Excelentísima Señora Presidenta de la Nación Argentina Doña Cristina Fernández de Kirschner.
Antes que nada permítame que me presente. Mi nombre es Israel Winicki, periodista e historiador. Nacido en la Argentina, hace varios años, junto con mi familia (esposa y dos hijos), tomamos la decisión de emigrar a Israel (no por motivos económicos, sino por una cuestión de búsqueda de nuestras raíces). Aunque siempre, en nuestros corazones, permanecimos ligados a la Argentina, país que, en su momento, recibió a nuestros abuelos, donde crecieron nuestros padres (tantos unos como otros ahora yacen también en suelo argentino), como ocurrió con tantos otros inmigrantes que llegaron al Plata en busca de un futuro.
Fui uno de los que aplaudieron su reclamo ante todos los foros internacionales de que la República Islámica de Irán entregara a los sindicados como responsables del atentado contra la AMIA (ahí perdí a muchos amigos).
Hasta aquí las presentaciones.
Ahora vamos al tema de esta carta abierta.
La decisión de su gobierno de reconocer al Estado Palestino me provocó una reacción ambivalente. Por un lado, como integrante de un pueblo que durante miles de años se vio despojado de su tierra y estuvo condenado a vagar de un extremo al otro del mundo, soportando humillaciones, persecuciones y matanzas como el Holocausto, no puedo menos que solidarizarme con otros que también buscan forjarse su futuro en su propia tierra. Pero por otro lado, tengo unas cuantas dudas que, quizás, usted comparta conmigo.
- ¿Qué Estado Palestino apoya usted? ¿El gobernado por la Autoridad Palestina, que desde Oslo hasta ahora lo único que ha hecho es aferrarse a pretextos para abandonar la mesa de negociaciones, echando toda la culpa sobre Israel? ¿Un Estado Palestino gobernado por el fundamentalismo islámico de Hamas, que se niega a reconocer la existencia de Israel y continúa bombardeando el sur israelí desde Gaza?
- ¿Cómo se delimitarían las fronteras de ese estado? ¿Por imposición de la ONU o por negociaciones directas entre las partes, en las que, por una vez, no sea Israel el que entregue tierras a cambio de… nada?
- ¿Cuál sería su capital? ¿Jerusalén, por la cual mi pueblo lloró por dos mil años y que durante 19 años estuvo dividida sin que ningún estado árabe afirmara que la parte oriental era la capital de Palestina?
Señora Presidenta, como ciudadano israelí amo la paz, quiero la paz, quiero convivir en paz con mis vecinos. Mi hijo hizo el servicio militar en Israel, como lo hizo mi yerno. Y al verlos de uniforme se me retorcía el corazón, pues acá, nuestros chicos, cuando parten a sus bases, dejan a sus padres esperando que vuelvan enteros y no en un ataúd. Me duele en el alma que mis nietas, una de 6 años y otra de 3, algún día deban entrar al ejército. Quiero que nuestros chicos puedan soñar en paz. No quiero que haya otro Guilat Shalit.
Lamentablemente nuestros vecinos no piensan igual, ellos hacen un culto de la muerte.
Señora Presidenta, yo también quisiera un Estado Palestino JUNTO A Israel, trabajando en paz por el progreso de la región y de los pueblos que la habitan, pero hasta ahora debo ser pesimista, pues lo que veo es que ellos quieren un estado EN LUGAR DE Israel. Las fronteras del 67, que en realidad no son fronteras, sino líneas de armisticio, no son más que una excusa. Hasta ahora solo han exigido de Israel, pero no han dado nada a cambio.
Por último debo agregar que sólo se puede reconocer aquello que existe, y el Estado Palestino no existe, y, permítame que vuelva a ser pesimista, nunca existirá, no por culpa de Israel, sino por culpa de sus propios dirigentes, acostumbrados a mendigar ayuda del mundo para su propio beneficio, acostumbrados a mirar el futuro con la nuca, acostumbrados a recelar uno de otro, acostumbrados a emitir un doble discurso (recuerde que en su momento, cuando Arafat comenzó las negociaciones con Israel, dijo en una entrevista para un diario árabe que “cualquier negociación con Israel de tierras a cambio de paz no es sino parte de una política por etapas destinada a establecer un Estado Palestino desde Amman al Mediterráneo”).
No le pido que revea su decisión, usted es la Presidenta y detrás de las declaraciones debe haber algo mucho más profundo, hasta me atrevería a decir que es un deseo de justicia, pero por el otro lado, a veces el deseo de justicia tapa la realidad, y la realidad en este caso es que mi país anhela la paz, pero no la paz de los cementerios, sino una paz real basada en la convivencia y el respeto mutuo a la autodeterminación de los pueblos.
Le pido que reflexione sobre estas líneas.
Sin otro particular, la saluda con todo el respeto debido a su persona e investidura:
ISRAEL WINICKI
BEER SHEBA
ISRAEL