Si a nadie le molesta, voy a empezar esta página con una cancioncita.
“Fregt di veldt ain alte kashe: traidaraderidirom...
Entfer men: traderidirairom, oy!, oy!... tradiridirom...
Und az men vil ken mej doj zogn: tradirom...
Blaibt doj vider di alte kashe: traidaraderidirom...”
(El mundo hace una vieja pregunta: traidaraderidirom...
Se le contesta: traderidirairom, oy!, oy!... tradiridirom...
Y si uno quiere, incluso puede decir: tradirom...
Siempre queda la vieja pregunta: traidaraderidirom...)
La obligación de los artistas no está en responder preguntas, sino en hacerlas.
El arte no consiste en responder, sino en preguntar.
Para decirlo desde una posición parafilosófica: solo los sabios, los genios y los profetas saben las preguntas, pero tambien saben que no saben las respuestas. En cambio, cualquier shmock cree que sabe las respuestas y las preguntas ni le interesan.
Y no sólo eso, sino que cuanto más shmock es, más seguro está de eso.
Por ejemplo, cualquier shmock sabe que "cuatro" es la respuesta adecuada a la pregunta "cuanto es dos más dos?".
¿Que porqué lo sabe? ¡Porque la pregunta es una pregunta idiota!
Y si no, hágansela a cualquier economista, preferentemente de la escuela de Chicago. Les va a sacar la calculadora, no la va a prender, porque la lleva siempre prendida y le va a decir no sólo que dos más dos es cuatro, sino que no hay ninguna posibilidad de que sea otro número.
Ahora, si la pregunta es un poco mas profunda, como, por ejemplo "¿y porqué dos más dos es cuatro?", ya hace falta ser un poco menos economista y menos shmock para contestar, por ejemplo "¿y cuanto querés que sea? ¿once?".
Claro que los sabios, los genios y los profetas, sospechan que la respuesta correcta podría ser "¿Cuatro? ¿Y de donde sacaste que es cuatro?"
Bien. Hablando de preguntas y respuestas, acá viene una pregunta sencillita: ¿qué es el humor judío?
Pero creo que antes de hacerse este pregunta, hay que hacerse otra, no muy original, por cierto, ya que fué preguntada miles de miles de millones de veces-como lo dice la cancioncita del principio.
Esa pregunta es: ¿qué es ser judío?
Preguntada, miles de miles de millones de veces. Respondida, muchas, muchas veces mal y pocas, muy pocas veces bien.
Pero esas esas pocas veces, que yo sepa, respondida con humor.
¿Quién es judío?
¿Alcanza con que tu mamá sea judía?
Y tu bobe, ¿influye o no?
Si no fuiste al jéider, ¿sos o no sos?
¿Hiciste barmitzve?
¿Con qué rebe?
¿Con cual?
Si fué con ese rebe, entonces no sos judío...
¡Ahhh¡ ¿Fué en el Sheraton?
Entonces sí sos judío...
Y así per omnia saecula saeculorum, ad nauseam et ad infinitum, para decirlo en idish.
Shimon Peres dice: "Judío es aquél que logra que los hijos de sus hijos se sientan judíos".
Respuesta bellísima en su inmensa simplicidad y no exenta de humor, ya que deja completamente de lado las bizantinas y rebuscadas razones de tantos sectarios.
Cuando Hillel le responde al griego que lo desafía a explicar que es el judaísmo mientras hace equilibrio en una sóla pierna, que "judaísmo es no hacerle al prójimo lo que no quieres que te hagan a ti, y el resto es sólo comentarios a esta frase", no sólo le está dando una respuesta correcta; tambien le está dando una respuesta llena de humor.
Es la respuesta de un sabio, de un rabí.
Pero tambien hay otras respuestas.
Por ejemplo, las de los shmocks.
Por ejemplo, la mía.
A veces, en medio de la eterna polémica con la que sufrimos y disfrutamos tanto los judíos, me agarra un ataque de simplificación y me respondo a mí mismo: "no, no somos una raza; no, no somos un pueblo; no, tampoco no somos simplemente una religión, ni solamente una tradición, ni nada más que una cultura. Somos todo eso y más: somos una weltanschauung, una cosmovisión; una manera de ver e interpretar al mundo: la manera judía.
Y para mí, lo curioso del humor judío, es que es una weltanschauung dentro de una weltanschauung. Una manera de ver el mundo dentro de la manera judía de ver al mundo.
El humor judío no es un hecho humorístico, sino una preciosa herramienta de supervivencia.
Los judíos siempre contestamos a una pregunta con otra pregunta.
Es que los judíos somos una pregunta.
Tengo un libro que relata la vida judía en el mundo del fin de siglo, a través de tarjetas postales. En la tapa del libro hay un dibujo extraído de una de esas postales, un dibujo de un signo de interrogación. Sólo que el signo es un viejo judío encorvado sobre sí mismo, y el punto del signo es el planeta sobre el cual está parado.
Lo primero que uno piensa, es que el viejo se está preguntando "¿quién soy?". Enseguida, uno dice "No. Lo que está pensando es "¿porqué soy?".
Pero inmediatamente, uno se corrige y piensa que lo que en realidad piensa el viejo judío es "¿y porqué no?".
Y así uno sigue pensando y pensando todas las posibles preguntas, toda la vida hasta que, sin darse cuenta, se transforma en ese mismo viejo judío.
En ese mismo signo de interrogación.
Gracioso, ¿no?