CIRCUNCISIÓN
Mis corresponsales me ponen en aprietos. Uno de ellos, no judío, me pide “algo sobre la circuncisión”.
No soy médico, no soy rabino, y mis modestos conocimientos se deben, en su gran mayoría, a un innato interés acerca de casi todos los temas, lo que me ha llevado a lecturas –digamos enciclopédicas y desordenadas—durante la mayor parte de mi ya larga vida.
En fin, trataré de sintetizar lo que conozco del tema.
Este amigo me pregunta si es cierto que la circuncisión es una aliada en la lucha contra el HIV. Según un estudio de investigadores franceses y sudafricanos de hace menos de una década, es equivalente a una vacuna que brinda más de un sesenta por ciento de efectividad en la prevención del contagio, ya que evita de seis a siete de cada diez potenciales infecciones.
En este mismo sentido se ha pronunciado el doctor Pedro Cahn, jefe de infectología de hospitales argentinos y presidente de la Sociedad Internacional del Sida.
Lo curioso del asunto es que la circuncisión no ha sido rito exclusivamente judío, sino que la han practicado muchos otros pueblos. Era usual en el Antiguo Egipto, los abisinios, los cafres, los polinesios y en muchos pueblos de la América precolombina: los aztecas, los mayas, los caribes, tribus amazónicas y otros.
Se cree que el rito se remonta a la Edad de Piedra y lo raro es que, con estas aseveraciones, se puede inferir que pudo haber surgido entre numerosas poblaciones –muy alejadas entre sí—de manera independiente.
Entonces surgen aquí lo que no falta en ninguna creencia o mito: las leyendas.
Fuera de algunas difíciles de creer, como la bíblica de que Abraham se la practicó a sí mismo a los cien años, está la más plausible que el patriarca ya había nacido circunciso.
Y llegamos a la leyenda más pintoresca o menos creíble para muchos. En edades remotas, cuando seres del espacio exterior visitaban nuestro planeta, enseñaron a muchos pueblos primitivos distantes entre sí nuevas maneras de incipiente civilización, cultura y trabajo, por ejemplo la agricultura: esto parece innegable.
Pero hay algo sobre la circuncisión.
La leyenda dice que estos seres espaciales, con una tecnología que aún hoy no se ha alcanzado, tendieron redes de energía –llamémosle nuclear—en distintos lugares de la tierra; y serían rastros de ello especialmente las pirámides que aún existen.
Pues, en una de sus expediciones al espacio exterior adonde viajaron la mayoría de los exploradores interestelares, se produjo una hecatombe sembrando muerte horrible y produciendo enfermedades desconocidas que llenaron de pánico a los terrícolas. Escapaban en todas direcciones, se arrojaban a los ríos, huían a las montañas y se escondían en cuevas.
Cuando regresaron los extraterrestres revisaron minuciosamente a los sobrevivientes y separaron a los hombres que quedaron incontaminados, practicándoles la circuncisión como señal de que el llamémoslo holocausto nuclear (y por un segundo pensemos en las secuelas de Hiroshima, Nagasaki y Chernobyl) no había afectado a ciertos organismos.
Claro, hay que leerlo todo sin anteojeras y después hacernos el balance personal, sacando nuestras propias conclusiones.
Pablo Schvartzman
Concepción del Uruguay, 18 de enero de 2010.
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