Rab. Oren Duvdevani, director de kashrut privada: "Desde la ley judía la competencia les hace bien a todos"

Posteado el Jue, 29/10/2020 - 11:29
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conisraelyporlapaz.com

El 5 de noviembre de 1995 un extremista judío asesinaba al Primer Ministro israelí Itzjak Rabin en el centro de Tel Aviv. Este hecho dejaba expuesta una profunda grieta entre diferentes facciones de la sociedad israelí, que desde entonces numerosas personas y organismos intentan cerrar. Con este objetivo, tras ese fatídico acto un grupo de rabinos ortodoxos crearon Tzohar, organización destinada a fortalecer la identidad judía del estado a través del diálogo entre diferentes sectores del público israelí.

Es con este mismo espíritu que Oren Duvdevani, rabino especializado en kashrut, se unió en 2017 a “Hashgajá Pratit” (“supervisión privada”), proyecto destinado a romper con el monopolio de los certificados que definen qué es kasher y qué no, en manos del Rabinato Central de Israel. Tras la unión de “Hashgajá Pratit” con Zohar en el 2018, Duvdevani se hizo cargo de su sistema de kashrut y a pesar de la oposición del Rabinato (e incluso la prohibición por ley de utilizar la palabra “kasher” en sus certificados), se las ingenian para servir a más de 200 comercios, hoteles y fábricas.

 

¿De qué necesidad surge el proyecto de hashgajá pratit y por qué hay necesidad hoy de la kashrut de Tzohar?

En cada sistema de kashrut hay disonancia estructural. Por un lado, se intenta dar kashrut de la manera más alta posible, para que también los más estrictos puedan comer de ella, pero por supuesto que para cada estándar hay un precio económico a pagar. Mientras uno más eleva el estándar, menos negocios pueden acceder a ella. La pregunta entonces es si se quiere kashrut de nivel más alto, pero en menos lugares, o menos lugares pero que la kashrut sea de un mejor estatus.

Las cortes rabínicas hacen lo que llamo kashrut boutique, es decir, “el que quiera tener nuestros estándares altos, bienvenidos, y el que no los quiera, que no los tenga”. Pero cuando el sistema de kashrut es público no puede permitirse eso, porque su responsabilidad tiene que ser que haya la mayor cantidad de lugares kasher posibles. El problema es, en primer lugar, que el Rabinato Central, empezó a comportarse como una corte rabínica en cuanto a sus requisitos. En segundo lugar, la kashrut para los dueños de comercios es un producto -algo como el aire acondicionado o como el vino que sirven con la comida-, gracias al cual atraen clientes, pero no puede ser que el que regula sea el mismo que vende el producto; esto afecta a la libre competencia. El estado no puede venir y decirle a alguien que solo puede comprar el producto que él vende. Cuando hay un monopolio y no hay competencia suceden tres cosas: los precios suben, el servicio va a ser pésimo, y lamentablemente, habrá corrupción. Siempre va a ser así. Es cierto con respecto a cualquier cosa en el mundo.

Cuesta entender que en algo tan importante como la kashrut, ni los dueños de los negocios ni el público tengan derecho a elegir. Si es por nosotros, que el estado haga una regulación como hay en el mercado de celulares, y que las empresas compitan entre ellas. No tenemos problema que el rabinato sea el regulador, pero tenemos un problema muy grande y sustancial en que sea el regulador, el que da el servicio, y que no deje a nadie más darlo. El tercer punto es que en la mayoría de los lugares que el rabinato da kashrut hay lo que se llama “relación del supervisor supervisado”, es decir, que el supervisor de kashrut es empleado del hotel, restaurante o fabrica. El dueño del comercio es el que lo contrata. La halajá (ley judia) prohíbe esto. Además crea muchos problemas éticos y profesionales, porque el supervisor todo el tiempo teme por su puesto de trabajo, y muchas veces crea un consentimiento silencioso entre los supervisores y sus empleadores; “vos no me molestes, y yo te pago”.

De los asuntos religiosos de Israel, la kashrut es la que está en peor situación. En Israel hay ciudades en las que la kashrut es tan mala que ni siquiera se puede tomar un vaso de agua. Cuando yo fui responsable de la kashrut de México tuve que competir con OU Kosher, Maguen David, One Kosher, con Star-K, y eso siempre me forzaba a dar una kashrut mejor y un servicio mejor tanto a los comerciantes como al público. Desde la ley judía (halajá), la competencia les hace bien a todos, no es una mala palabra.

¿Cuándo decís que el rabinato tiene que ser un regulador, en que asuntos se tendría que concentrar?

Es una pregunta muy interesante, pero es parte de una pregunta mucho más grande: ¿cuál es realmente el rol del Rabinato Central en el Estado de Israel? A fin de cuentas, Israel no es un país religioso, es un país laico. La pregunta principal es si es realmente la función de país brindar servicios religiosos. Otra pregunta es quién acepta al Rabinato. Los laicos no lo aceptan porque no les es importante, y los ortodoxos tampoco porque no lo necesitan. Ni siquiera el sionismo religioso lo necesita tanto. Hoy el rabinato se ocupa de todo tipo de asuntos meramente técnicos: casamientos, divorcios, kashrut, cosas que podemos resolver por nosotros mismos, no necesitamos que el Estado las haga por nosotros. Reconozco que uno no puede después de 70 años venir y decir “cerremos todo y cancelemos el Rabinato”, no va a suceder. El Rabinato podría establecer normas, como cuáles tienen que ser los criterios para que un rabino pueda dar kashrut, o cuáles tienen que ser los estándares mínimos que toda organización de kashrut tiene que cumplir. Tal como como el Ministerio de Salud establece que en un restaurante la distancia entre el baño y las heladeras tiene que ser tantos metros, o que dependiendo el número de comensales tiene que haber tal servicio, esto es lo mismo. Si una institución de kashrut después dice “nosotros habilitamos queso kasher importado” y otra dice que no, está muy bien que así sea. Siempre que sea según la Ley Judía, está muy bien que haya diferencias y está bien que haya disputas.

¿Intentaron sentarse con el Rabinato a hablar de eso?

Hubo una época que intentamos mucho y nadie estaba dispuesto a hablar. En el último tiempo, cuando vieron que Tzohar no era algo que vaya a desaparecer, se sentaron con nosotros. Llegamos a un acuerdo en la redacción de nuestro certificado de kashrut, a pesar de que ellos lo niegan en los medios. Si el certificado está formulado con una redacción consensuada con ellos, no multan a los comerciantes. De facto significa un reconocimiento a la kashrut de Tzohar. Es cierto que nosotros seguimos sin poder utilizar la palabra “kasher”, pero yo veo esto como un paso adelante. El tren de la privatización de la kashrut salió de la estación, ya no se puede volver atrás. Tal vez en un año, tal vez en cinco, tal vez en seis. Por el Coronavirus la situación política en Israel va a cambiar muchas cosas. Todo el acuerdo que hay entre el ciudadano y el Estado va a cambiar, y esto tiene que ser una oportunidad para nosotros.

¿Todo el debate con el Rabinato Central es religioso (halájico) o político?

Por supuesto que político. Porque la kashrut, a pesar de ser el peor de los servicios religiosos que brinda el Estado, es en el que hay más dinero. Hablo de millones. Es plata, es fuerza, es puestos de trabajo. Las grandes empresas no tienen opción. Hablé con el director de un hotel muy importante de Tel Aviv en el que se alojan presidentes y embajadores, y me dijo que el supervisor de kashrut del Rabinato lo aterroriza pero que no le queda otra opción. Yo intenté convencerlo de que sí tiene opción, pero por ahora no lo logré.

Al final de cuentas todo el asunto de la kashrut se basa en la confianza del público. ¿Cómo se construye esta confianza?

Principalmente con el valor de la transparencia, cuando las cosas están sobre la mesa. Yo le digo a mis supervisores que 90 por ciento de la kashrut son las relaciones humanas. La forma en que ellos se paran en la entrada de la cocina a la mañana y le dicen a todo el equipo de trabajo “buen día”, eso ya es kashrut. La transparencia pública se construye en serio cuando nosotros, a pesar de que el Rabinato nos hace la vida muy muy difícil, no entramos en guerras feas. No llevamos la kashrut a la política, sino que todo el tiempo intentamos mostrar profesionalismo. Es muy excepcional que yo hablé con la prensa, debido a que esta vez es para un medio fuera de Israel lo hago, pero yo nunca doy entrevistas. Es parte del asunto, intento mostrar que el Rabino Oren es 100 por ciento profesional. Gracias a dios tenemos éxito. Y pesar del periodo difícil por el Coronavirus, se incorporaron nuevos comercios. El Coronavirus hizo que muchos comerciantes pensaran de nuevo de qué manera trabajan y dijeran “vayamos con la kashrut de Tzohar”.

¿A cuántos comercios llegan hoy?

A más de 200. Íbamos a empezar varios proyectos en el extranjero, pero llegó el Coronavirus. Tenemos dos fábricas en Italia, y teníamos que empezar otros proyectos que por ahora se detuvieron. En Israel tenemos muchos restaurantes y hoteles. Y aunque no seamos muy grandes en números, hoy cuando salís a la calle y decís “kashrut Tzohar”, todos saben de qué estás hablando. Nosotros hoy pasamos a ser una opción legítima. Cuando una persona abre un restaurante, de verdad nos considera. Además, ofrecemos precios y estándares justos. Un dueño de restaurante en Kiriat Shmoná sabe que recibe los mismos estándares que un dueño de restaurante de Tel Aviv, y en el Rabinato eso no sucede.

Estarás de acuerdo en que cada corriente del judaísmo tenga su propia kashrut, y que cada persona siga su propio sello.

Sí, el pueblo de Israel está compuesto de gente adulta e inteligente. Israel es la startup nation. Si pudimos inventar el Waze y esas cosas, podemos elegir por nosotros mismos nuestra kashrut. Yo confío en el pueblo de Israel: cuando ve que una kashrut no es seria, simplemente no comen ahí.

¿Qué significado tuvo tu trabajo en América Latina para el puesto que tenés hoy en día?

Cuando estuve en México fui encargado de un sistema de kashrut muy grande, que incluía sacrificios rituales, fábricas, hoteles, y me dio la opción de ver las cosas desde arriba. Cuando un rabino está encargado de un público tiene que verse como si estuviese sobre una montaña y mira todo el paisaje desde arriba, para poder ver todos los factores y la imagen completa. Cuando yo vengo y tengo que declarar si un lugar será kasher o no, las preguntas no pueden ser solo sobre kashrut neto (prohibidos, permitidos, leche, carne y esas cosas). Una de las primeras cosas que hice cuando llegue a México fue pedirle a la comunidad que haga una encuesta entre sus miembros para saber cuántos dicen que comen kasher. A propósito, no definí qué es “comer kasher”, ya que hay para algunos es comprar solo en el supermercado kasher, para otros no comer cerdo y para otros es kasher estricto, separación carne de leche y todo. Los resultados fueron sorprendentes: más del 40 por ciento de la gente dijo que guardan kashrut. Creo que en la sociedad israelí los números son incluso más altos, están por arriba del 70 por ciento. La gente quiere comer kasher, y mi función es incrementar la kashrut en Israel. No puede ser que una persona vaya a una determinada ciudad y no pueda encontrar un restaurante kasher en el que comer. Por eso, la kashrut debe convertirse en un negocio, en algo que al dueño del comercio le convenga. Nuestro slogan en México, el de la kashrut ashkenazí, era “Permítanos mejorar su negocio”. Acá en Israel es lo mismo. Cuando nosotros damos kashrut, le decimos al dueño del negocio: “vas a ver que, a partir de ahora, desde el punto de vista comercial te va a ir mejor”. Y queda comprobado.

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