El fútbol es un deporte que mundialmente mueve multitudes, genera pasiones, identificación, y como contracara: odio, conllevando reacciones desmesuradas contra el rival, a quien se ha visto como un enemigo, rechazando aquello que resulte distinto, considerado inferior. Es por ello que en dicho ámbito se apela a cánticos discriminatorios: xenófobos, homofóbicos, violentos. Es un fenómeno mundial, del cual no estamos ajenos.
El caso del “Pitu” Arnaldo Gonzalez no es un hecho aislado, es lo que viene ocurriendo hace décadas en el fútbol argentino y en la sociedad misma. En un partido caldeado de la B Nacional, entre Atlanta y Nueva Chicago, el jugador es expulsado y se retira del campo de juego haciendo gestos sumamente obscenos contra la hinchada del equipo contrario. Con sus manos, señala sus genitales y refiere a la circuncisión y hace que “no” con su dedo. Luego señala su cabeza y apoya su mano, en alusión a la kipá. Como si quisiera dejar en claro que él no es judío- como los hinchas de Atlanta-, que él no está circuncidado ni usa kipá.
Los gestos son claros, se repiten una y otra vez y no dan lugar a dudas. Son vistos por la televisión, se replican en diarios online, se vuelve masivo. Se comenta en las redes sociales, se encuentran comentarios antisemitas y de todo tipo de agresiones.
La ley prevé los caminos a seguir una vez ocurrido el hecho. Este accionar se encuadra perfectamente en aquello que castiga el art. 3 de la Ley Antisdiscriminatoria nacional: Prisión de 1 mes a tres años a quienes “[…] por cualquier medio alentaren o incitaren a la persecución o el odio contra una persona o grupo de personas a causa de su raza, religión, nacionalidad o ideas políticas”. Este delito se ve cometido por la mera incitación al odio, los simples gestos realizados son motivo suficiente para generar esa violencia respecto de los colectivos discriminados. Pero incluso teniendo esto en cuenta, se pueden visualizar los efectos producidos por su comportamiento: los comentarios antisemitas que trajo aparejado la publicación de los hechos.
Casos como estos deben ser el precedente necesario para desmotivar la discriminación como uso de la agresión contra un mero rival. Casos como este- y su eficaz sanción- pueden evitar que la violencia en futbol siga reproduciéndose sin control.
Fuente
DAIA