Pensar en falsos problemas

Posteado el Sáb, 24/10/2009 - 19:40
Autor
Pragia Azar
Fuente
Para Plural JAI

 
Cuando pensamos en los grandes temas del judaísmo como la continuidad, la transmisión y el futuro del pueblo, aparecen  incertidumbres, preguntas y falsos problemas.
 

¿Qué es un falso problema?
Según Bergson, los falsos problemas son aquellos que se definen por el más o el menos, problemas de desorden, falta, déficit. Cuando alguien no responde a lo que esperamos, lo tomamos solamente como la falta o la ausencia de aquello que nos interesa.
 
Parecería que en nuestra comunidad estamos siempre intentando resolver problemas que ya vienen planteados, es decir, nunca nos cuestionamos la formulación de los problemas, corremos detrás de las soluciones sin preguntarnos si esos son nuestros verdaderos problemas. Y entonces nuestra capacidad creativa queda obturada por la inercia incuestionada de responder a lo ya dado.
 
Bergson señala que si suponemos que algo falta es porque partimos de la premisa de lo que debiera ser. El falso problema radica en una ilusión fundamental, un movimiento retrógrado de lo verdadero, por el cual consideramos que el ser, el orden o lo existente se preceden a sí mismos o preceden al acto creador que los constituye.
La idea de no ser aparece cuando en lugar de captar las realidades diferentes que se van dando paso a paso indefinidamente, las fundimos en la homogeneidad de un Ser en general.

¿Qué es ese ser general? Jacques Hassoun en su libro “Los contrabandistas de la memoria” da algunas respuestas a esa homogeneidad vinculando estos conceptos a la transmisión.
Escribe:
“¿La transmisión recibida y ofrecida como herencia supone el eterno retorno? Esa tendencia a "fabricar" loros o clones no es intrínseca a la transmisión. Lo que me resulta apasionante en la aventura propia de la transmisión, es precisamente que somos diferentes de quienes nos precedieron y que nuestros descendientes es probable que sigan un camino sensiblemente diferente del nuestro... Y sin embargo... es allí, en esta serie de diferencias, en donde inscribimos aquello que transmitiremos.
Un paso más me permitirá afirmar algo que es más que paradójico: una transmisión lograda ofrece a quien la recibe un espacio de libertad y una base que le permite abandonar (el pasado) para (mejor) reencontrarlo.


Además, transmitir equivaldría tal vez a tener en cuenta que jamás evitaremos a nuestros descendientes el hecho de que su camino esté sembrado de obstáculos cuando intenten conciliar la historia pasada con lo actual de su deseo subjetivo.
No en el sentido de un intento desesperado de crear una identidad-calco entre los predecesores y los descendientes sino al modo de un discurso que sería procesado -clandestinamente, como un contrabando- de aquello que se ofrece como herencia.
Pero del mismo modo que no hay herencia sin que una parte se pierda, no hay
transmisión de cultura, que no conozca esta pérdida, esta porción de olvido que comanda la memoria, la modula, y permite que a partir de la repetición, en su misma evanescencia, la modernidad -la diferencia- pueda ser recibida.

Y si adherimos a la proposición de Herder, "la diferenciación real de los hombres es más importante que su igualdad específica"; entonces podemos afirmar que es más hacia la diferenciación que hacia la especificidad que se dirige la transmisión tal como nosotros la entendemos, es decir, aquella que permite aprehender plenamente lo que me diferencia de quienes poseen una historia similar a la de los míos, pero que también me diferencia de aquellos cuya genealogía es diferente y entre los cuales transcurre mi vida.
Me autorizo así a vivir no como un falso clon, no como una pieza incongruente y siempre susceptible de volverse terrorífica, sino como un elemento entre otros cuyas modalidades de diferenciación son subjetivamente tenidas en cuenta.”

Jacques Hassoun nos trae un pensamiento muy potente, es a través de la diferencia que recibimos y transmitimos.
 
Entonces, ¿cómo pensar esto? Es complejo, pero en la introducción al libro de François Jullien: “La inteligencia de hacer posible lo imposible”, leí algunas ideas  muy interesantes que nos pueden ayudar a pensar en un posible falso problema y en como enfrentar este dilema de la transmisión que es tan actual y acuciante a la comunidad judía.
 
Nos propone pensar desde los bordes y salir de ese Ser homogeneizador, de un solo modelo.
“Tienen que existir  quiebres y desplazamientos justamente allí donde todo se ha instalado hace ya mucho tiempo. Abriendo un juego de pliegues y contrapliegues, nos desafía a pensar desde los intersticios”
“El pensamiento chino nos saca de esa costumbre/pliegue, la del pensar y actuar según modelos, pues no construyó un mundo de formas ideales…¿Estamos dispuestos  a pensar aquello que de tan propio ya no pensamos?"
“Algo así como mirar por debajo de nuestros propios zapatos. Apenas un sutil cambio de dirección, del más allá al más acá, es suficiente para abrirle otra escena al pensar y al actuar mismo”.

 
La continuidad depende justamente de la diversidad en el judaísmo, de las diversas formas de transmitir.
 
Pero aquellos judíos que abogan la libertad de elección para su vida desean que sus hijos sientan la misma libertad y por eso no sugieren ninguna elección. Nuestras  elecciones  tienen que estar basadas en el conocimiento  judío cualquiera sea su orientación.
 
Nos preocupamos por los judíos del futuro, el énfasis lo tenemos que colocar en el presente de cada uno, holsa desde lo individual, desde el deseo subjetivo de cada uno, el pensar en esa "continuidad judía" asusta y creo que en el fondo paraliza. Porque es un falso problema el pensar qué va a pasar en unos años con los judíos de Argentina o del mundo o que sólo hay una manera de transmitir. Nos olvidamos del aquí y ahora de cada judío.
 
Hay un cuento Jasídico que trae Martín  Buber y que se llama "la pregunta esencial".
Se cuenta que Rabí Susia relató a sus discípulos que si al  llegar al cielo le preguntara Dios, por que no fue Moshé Rabeinu, el sabría que contestar, pero si le preguntan por que no fue Rabí Susia, no sabría que decir.
 
Deleuze dijo: "en la totalidad no hay nadie".
 
¿Qué puede transmitir cada uno al que tiene al lado?
¿Qué puede cada judío hacer y desde ahí hacer entramados que nos fortalezcan a todos los que pensamos que no hay una forma de ser judíos?

Pasamos desapercibidos, dejamos a otros la misión de transmitir.
Para poder elegir lo qué transmitir tenemos que conocer nuestros valores judíos.

El problema es que dejamos en manos de otros el conocimiento, entonces no transmitimos o nos conformamos con que otros transmitan.
Los espacios que se dejan son ocupados inmediatamente por otros y se transforman en falsos problemas.
Tenemos que crear nuevas respuestas para  que los problemas no sean falsos.
¿Tenemos la disposición al conocimiento?
 
Está en nuestras manos formular los problemas reales.
 
Pragia Azar
Rectora
Escuela Secundaria Scholem Aleijem

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