Jorge Schussheim: “Mi patria es el Once y los macabeos”
No debe ser sencillo para Jorge Schussheim llenar el casillero de “ocupación” cuando le acercan alguno de esos formularios.
Creador de decenas de publicidades, entre las que se encuentran “No va andar” de Añejo W, o "Estúpido-Estúpida" de Tía María, cantautor de alrededor de doscientas canciones, como “Coca Cola refresca mejor” o “El culo me pesa”, guionista de comedias musicales y revistas para Tato Bores, adaptador de obras teatrales para su esposa la directora Lía Jelín, como “Toc-toc” o “El rey se muere”, artífice del libro “Todo al costo” y “Memoria sin Balance”, de próximo aparición, y chef y gourmet aficionado, este polifacético autor comenzó su entrevista con Plural JAI brindando algunas pistas sobre semejante versatilidad. “Para mí, escribir publicidad, humor, teatro, música, monólogos o reflexiones, es como usar un cortaplumas suizo, es decir dar múltiples usos de la misma herramienta, dando usos que incluso no estaban previstos en algunos casos, ya que la creatividad es justamente utilizar un mismo instrumento para lo previsto y lo no previsto, porque el destornillador grueso, creativamente aplicado, puede destrabar una ventana”, explica, para luego definir que se encuentra en el centro y nudo de ese cortaplumas: “El humor es el lugar donde me siento más cómodo. Todo nace de ahí, y luego lo aplico a los diferentes géneros por los que transito. Pero se trata de un humor serio, sobre temas serios, un humor judío y ácido, que como lo dice la expresión idish, hace “reír con lágrimas”. Esa es una mezcla que me atrae mucho, hacer algo muy chistoso y de golpe meter la puñalada bajo de la cintura, para después volver a hacer reír, y así”.
¿Crees efectivamente que el humor judío tiene características propias?
Absolutamente. Sucede que los pueblos se ríen siempre de sus opresores o de sus oprimidos, los rusos de los polacos, los ingleses de los irlandeses, los franceses de los belgas, o los alemanes de los austríacos. Pero los judíos no fuimos parte de ninguna nación, por lo menos en dos mil años, con lo que tuvimos que reírnos de nosotros mismos, es decir que fuimos la flecha y el blanco a la vez. Y creo que eso se transformó en un humor sanador, porque el judaísmo es una cosmovisión, y el humor judío es una cosmovisión dentro de esa cosmovisión. Es como un salvavidas que nos sacó de las situaciones más desesperantes, porque fue la única manera de soportar la crueldad de lo que pasó alrededor, fue terapéutico, hasta en la Shoá se hacía humor. Claro que eso no significa que todo judío pueda acceder a ese humor, porque como decía mi papá, cuando un judío es inteligente, es muy inteligente, y cuando es un potz (torpe) es un gran potz.
¿En cuales de tus obras se manifestó más ese humor?
Son muchas, y me pasa también de aplicarlo en forma inconsciente. Cuando escribí “Todo al costo”, recién al estar editado me di cuenta de que era un libro profundamente judío. De hecho no sabía que yo tenía tanto judaísmo, porque no hice Bar Mitzve, ni tuve educación judía, y me crié en casa de socialdemócratas ateos, pero tengo introyectada esa cosa del judío argentino, que sintetizo mucho en un tango que escribí llamado “Tango Shmango” (Nota de R. Se puede leer al final) que resume lo judío y argentino que hay en mí y en muchos otros.
¿Cómo definís a ese judío argentino?
La patria, palabra que no me gusta pero la uso, no es para mí el territorio, sino los rincones, la infancia, el barrio, los valores éticos, el idish, los olores, los sabores, o los pepinos agridulces de Pasteur y Corrientes, es decir todo eso en lo que me crié. No fueron cosas menores sino formativas, que me dieron identidad, como también la biblioteca de once mil volúmenes que pertenecía a mi abuelo periodista del Idishe Tzaitung o el piano de mis padres, todo lo cual me hizo músico y lector. El barrio y el hogar es la patria de muchos porteños, que en mi caso tiene que ver con el Once, y sus recuerdos del agua corriendo en aquel tiempo limpia junto al cordón de la vereda, o el kiosquero paralitico de enfrente, lo cual es tan parte de mi historia como la lucha de los macabeos. Todo eso hizo a un rusito argentino de Corrientes y Pueyrredón, que mantiene esas cosas intactas.
Saltando en el tiempo hasta el presente ¿Como evalúas el humor, la música, la comida y la publicidad que se consume hoy en la Argentina?
Para mi cada día se come peor, se abren más restoranes fashion o fusión que yo llamo confusión, donde la calidad baja y los precios suben. Es una moda que tiene unos veinte años, en la que la gente cree saber comer y la realidad es que no sabe nada. Con la publicidad pasa algo parecido, cuando yo hacía publicidad, en los años sesenta, hablaba con los capitanes de la industria, con los dueños y presidentes de las compañías. Para hacer la publicidad a Fate hablaba con Manuel Madanes y recorríamos las naves de la fábrica, donde podía ver como Manuel se acercaba a un obrero para corregirlo, porque él sabía hacer neumáticos, o como Víctor Barón, el dueño de Hiram Walker sabía hacer whiskys. Hoy en día el dueño de Fate es uno de los primos de Madanes, pero es un tipo de las finanzas, y Hiram Walker es propiedad de un fondo de inversión que es a su vez propiedad de otro fondo, es decir que las empresas se quedaron sin alma, a partir de una globalización que es consecuencia de la caída de Unión Soviética y la pérdida del equilibrio. En el humor, los grandes capocómicos de mi época, como Tato Bores, Alberto Olmedo, Pepe Arias o Enrique Farías no fueron reemplazados, ya que hoy en día esta Diego Capusotto, que es un capocómico pero que hizo poco teatro, Guillermo Francella, otro gran artista pero que no labura de capocómico, y también lo tenías a Alfredo Casero, pero desapareció. Pasó como con otras cosas, como la sociología o filosofía, donde se murieron los grandes referentes y no fueron reemplazados. En la música también hubo algo de esto, porque lo que luego de los representantes de la nueva canción argentina, como Jorge De la Vega, María Elena Walsh, o Facundo Cabral, entre otros, se dio un quiebre, ya que la mitad de la generación que nos sucedió fue liquidada, y después no hubo continuidad, porque el rock nacional no tuvo que ver con eso de analizar críticamente a la sociedad.
¿Todo tiempo pasado fue mejor?
No, no soy un nostálgico del pasado, de hecho soy un pionero de internet, la empecé a utilizar antes que se popularizara, estoy todo el día en Facebook y Twitter, y en muchas cosas me manejo como un pibe. Yo conservo mi capacidad de asombro intacta, el avance de la tecnología me emociona, internet es una de las cosas más fabulosas que nos han sucedido en el mundo. Mi viejo fundó la industria de los transistores en la Argentina, y pude ver lo que era cortar el aislamiento, por ejemplo cuando un coya de la Quebrada se conectaba, o cuando el hombre aterrizó en la luna, donde más que el aterrizaje me volvió loco que 500 millones de personas lo vieran al mismo tiempo. Creo que internet es una maravilla, si hubiera estado en los setenta no se hubiera producido el Golpe, porque sabríamos de que se venía la cosa. Sucede que a mí lo que me gusta es rescatar del pasado las cosas valiosas, y la década del sesenta tuvo muchas, sobre todo un pensamiento subversivo, revolucionario y utópico que no existe más en este mundo que se ha bestializado, derechizado y caído a los pies del consumo, que a mí me da fobia.
¿Podemos titular la entrevista “el publicitario fóbico al consumo”?
Bueno, de hecho en el 1979 me gané la cuenta de de Diners, que era la tarjeta más importante de aquel entonces, e hice una campaña que era anticonsumista, con ilustraciones de (Hermenegildo) “Menchi” Sabat y textos anticonsumistas, que a los tipos les encantó. Pero hoy ya no podría hacer mi publicidad, porque a nadie le importa el producto, solo se trata de aumentar el branding, es decir valorizar a la marca para venderla al mejor precio, y uno estaba acostumbrado a defender el producto, lo tangible. Igual, yo nunca estuve en el sistema, a mí nunca me quiso nadie en el ambiente publicitario, porque no soy un publicitario de derecha, ni siquiera me defino como publicista, creo que fue una forma de ganar plata pero para nada soy un creyente de la publicidad, creo de hecho que la publicidad es una bosta que solo sirve para vender, y si no vende es una bosta.
Si hay en la actualidad una campaña publicitaria que invade los argentinos es la que están desarrollando el gobierno y el Grupo Clarín ¿Cómo evalúas sus estrategias de comunicación?
Ni Néstor ni Cristina entienden comunicación, ni nunca les interesó hacerlo. Existe algo en publicidad que se llama sobresaturación, que se dio con lo del siete de diciembre, y lo más grave es que la comunicación kirchnerista caza dentro del zoológico y pesca dentro de la pecera. 6-7-8 es un ejemplo, porque más allá de que quiera mucho a los que están en el programa, hace bastante que trato de hacerle llegar al gobierno el mensaje de que entienda que hay que comunicar gestión, incluso en las propias páginas de Clarín y La Nación. Creo que toda esta campaña estuvo muy mal hecha, los spots “Clarín miente” se tienen que pasar en Canal 13, tal vez con otro mensaje, parecido, utilizando el presupuesto de la publicidad oficial. Lo que vos tenés que lograr con la publicidad es que las cabezas se muevan de arriba hacia abajo, y no de izquierda a derecha, eso es una regla de oro. Clarín también se equivocó mucho porque desde hace cincuenta años está acostumbrado a esa vieja historia de que ningún presidente resiste tres tapas, pero Cristina ya soportó mil doscientas, o sea que Clarín perdió la guerra estúpidamente, porque en vez de rendirse y negociar, lo desafió y perdió tiempo y plata. Lo que el gobierno ganó es que Clarín y La Nación sean medios sobre los que muchos dudan, y que ya no puedan formar opinión, aunque en el medio recibió muchas piñas y golpes bajos sin sentido, tal vez otra estrategia le hubiera evitado tanto desgaste.
Has tomado una muy clara postura a favor del kirchnerismo ¿Que es lo que más te sedujo de este movimiento?
Antes que nada, yo escribí la otra vez que “he sido y sigo siendo camarada, pero no de (Victorio) Codovilla sino de Jorge Rivas; he sido sigo siendo correligionario, pero no de (Oscar) Aguad, sino de (Leopoldo) Moreau; He sido y sigo siendo compañero, pero no de Eduardo Duhalde, sino de Cristina”. Me dicen que es contradictorio, pero yo puedo ser todo eso, porque lejos de la contradicción tomo lo bueno de cada fuerza, no de una sola. Del kirchnersimo me sedujo especialmente que, desde que voté por primera vez en 1961, fue la primera vez que vi a un gobierno romper claramente con la política neoliberal y conservadora. Yo también fui un gran entusiasta e incluso colaborado de Raúl Alfonsín, y creo que sigue siendo un héroe de la patria por el juicio que le hizo a las Juntas, pero aunque trató, no pudo romper con el modelo neoliberal. En el proceso kirchnerista hubo también cosas horrorosas, no de Cristina que tiene otra moral, pero más allá de eso, este gobierno fue el primero en la historia reciente que le pudo ganar a esa política conservadora, aunque es cierto que también estuvo junto a otros grandes líderes latinoamericanos como Lula, Dilma Rousseff, Evo Morales, Rafael Correa, y Hugo Chavéz, más allá de las criticas que les puedo hacer a estos últimos dos. Veo que por primera vez nos justamos en la región y salimos triunfantes, por lo menos por ahora, y eso es para mí muy estimulante, porque soy un zurdito, nací zurdito, lo soy, y lo seguiré siendo.
Jorge Schussheim 2.0
Schussheim mantiene una muy alta presencia en Facebook, a través de varios posteos diarios que reciben cientos de comentarios. Consultado por esta particularidad, señala que “soy un fanático de la 2.0 (Nota de la R: Se denomina así a las web producidas en base a aportes de sus usuarios), a la que conocí cuando envíe un dinero para apoyar la campaña de Barack Obama en 2007. Cuando Obama ganó la elección, me envío una respuesta personalizada desde su Blackberry agradeciéndome el aporte. Obviamente que eso se realizó por medio de un software, pero me sorprendió enormemente recibir ese mail, que en algún punto lo comparo a cuando Alfonsín interrumpió uno de sus discursos para pedir un médico. O sea, la web 2.0 te permite verte ya no como una masa sino como un individuo, y por eso formé un equipo para hacer unos pequeños seminarios, al tiempo que entré en Facebook para trabajar todo el tema de la 2.0. Pero una vez que me incorporé, ya no pude desengancharme, sobre todo porque recibo cientos de comentarios diarios. De hecho, una vez realicé la prueba de poner dos puntos, no uno que podía ser un error, ni tres, que algo significa, y esa pruebita tuvo como doscientos comentarios, así que después expliqué que lo había hecho solo para ver que estupideces comentaban, y volví a recibir otros doscientos comentarios. Por eso, muchas veces me abstengo de opinar, porque no puedo leer todo lo que me responden, y yo soy muy obsesivo. Pero debo decir que soy un adicto, llegué incluso a cancelar citas para quedarme en Facebook, es una de las primeras cosas que hago en el día, y puedo estar horas, me encanta esto de intercambiar ideas, reflexiones y pensamientos con la gente".
Tango-Shmango - Por Jorge Schussheim
Argentinos y judíos,
o judíos y argentinos,
aquí nacimos y mamamos
y vivimos y aprendimos
que somos la misma cosa, paisano,
rusos, turcos, polacos,
ieckes, galitzianer, lituanos;
mir zenen di zelbe zaj, hermano:
toditos judeo-latino americanos
Tango Schmango, adentro tuyo se reúnen
el freilej y el malambo, el Tropezón y el Pinatí
Tango Schmango que unifica y sintetiza
al asado y al pastrón, a Buenos Aires y a Tel-Aviv
Tango Schmango, un rusito con su fuelle,
y una turca que atropelle milongueando con un id;
y en el seder de mi barrio compartiendo el mantel,
están la copa del profeta y el retrato de Gardel
Tango Schmango, bien peinado, haciendo facha
en Varsovia y Suipacha que hacen esquina en mí
Tango Schmango, un rabino y un malevo
Roshashaná y año nuevo , churrasco y guefilte fish
Tango Schmango, que es Borges, cantandole ciego
una milonga en hebreo a un cuchillero sefaradí
Y entre el shil y el potrero, es un cuéntenik con un reo
que van silbando sus tanguitos mientras tocan el violín
chinchiribim.