Historiador de la Universidad de Haifa y activista en el izquierdista partido Avodá, el israelí Udi Manor dialogó con Plural JAI | Judaísmo Amplio Innovador, para brindar su visión sobre el conflicto en Medio Oriente, así como la postura que la opinión pública israelí tiene en relación al mismo.
Desde su visión, ¿es factible, tal como lo planteó Obama y un sector de la izquierda israelí, la opción de un regreso de las fronteras del 67?
El total de los asentamientos es en solo el 2% de los territorios, y de hecho hasta los discursos de Obama este no era un tema importante. Incluso, luego de los mismos, hasta el presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen, en declaraciones a The New York Times afirmó que Obama lo había puesto en la copa de un árbol y le había sacado la escalera, ya que sí el mismo Obama hacía referencia a las fronteras del 67, a él no le quedaba nada para negociar. El punto es que de los 560.000 judíos que viven en los territorios ocupados, la mayor parte se encuentran en Jerusalém, y esta ciudad ya se encuentra divida de facto, pues los palestinos ocupan también gran parte de su lado oriental, con por lo que el problema se limita a la Ciudad Antigua, que es solo el uno por ciento de su territorio y cuya partición también podría ser negociable. En definitiva, la discusión no pasa por allí sino por un acuerdo entre las partes que respete tanto los sitios ocupados por israelíes como por palestinos.
¿La postura de continuar con los asentamientos obedece a razones ideológicas o existe un cálculo político de trasfondo?
Es una mezcla. Desde lo político, Netanyahu debe jugar un delicado juego con su coalición y el mundo entero, por lo que debe hacer concesiones a su socio derechista, Israel Beitenu, y mostrarse al mismo tiempo moderado para seducir a su otro socio, el izquierdista Avodá así como también a los demás países. Este permanente juego de legitimación mundial y guiño a la derecha define su labor partidaria, pero lo importante en todo esto, es que tal como lo señalo en el último libro que escribí en coautoría con el español Jaume Renyer “Un Estado Judío y Democrático”, ni a Netanyahu ni a ningún gobierno israelí le interesó anexar nada, ni siquiera Jerusalém, porque saben que no habría legitimidad mundial. Desde lo ideológico, está claro que las fuerzas de la derecha en la coalición de gobierno trabajan,- al igual que los islamistas radicales-, para trabar el proceso de paz y asegurar que no exista división alguna.
El discurso de Netanyahu en Washington exhibió una postura conservadora, tras lo cual subió su popularidad ¿La opinión pública israelí ya no cree en procesos de negociación?
Subió en efecto notablemente, y en una palabra te diría que no, que ya no cree. Incluso por el hecho de que el protagonista haya sido Netanyahu, quien tenía una mala imagen por su excesivo pragmatismo y por algunos actos privados, demuestra que su discurso en Washington tocó fuerte a los israelíes. Me cuesta reconocerlo, pero el 60 o 70 por ciento de la población perdió la fe en el proceso de paz, en gran medida por la campaña de deslegitimación de Israel por parte del mundo árabe, a punto tal que hasta algunos líderes palestinos se están preguntando si sus acciones solo están sirviendo para endurecer el país.
¿En qué medida el gobierno israelí es responsable de que en la actualidad no se haya producido ningún tipo de acuerdo?
Por supuesto que hubo gran cantidad de errores, puedo hablar de excesos en las operaciones militares, o en las posturas populistas de Lieberman, más dirigidas a su interés personal para las elecciones de 2013 que a su cargo como ministro. Son temas que sin dudas tocan mucho en lo simbólico, pero no veo a ninguno de ellos como determinante en el conflicto. El problema excede a lo que concierne al gobierno del Estado judío, sino que tiene que ver con la misma existencia de este Estado, ya que gran parte de la dirigencia palestina pareciera no estar dispuesta a aceptarlo de ningún modo.
¿Y a nivel histórico?
A nivel de Estado, siempre existieron dos vías políticas. En un principio, la mayoritaria fue la que proponía la vía de las negociaciones con los árabes, y la minoritaria, la que manifestaba que ello era imposible, ya que los árabes jamás nos querrían, y las concesiones serían utilizadas en contra del Estado de Israel. Después del triunfo en la guerra de 1967, iniciada por una coalición de países árabes que atacaron a nuestro país, comenzó a primar la postura dura, por lo que existió consenso en que era necesario mantener firmeza dentro de una hipótesis de conflicto permanente. Por lo tanto, se cometió el error de buscar dilatar y sostener el stau quo en Palestina, en lugar de seguir activando por las negociaciones. Y como la política es dinámica y no se puede congelar, ese statu quo permitió que por defecto el liderazgo palestino fundamentalista tuviera cada vez más fuerza, con lo que fue cada vez más difícil encontrar puntos de acuerdos.
¿Una sociedad derechizada?
Para Manor, que el 60 o 70 por ciento de la sociedad israelí no crea en un proceso de paz, no significa en absoluto que no esté interesada en alcanzarlo. “En realidad, ese mismo guarismo al que hacía referencia está dispuesto a ceder mucho para lograr la paz. No se trata de fanáticos ni de extremistas, incluso existe un 30% que plantea como yo que Jerusalém ya está de hecho dividida, y que sólo hay que legalizar esta situación. Pero al mismo tiempo, ésta misma opinión pública afirma que para cualquier proceso de paz se necesita un socio, y en este sentido descree del liderazgo palestino ya que, -al margen de la organización terroristas Hamas-, otra supuestamente moderada como la oficialista Al Fatah (N. de la R: ambas organizaciones forman parte del actual gobierno de transición en Palestina) tiene funcionarios que hacen declaraciones antisemitas y programas educativos que promueven la negación de la existencia de Israel. La derecha clásica israelí existe y yo la defino como la que niega la existencia de los derechos de los demás, pero ella solo representa a un 15 o 20% de la población. La gran mayoría, de existir un socio palestino, estaría dispuesta a hacer grandes concesiones a cambio de que se garantice la paz.