Recordando antecedentes de no judíos que apoyaron el concepto de una patria judía en Palestina tenemos la obligación moral de decir que los judíos tenemos una deuda ética con Napoleón, porque no le hemos dado el reconocimiento y los honores que merece por lo que hizo por nosotros, entre otras cosas, cuando los franceses estaban por tomar San Juan de Acre, Napoleón manifestó que iba a crear un Estado judío en Palestina, que lo proclamaría al llegar a Jerusalén. Esto se frustro porque los ingleses ayudaron militarmente a los turcos y Napoleón se tuvo que retirar. La proclama que preparo Napoleón era la primera proclama sionista, tenía este texto:
"PROCLAMA A LA NACIÓN JUDÍA (tenía como fecha el 20 de abril de 1799).
Cuartel general Jerusalén, 1ero floreal, año VII de la República Francesa (20 de abril de 1799) Bonaparte, comandante en jefe de las armadas de la República Francesa en África y en Asia, a los herederos legítimos de la Palestina: ¡Israelitas, nación única que las conquistas y la tiranía han podido, durante miles de años, privar de su tierra ancestral, pero ni de su nombre, ni de su existencia nacional!
Los observadores atentos e imparciales del destino de las naciones, aún si no tienen los dones proféticos de Israel y de Joel, se dieron cuenta de la justeza de las predicciones de los grandes profetas quienes, la víspera de la destrucción de Sión, predijeron que los hijos del Señor regresarían a su patria con canciones y en felicidad, y que la tristeza y los suspiros huirían para siempre jamás.
¡De pie en la felicidad, los exiliados! Esta guerra sin ejemplo en toda la historia, ha sido emprendida por su propia defensa por una nación cuyas tierras hereditarias eran consideradas por sus enemigos como una presa ofrecida que desmenuzar. Ahora esta nación se venga de dos mil años de ignominia. Aunque la época y las circunstancias parecen poco favorables a la afirmación o hasta a la expresión de vuestras peticiones, esta guerra os ofrece hoy, contrariamente a toda espera, el patrimonio israelí.
La Providencia me ha enviado aquí con un joven ejército, guiado por la justicia y acompañado por la victoria. Mi cuartel general está en Jerusalén y en algunos días estaré en Damas, cuya proximidad ya no es de temer para la ciudad de David. ¡Herederos legítimos de la Palestina! La Gran Nación que no trafica los hombres y los países según la manera de aquellos quienes han vendido vuestros ancestros a todos los pueblos no os llama a conquistar vuestro patrimonio. No, os pide tomar solamente lo que ya ha conquistado con su apoyo y su autorización de quedar amos de esta tierra y de conservarla a pesar de todos los adversarios.
¡Levantaos! Mostrad que todo el poder de vuestros opresores no ha podido aniquilar el valor de los descendientes de esos héroes que habrían hecho honor a Esparta y a Roma. Mostrad que dos mil años de esclavitud no han sido suficientes para ahogar ese valor.
¡Apresuraos! Es el momento que tal vez no volverá de aquí a mil años, de reclamar la restauración de vuestros derechos civiles, de vuestro lugar entre los pueblos del mundo. Tenéis el derecho a una existencia política en tanto que nación entre las demás naciones. Tenéis el derecho de adorar libremente al Señor según vuestra religión."
Texto extraído del artículo: “Napoleón, los judíos, y la historia de una traición”.