Con la profusión de medios de comunicación y redes sociales, el gran público está comenzando a ser testigo de un flagelo que vienen enfrentando los atletas israelíes desde hace años. Hasta para los no practicantes de la disciplina, fue chocante ver las imágenes de un derrotado judoka iraní negarse a estrechar la mano extendida de su contrincante israelí al finalizar el encuentro.
Desde 1992, cuando Israel ganó su primera medalla olímpica, significativamente en judo, ha sido más notorio el juego sucio aplicado a los atletas israelíes en cualquier clase de disciplina [¡incluyendo deportes paralímpicos!] por parte de atletas de Irán, Arabia Saudita, Líbano, Argelia y Túnez.
Más allá de los desplantes de los atletas, los mismos organizadores de los campeonatos apelaban a esta despreciable práctica. El Grand Slam de Judo en Abu Dabi en 2017 prohibió que los atletas israelíes participaran bajo su bandera y que se interpretara el himno nacional de Israel en el podio. Por esta razón, al año siguiente la Federación Internacional de Judo amenazó con suspender el evento, por lo que los organizadores cesaron la medida antiisrael y el Hatikva se escuchó por primera vez en los EAU cuando el israelí Sagi Muki ganó la medalla de oro, un logro mancillado por una fingida lesión en las eliminatorias del favorito iraní Saeid Mollaei, lo que le impidió disputar la final con Muki.
Mas tarde, Mollaei, luego de ser obligado por segunda vez a fingir para no enfrentar al israelí en otra final de campeonato mundial, pidió asilo en Alemania y develó a los medios la penosa situación a la que su gobierno lo sometía en su condición de atleta, al prohibirle a toda costa los combates con israelíes. Paradójicamente, Muki y el liberado Mollaei, hoy en día son “mejores amigos”.
Y el motivo para tales actuaciones frontalmente antagónicas al espíritu olímpico no es nada más y nada menos que la nacionalidad de los israelíes: antisionismo y antisemitismo en alto grado de pureza contaminando el idealista ambiente olímpico.
Pero Israel no da tregua en este singular combate. En este país los campeones olímpicos de ayer se pueden convertir en representantes en la Kneset y desde allí presentar la pelea, y tal es el caso de Yoel Razvozov, judoca medallista olímpico hasta 2004. Junto al también judoca Moshe Ponte, presidente de la Asociación Israelí de Judo, han creado un comité para combatir en la arena legal y mediática tan denigrante actuación de algunos, que derrama vergüenza sobre la disciplina del judo y otros deportes.
La “llave” favorita de estos judocas es hacer saber que las actuaciones antideportivas y boicots en contra de los deportistas israelíes no pasará debajo de la mesa. Tanto las autoridades olímpicas como otras organizaciones deportivas del mundo están cada vez más al tanto de que los boicots de este tipo serán denunciados y traerán consecuencias legales para los perpetradores.
Tanto Razvozov como Ponte reconocen que los cambios no serán inmediatos y que el camino es largo, pero esa es precisamente la situación en la que los buenos atletas se destacan: constancia, empeño y dedicación, así que esperemos que en el futuro los boicots políticos, y antisionistas en particular, hayan desaparecido completamente de las arenas deportivas.