Quince años después del brutal atentado terrorista contra la sede de la mutual israelita argentina AMIA en el barrio de Once, la persistencia del dolor irreparable se suma a la de la sensación de impunidad por la falta de esclarecimiento, identificación y condena de sus responsables.
La causa judicial a cargo del juez Rodolfo Canicoba Corral que investiga el atentado avanzó con varios pedidos de captura contra funcionarios iraníes que aquel país ha rechazado. Por las irregularidades en la investigación se sigue otra causa, que tiene como querellantes a la AMIA y la DAIA y a las agrupaciones de familiares y amigos de las víctimas.
Mientras las investigaciones judiciales adjudicaron la autoría intelectual y material del crimen a una célula armada de una organización fundamentalista islámica, la conexión local sigue en la más completa nebulosa. Las impericias, negligencias y complicidades posteriores, no hicieron más que perpetuar la impunidad y con ella, la herida abierta y la indignación provocadas por el atentado.
En ese marco, la designación como jefe de la Policía Metropolitana de un comisario imputado de encubrimiento en la causa AMIA, genera justificada preocupación. Por otra parte, la sociedad civil y sus instituciones no se han quedado quietas frente al horror: varias iniciativas educativas y culturales y muestras artísticas brindan su testimonio y homenaje.
El reclamo de Justicia para las 85 víctimas fatales de esa criminal agresión, y para sus familiares, es también la demanda de la seguridad que falta para todos los argentinos.
Hace quince años, la Argentina, fue el primer país americano en sufrir la agresión del terrorismo internacional. Pero aún no logró esclarecer aquel atentado.SClB
http://www.clarin.com/diario/2009/07/18/opinion/o-01960766.htm
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