Argentina
Tierra de vidalas y Salmos.
Tierra de cobijo para inmigrantes.
Tierra de creación de gauchos judíos.
Tierra de sembrado de semillas y de cosecha de doctores.
Tierra de Gerchunoff, César Tiempo y Milstein.
Tierra de costureros y hojalateros.
Tierra de maestros y aprendices.
Tierra de diversidad y universidad.
Tierra que forja nuestra identidad tan judía como argentina
y tan argentina como judía.
Tierra que nos enseña que identidad y memoria
son dos caras de una misma moneda.
Tierra que nos convoca en este día de profundo carácter simbólico
a habitarla a través del arte de la memoria.
Memoria que nos interpela y nos demanda;
Memoria que incomoda al cómodo y acomoda al incómodo:
Evoco la memoria en el derecho de los pueblos originarios.
Evoco la memoria de los padres de la patria.
Evoco la memoria de los que ejercieron el poder con decencia y humildad.
Evoco la memoria de los obreros muertos en la Semana Trágica.
Evoco la memoria de los desaparecidos en la dictadura y los chicos de Malvinas.
Evoco la memoria de los muertos en la Embajada y en la AMIA.
Evoco la memoria de las voces marginadas, de los pobres y los excluidos.
Porque la memoria afirma la vida, y nos compromete con la humanidad.
Porque la memoria detiene cualquier abuso de poder,
otorga espíritu de resistencia y dignifica.
Porque la memoria rescata de la humillación y el exilio.
Porque la memoria exige que la autocrítica no sea mera disculpa
sino el ejercicio que nos ayude a retomar nuestros ideales como nación.
Invocamos a Dios
En esta celebración del Bicentenario, para que nos guíe y nos desafíe a seguir construyendo, a través de la memoria, un porvenir con un compromiso activo, de modo tal que los siglos nos vuelvan ejemplo de prosperidad, solidez, integración e integridad y que la gente diga con orgullo:
al gran pueblo argentino, Shalom.
* Rabino. Comunidad Bet El. Texto pronunciado en el Tedéum de Luján.