Ya pasó este 18/7, un 18 que solo trajo más dolor al dolor.
Dolor por saber que después de 18 años no hay ningún preso por el atentado más artero que la Argentina pudo haber sufrido
Dolor por tener la certeza absoluta de que, para que justamente no haya preso alguno, se edificó en torno a la investigación un tramado de ocultamientos, de desvíos de pruebas, incluso de destrucción de algunas, nunca visto en la historia judicial de Argentina.
Dolor por la soledad, parecería a 18 años del atentado que la indignación inicial, el ansia de justicia, la necesidad de esclarecimiento, solo es patrimonio de la comunidad judía.
Como si el atentado no hubiera sido también un atentado al seno de la sociedad argentina.
Pero además de esos motivos para sentir dolor tenemos la lacerante evidencia que nuestra dirigencia ha barrido de su lista de prioridades el reclamo por justicia.
Si alguna prueba hacía falta para comprobar esto fué el vergonzoso acto presidido por AMIA en Pasteur el Miércoles pasado.
Un presidente que pronunció un discurso vacío, casi sin bronca, como si estuviera cumpliendo un acto protocolar.
Un presidente que no se dirigió al público que estaba ahí, y el público que por distintos motivos no estuvo pero veía el acto por televisión, escuchaba por radio, o esperaba enterarse por los sitios de noticias.
Un presidente que solo se dirigió específicamente al gran Rabino de la Argentina, marcando claramente quienes son sus referentes y a quién responde.
Pensé mucho en lo que pasó el Miércoles, la negativa a ser acompañado por familiares, la falta de invitación a algún orador por fuera de la comunidad, pero que fuera una figura representativa de la sociedad (recordemos que el año pasado nada más y nada menos que el juez Baltasar Garzon se dirigió al público en el acto).
Los comentarios anteriores del jefe espiritual ( a esta altura de los hechos sospecho que es más que un jefe espiritual) acerca de la decisión de dejar afuera a los familiares, destinados solo a provocar fastidio en los sectores no ortodoxos de la comunidad.
Pensé en todo esto y me asaltó una imprescindible pregunta: por qué?.
No tenía respuesta y entonces me formulé otra pregunta: para qué?
Ahí empecé a entender la respuesta.
Es doloroso comprobar que el resultado de dar tanto la espalda al común de la gente solo puede tener un resultado, quedarse solos.
Y eso, en un año electoral, es bueno o malo para el oficialismo actual?
Podríamos ingenuamente creer que es malo, pero la realidad es que cada día que pasa me doy cuenta que es todo lo contrario.
El oficialismo funda su poder en la cohesión, la obediencia extrema, la cerrazón de sus militantes (al decir de uno de sus referentes máximos: “somos verticalistas”)
Entonces queda claro que sus militantes, sus asociados, sus simpatizantes nunca cuestionarán las decisiones que tome su líder.
Aun cuando esas decisiones se den de bruces con elementales criterios democráticos.
Siempre tendrán asegurados su piso de votantes, y mientras más duros se muestren más refirmaran su liderazgo.
Sus votantes no quieren lideres contemplativos, no les interesa el consenso, el Shalom Bait solo es pertinente si de resultas de él, seguirán prevaleciendo y decidiendo aun en temas en que no tienen incumbencia.
Los sectores más abiertos, más cercanos a la democracia, los menos comprometidos con el devenir de la comunidad, solo sienten molestia con este estado de cosas y este estilo de conducir.
Entonces que hacen?:
Se alejan de la comunidad.
Escuchamos estos días: ”no me siento representado por estos dirigentes, por lo tanto me voy de la comunidad”
“No me pienso involucrar, para que si total ellos siempre imponen su voluntad”
” No tengo lugar en la comunidad, prefiero actuar en la vida política argentina”
Y otras frases que palabra más o palabra menos expresan lo mismo, “este no es mi lugar”
“Mi lugar está afuera de la comunidad”
Claramente estos sentimientos atentan contra la expresión de un cambio en el seno de la comunidad, contribuyen a perpetuar a estas autoridades que tienen, como expresé más arriba, el flujo de votantes asegurado.
Entonces que podemos hacer los que no queremos una continuidad de este estado de cosas?
Lo primero, lo básico, es esclarecer.
Informar, advertir que no todos somos así, que somos muchos los que no acordamos con esta manera de conducir NUESTRA comunidad.
Que somos muchos los que aún discrepando con algunos familiares creemos que todos tienen derecho a expresarse, que podemos debatir, dialogar, incluso pelearnos, pero en libertad absoluta.
Que además somos mayoría los que pensamos así.
Que tenemos herramientas y oportunidades para cambiar, y cambiando podemos engrandecernos.
Que podemos volver a tener orgullo de pertenecer a una comunidad judía abierta, inclusiva, tolerante, y pluralista.
Pero que necesitamos involucramiento, activismo.
Tenemos que conseguir que en las próximas elecciones de AMIA (único ente comunitario de primer grado) seamos muchísimos los votos de los que pensamos de esta manera.
Con diferencias, como no podrían haberlas?, somos mayoría los que queremos una comunidad que honre la tradición de nuestro pueblo, una tradición que además de la lógica expresión religiosa (también diversa) dio siempre lugar a la cultura, el arte, la solidaridad.
Necesitamos esos 14000 votos, o más aún, solo asegurando un espectro así de votos podremos empezar a cambiar la comunidad, no dejando afuera a nadie, por el contrario, incluyendo a todos, aun a los que nos niegan legitimidad y pertenencia.
No podemos caer en la tentación de dejar el gobierno a aquellos que nos están provocando tanto daño
Se avecina un tiempo de cambios, estemos a la altura de las circunstancias.
Mario Goldberg
Secretario General de FEDECC