Desde mi fuerte convicción ideológica, soy testigo de una permanente tarea favor de la convivencia interreligiosa.
Durante 2006, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio; el vicepresidente primero de la DAIA, León Cohen Bello; el presidente del Centro Islámico, Omal Helal Massud; y quien esto escribe, entonces presidente de la AMIA, suscribimos una declaración conjunta ratificando nuestra voluntad de rechazar cualquier forma de terrorismo y fundamentalismo.
Realizamos la declaración en virtud de la convivencia interreligiosa existente en Argentina y como una muestra más de nuestra vocación religiosa comprometida con los más altos valores del espíritu humano relacionados con la paz, la justicia y la fraternidad entre los hombres y mujeres de nuestra Patria y de todos los pueblos del mundo en general.
Hace una semana, escuchamos todos juntos: “Es conmovedor que judíos, musulmanes y católicos hayan viajado juntos por Jerusalén, Amman, Ramallah y hayan llegado a Roma para este encuentro”.
Tales fueron las palabras del Papa Francisco al recibirnos en su residencia de Santa Marta el 27 de febrero, como broche de oro de un viaje interreligioso sin precedentes.
En esta gran experiencia dejamos las semillas y el ejemplo de la integración y de la tolerancia pacifica de las tres religiones que se mantienen unidas en la República Argentina hace décadas. Tal como nos dijo Shimon Peres, presidente del Estado de Israel, durante el viaje: “La paz no la hacen los gobiernos, solamente la hacen los pueblos”.
Mi vivencia me reafirma que preservar la religiosidad de cada grupo es lo que nos obliga a profundizar y continuar en este camino emprendido, en el cual básicamente todos estamos dispuestos a fortalecer nuestra sociedad y volcar en el día a día este ejercicio que acabamos de hacer, que es la convivencia en la diversidad. Propongo para el 2016, en el contexto del Bicentenario de la Independencia, plantear nuevos desafíos para la integración en la convivencia pacífica y respetarnos en las individualidades.
