Estimados,
Más de una vez habrán soñado con vivir para ver el establecimiento de dos Estados para dos pueblos, ¿verdad? Pues el sueño se hizo realidad hace mucho tiempo. ¿Fantaseaban con un Estado de bienestar? No busquen más; ya está aquí. ¿Salieron a manifestar en favor de viviendas asequibles? Pasen y vean; la lucha dio sus frutos. ¿Se esforzaron para que Israel reduzca su enorme presupuesto de seguridad? Ya lo consiguieron. ¿Exigieron aulas con pocos alumnos, jornadas escolares completas y educación universitaria gratuita? Todos esos anhelos se hicieron realidad en el Reino Ultraortodoxo, que convive pacíficamente - a veces - con el Estado de Israel.
El Reino Ultraortodoxo es un Estado de bienestar capaz de provocar la envidia de los países escandinavos. La mayoría de sus habitantes viven de pensiones y subsidios, y están casi completamente exentos del pago de impuestos y tasas municipales.
En el Reino Ultraortodoxo se desarrollan monumentales proyectos de viviendas, puestos a disposición de sus súbditos a precios irrisorios. Su sistema educativo posee muchas ventajas en comparación con los reinos vecinos: menos alumnos por clase, y con estudiantes que no están obligados a hacer ningún esfuerzo especial en estudios básicos o prácticos, lo que les permite concentrarse en sus cuestiones espirituales con toda tranquilidad.
Afortunadamente, el Reino Ultraortodoxo no tiene ejército, y no lo necesita, gracias al tratado de defensa que mantiene con su vecino más cercano. Ciertamente, resulta muy dificultoso ser una mujer en dicho reino, pero, como se sabe, ningún país democrático tiene derecho a interferir en los asuntos internos de un Estado independiente y soberano.
Últimamente ocurrieron varios altercados fronterizos entre Israel y el Reino Ultraortodoxo; hechos conflictivos que incluyeron escupitajos, maldiciones, humillaciones a ciudadanos israelíes, protestas con Estrellas de David amarillas y vasallos del reino disfrazados con trajes de campos de exterminio nazis. Sin embargo, tal como se encargaron de explicar el primer ministro israelí y muchos expertos, dichas acciones fueron la expresión de grupos disidentes minúsculos que no representan a la mayoría de los habitantes del reino que apoyan decididamente el acuerdo de paz con Israel, y sus ventajas. Según la evaluación de los entendidos, las víctimas de estos radicales fundamentalistas, que pretenden hacer cumplir los reglamentos ultraortodoxos dentro de las fronteras de Israel, no son las mujeres acosadas, sino más bien el conjunto de la población ultraortodoxa, que es completamente inofensiva.
Algunos afirman que los últimos incidentes fronterizos tuvieron su origen en una serie de malentendidos territoriales inocentes. ¿La línea de autobús que va de Ashdod a Jerusalén, la que abordó la joven Tania Rozenblit, hace su recorrido en territorio soberano israelí o ultraortodoxo? ¿Y la línea 49A, a la que subió la soldado Dorón Matalón? ¿Y la vereda de Beit Shemesh, por donde Naamá Margolis, la niña de ocho años, todavía tiene miedo de caminar? ¿Es posible que Tania y Naamá pudieran haber invadido comarcas del reino sin darse cuenta?
Los acuerdos fiscales entre ambos países, que rigen el financiamiento del Reino Ultraortodoxo por parte de los contribuyentes israelíes, son inquebrantables, así como los pactos militares que garantizan su protección por parte de Tzáhal, y el convenio judicial que otorga al reino el control sobre asuntos de matrimonio, divorcio y entierro. Sin embargo, las fronteras geográficas entre ambos Estados nunca fueron claramente definidas. En consecuencia, resulta natural que el alto crecimiento demográfico en el Reino Ultraortodoxo provoque cada tanto el desplazamiento de la línea fronteriza, como parte de una lenta - y, finalmente, justificable - anexión de territorio israelí. Tal proceso de expansión ultraortodoxa y de repliegue israelí entraña un único peligro: El Reino Ultraortodoxo podría perder completamente los favores de aquella mano que le da de comer.
Con sorprendente honestidad, el ministro del Interior, Eli Yishai, declaró hace poco que una ciudad del Reino Ultraortodoxo ya no percibiría ingreso alguno, y que como no recauda impuestos locales, no podría sobrevivir. Sí; definitivamente es bueno sentirse necesitado de vez en cuando.
La cuestión que rodea a la exclusión de las mujeres por parte del Reino Ultraortodoxo no debe reducirse a la condena firme y la aplicación local de la ley, tal como pretende el gobierno israelí. Podría ser también una oportunidad para abrir un debate franco y honesto acerca del dinero, el poder y los privilegioss otorgados por todos los gobiernos israelíes al Reino Ultraortodoxo a cambio de su apoyo político; un tipo de acuerdo que conlleva un precio muy alto para muchos israelíes. Esa fue una de las principales causas de la multitudinaria exigencia de justicia social en el verano pasado.
Los ilustres estrategas israelíes deberían evitar ese debate sólo en el caso de que el suicidio colectivo llegara a resultarles la opción más conveniente. Después de todo, lo único que necesita la estupidez para triunfar es que los ciudadanos honrados no hagan nada para impedirlo.
¡Buena Semana!