como señalaste, un sector de la comunidad, -creo que muchos de ellos sionistas no realizados-, pero si vieran la prensa israelí, y no solo un diario comprometido con la paz como Haaretz, sino también uno de los de mayor tirada, como Yedidot Ajaronot, podrían observar que los artículos son extremadamente críticos para con los gobiernos, mucho más de lo que aparece en cualquier medio de prensa argentino, Clarín incluido.
¿Y el hecho de ser argentino?
Yo me crié siendo parte de una minoría en la Argentina, y viendo a militares que usaban sus armas contra nosotros. Sin establecer ningún tipo de comparación con el conflicto en Israel, creo que eso me dio una perspectiva y una sensibilidad que tal vez no tenga el israelí medio, y eso me es útil al analizar cualquier tipo de conflicto.
Las voces de la izquierda
¿Cómo son conceptualizados dentro de Israel intelectuales orgánicos de la paz como Amos Oz, Uri Avneri, David Grossman, Gideon Levy o Avi Mograbi?
Son casos diferentes. Uri Avneri es considerado de la izquierda radical, ya que fue de los primeros que habló con los palestinos, a veces usando sus fueros como diplomático y otras sus credenciales de periodista, incluso cuando estaba prohibido encontrarse con miembros de la OLP. Avi Mograbi es un documentalista con un estilo provocador que a veces apunta más a la polémica que a la profundidad. Gideon Levy es un periodista que consecuentemente, desde hace 25 años, reporta en los territorios ocupado de Cisjordania, antes también de Gaza, y describe en Haaretz lo que allí observa, así como un artículo de opinión dominical donde expresa sus ideas pacifistas.
Amos Oz, Alef Bet Yehoshua y David Grossman tienen un fuerte compromiso con la paz, lo que a la derecha los lleva a acusarlos de "vendepatrias". Pero por ejemplo en la guerra del Líbano, no condenaron en un principio la respuesta israelí, sino recién luego de unos días, cuando declararon que era suficiente y que se debía poner término a la misma, incluso cuando Grossman perdió allí a su hijo. Todos ellos son referentes morales para la mitad de la sociedad, mientras que la otra mitad los acusa o bien de ocuparse más de los palestinos que de los israelíes, o directamente de “darle pasto a las fieras”. Pero de lo que estoy seguro, es que su aceptación es mucho mayor que la representación que obtiene la izquierda en las urnas.