Respuesta al artículo de Pablo Hupert

Posteado el Mar, 15/02/2011 - 12:20
Autor
José Chelquer
Fuente
Pensandonos.com.ar

 

O me pliego a un Estado cruelmente criminal o soy cómplice de las amenazas antisemitas…”.

Pablo se anticipa al efecto de sus palabras y agrega una aclaración en una nota al pie. Antes de discutirla, ¿cuál es el significado llano de la expresión?

Si se califica a un Estado como “cruelmente criminal”, debe suponerse que la calificación agrega información. No se habla de “cuadrados que son rombos paralelogramos” ni de “perros mamíferos” porque todos lo son. De modo que si Israel es un “Estado cruelmente criminal” se debe estar hablando una característica notable y distintiva.

Cruelmente criminal” vendría a ser (diccionario mediante) “el que ha cometido acciones voluntarias de matar o herir gravemente (criminal), deleitándose en hacer sufrir o complaciéndose en los padecimientos ajenos (cruelmente).

Hupert, en cambio, agrega una nota al pie que pretende aclarar la –conscientemente explosiva- frase:
“(…) El carácter criminal del Estado de Israel no es exclusivo sino general de todo Estado. (…)También es propia del Estado la crueldad de sus crímenes, pero cada Estado la despliega con sus especificidades.”

Caramba. Parece que entonces Israel es que la condición de ser “cruelmente criminal” es una consecuencia inevitable de su condición de Estado, porque el carácter criminal es “general de todo estado” y “es propia del Estado la crueldad de sus crímenes”.

Si es así, ¿siente Pablo Hupert la misma asfixia a la hora de reconocer que es argentino, y que por tanto su identidad está vinculada con el (cruelmente criminal) Estado argentino? ¿Cree que sentiría la misma asfixia si fuera francés, sueco o belga? ¿Qué la sentirán los palestinos cuando, finalmente, tengan su propio Estado?

Si así fuera, habría que conceder que los israelíes que se oponen a un Estado palestino ¿le están ahorrando a los palestinos los sufrimientos y la asfixia derivados de la organización estatal? ¿O para que exista asfixia debe haber, del otro lado, el equivalente del antisemitismo y entonces los otros puede permitirse tener un Estado sin sufrir asfixia?

La nota al pie de Hupert me recuerda una frase de Ricardo Feierstein, con quien probablemente tenga otros puntos en común. Hace algún tiempo, cuando planteó que “Israel todavía no es un Estado fascista”, me resultó curiosa la frase. ¿Qué significaba ese todavía? Después de todo, también podría decirse que yo todavía no soy un asesino o que él todavía no es calumniador… Su aclaración, en una línea similar a la de Pablo, consistió en que “ser un Estado es un requisito para ser fascista; por lo tanto, Israel podría ser fascista; si los judíos, en cambio, no hubiesen constituido un Estado, estarían a salvo de esta amenaza”.

Este tipo de pareja afirmación-aclaración resulta perturbadora: en la superficie parecen decir algo muy duro y a la hora de aclararlo, se diluyen hasta volverse triviales.

Hay (por lo menos) tres formas de interpretar este tipo de afirmaciones:

  1. El que las profiere es profundamente anti-Estado, y así como aplica su furibunda crítica al Estado de Israel, la aplica a los demás –sólo que no nos ha tocado en suerte leer algún artículo sobre el cruelmente criminal Estado noruego o uruguayo.
  2. Una segunda posibilidad es que el autor atribuya a los judíos una categoría distinta del resto de la humanidad, por lo que lo que resulta tolerable o inevitable en los demás es causa de asfixia y culpa en sí mismo. Los estados son crueles, criminales y la peor receta para quien no quiere caer en el fascismo; los gentiles viven formando Estados pero los judíos estamos para más que los demás. Suena discriminatorio hacia los no judíos, ¿verdad?
  3. Finalmente, cabe la posibilidad de que el autor, en realidad, haya aceptado referirse a Israel con clichés difundidos en algún medio, pero difíciles de sostener y argumentar, por lo que mantiene las afirmaciones en toda su virulencia pero evita el cuestionamiento diluyéndolas.
     

Obviamente hay más interpretaciones posibles, pero menos probables toda vez que estamos refiriéndonos a intelectuales reconocidos que, seguramente, saben lo que significan sus palabras.
 

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