El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 181. En ella se recomendaba un plan para resolver el conflicto entre judíos y árabes en la región de Palestina, que se encontraba en esos momentos bajo administración británica. El plan de la ONU proponía dividir la parte occidental del Mandato en dos Estados, uno judío y otro árabe, con un área, que incluía Jerusalén y Belén, bajo control internacional.
El “plan de partición” ganó en la asamble general 181 por 33 votos a favor, 13 en contra, con 10 abstenciones. De sudamérica, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela votaron a favor. Argentina, Chile y Colombia se abstuvieron. Fuera de Palestina y del mundo árabe, el nacimiento del Estado judío encontró un apoyo universalmente favorable, tanto en Occidente como en el bloque del Este.
La incapacidad del Gobierno británico para llevar a cabo este plan, junto con la negativa de los países árabes de la región a aceptarlo, tuvo como consecuencia la guerra árabe-israelí de 1948. El mismo día de la retirada británica, tropas egipcias, iraquíes, libanesas, sirias y transjordanas, apoyadas por libios, saudíes y yemeníes, invadieron el recién proclamado Estado israelí. Fueron derrotadas tras más de un año de enfrentamientos.
El Reino Unido rechazó compartir la administración de Palestina con las Naciones Unidas durante el periodo de transición recomendado por el plan, y abandonó Palestina el 15 de mayo de 1948, fecha en que expiraba el mandato británico y un día después de que David Ben Gurión leyese la Declaración de independencia de Israel en el Museo de Arte de Tel Aviv (adelantada un día de la salida del alto comisario británico para que no coincidiese con el shabat). En esa misma sesión del Consejo del Pueblo se aprovechó para derogar las leyes represivas y antiinmigratorias del Mandato Británico, que limitaban la inmigración de judíos a Palestina.