Una vez más vemos a líderes de EE.UU, Israel y la Autoridad Palestina sonreír frente a los medios. Es una escena que se repetió innumerables veces en los últimos 20 años, y que no logró resolver uno de los más largos problemas internacionales: el conflicto de Oriente Medio. Cambiaron los personajes, pero el debate sigue entrampado en los mismos obstáculos que hicieron fracasar todas las negociaciones que buscan un acuerdo entre israelíes y palestinos.
Las actuales circunstancias no son alentadoras, y cabe poco optimismo sobre una resolución rápida de las negociaciones, pese a que el plazo que se ha dado es de un año. Israel está gobernado por una coalición encabezada por un primer ministro que en su larga historia política ha dado muestras de intransigencia en la defensa de la seguridad de su país y nunca ha sido proclive a concesiones.
Sin embargo, el diálogo puede fructificar. El hecho de que Netanyahu sea un líder de postura dura podría ser un punto positivo. Pocos como él tiene más credibilidad para llegar a un arreglo que implique concesiones. Como previendo que el futuro no será fácil, Netanyahu anunció que podría someter a referéndum cualquier acuerdo al que se llegue.
Los palestinos, en tanto, están viviendo una intensa guerra civil entre el gobierno de Mahmud Abbás y Hamás, que controla Gaza y es fuerte en algunos sectores de Cisjordania. La legitimidad de Abbás para llegar a un acuerdo fue puesta en jaque en estos días por Hamás con serios ataques terroristas que causaron la muerte de varios israelíes.
Siempre se ha dicho que sólo EE.UU. puede presionar suficientemente a ambas partes para sentarse a la mesa de negociaciones. También Obama consiguió hacerlo, pero está en duda que logre un éxito definitivo. El mandatario estadounidense tiene suficientes problemas en casa y en el exterior como para jugarse el todo por la paz en Oriente Medio.
El presidente y su partido enfrentan en noviembre unas elecciones que pueden serles adversas. Con su popularidad en el nivel más bajo desde que asumió, Obama necesita éxitos en cualquier frente que lo impulsen en las encuestas; en este caso la política internacional puede serle conveniente. Si en un año israelíes y palestinos lograsen vislumbrar una solución a su conflicto, efectivamente Obama podría beneficiarse de ese proceso y sumarlo a otros aspectos imprescindibles para impulsarlo en el camino a la reelección.
Estas negociaciones son todavía una caja negra. Podemos ver lo que hay fuera, los inputs y outputs que entran y salen, pero nada sabemos de lo que ocurre dentro. Muchos trabajan en favor de ellas dentro de la caja negra. Pero hay varios que accionan en dirección contraria, poniendo todos los palos posibles.
Mientras tanto, Netanyahu y Abbás, obligados a salvarse la cara mutuamente ante sus opiniones públicas, se vigilan uno a otro de reojo. El primero que se levante de la mesa cargará con toda la culpa. Como en el rodaje de una película, aquí se puede decir: "silencio, se negocia". Pero nadie sabe aún si el filme tendrá un final feliz o será otra oportunidad desperdiciada.
Los árabes son apenas la astuta excusa de Liberman para llevar a cabo su verdadero plan. Y nosotros nos despertaremos un buen día y nos daremos cuenta que, así como en el cuento del obrero soviético, nos robaron la "empresa" en plena luz del día con nuestra total aceptación, y que ella quedó totalmente vacía.