Destellos en la penumbra (primera parte)

Posteado el Lun, 24/05/2010 - 16:49

DESTELLOS EN LA PENUMBRA (1ª NOTA)

El singular difusor de la cultura judía en el continente Eduardo Weinfeld, a quien dediqué mi libro “Judíos en América” (1963), escribía hace más de medio siglo: “El lector judío estaba acostumbrado a cierta dosis de antisemitismo en el ambiente, como el habitante de la ciudad moderna se acostumbra al veneno de los vapores de la gasolina que salen de los tubos de escape de los automóviles. Ninguno de los dos parecía mortífero y no se les daba mucha importancia”. (Yo me pregunto si solamente se puede hablar en pasado…).

Estas notables frases son originales del mismo Weinfeld que dirigió –entre otras importantísimas obras de interés judío—la monumental colección “Tesoros del Judaísmo” en diez tomos, publicados entre 1957 y 1959. Allí hay un verdadero tesoro de la literatura judía: cartas, documentos, historia, leyendas, etc. de todo el mundo, seleccionados con inteligencia y tino.

Uno de los tomos se titula “Destellos en la penumbra” y contiene --en casi quinientas páginas—cuentos, poemas, y extractos de libros de interés judío por autores no judíos, una selección de unos sesenta autores realmente invalorable. Se puede encontrar ahí desde Cervantes y Lope de Vega hasta Rubén Darío y Gabriela Mistral, desde Bocaccio hasta Malaparte, de Voltaire a Sartre, rusos, alemanes, ingleses, suecos, polacos, chinos, etc.

Y esto me viene a la memoria cuando, releyendo el notable libro “La revolución rusa” de Alan Moorehead (1959) en la página 97 encuentro: “El zar Nicolás se sentía muy fuerte. Contrariando el consejo de Rasputín, apoyó las leyes antijudías y en adelante sólo eran designados para los puestos de gobierno sus partidarios más reaccionarios”.

Resulta que el tan vilipendiado monje Rasputín (1864-1916) había defendido a los judíos frente al furioso antisemitismo de Nicolás II. Estas son las sorpresas con que uno se topa.

Y hablando del imperio zarista , no puedo dejar de copiar algunos párrafos –solamente algunos—de lo que escribió el patriarca de la literatura rusa León Tolstoi (1828-1910) sobre los judíos, tomado de ese tomo de “Tesoros del Judaísmo”: “¿Qué es un judío?

La pregunta no es tan rara como parece. Vamos a ver qué clase de criatura peculiar es un judío, a la que todos los gobernantes y todas las naciones han afrentado y molestado, oprimido y perseguido, pisoteado y asesinado, quemado y colgado, ¡y que a pesar de todo esto aún está viva !

¿Qué es un judío, que jamás ha permitido que se le sedujera con las posesiones terrenales que sus oprimidores y perseguidores le han estado ofreciendo constantemente, para que cambiase de fe y abandonase su propia religión judía?

El judío es aquel ser sagrado que trajo del cielo el fuego eterno y que ha iluminado con él al mundo entero.

Él es la fuente religiosa, el manantial, el origen del que el resto de los pueblos ha sacado sus creencias y religiones.

El judío es un campeón de la libertad (…)

El judío es un pionero de la civilización (…)

El judío es un emblema de tolerancia civil y religiosa (…)

El judío es emblema de la eternidad.

Él, que no ha podido ser destruido ni por matanzas ni por tormentos de miles de años, al que no han podido borrar de la faz de la tierra ni el fuego, ni la espada, ni la Inquisición; el que ha sido el primero en pronunciar los oráculos de Dios, que ha sido por tiempo tan largo el guardián de la profecía y que la ha transmitido al resto del mundo. Tal nación no puede ser aniquilada. Es perdurable como la eternidad misma”.

Pablo Schvartzman
Concepción del Uruguay, 19 de mayo de 2010.