Dado el marcado deterioro de Gaza en los últimos 25 años, primero bajo el gobierno de la Autoridad Palestina (1994-2007) y luego bajo el control de Hamás, es hora de considerar un nuevo paradigma para resolver la endémica situación de la Franja y por ende, el conflicto israelí. Ese paradigma pudiera implicar un estado palestino en la Franja de Gaza y el norte del Sinaí, desde Rafiah hasta El-Arish, donde este último territorio les sería arrendado a largo plazo a los palestinos.
Cuando una computadora se traba, generalmente se recomienda apagarla y reiniciarla. Al repensar la realidad estratégica producida por los Acuerdos de Oslo, puede que valga la pena adoptar un enfoque similar: para seguirle el rastro al proceso desde sus inicios a medida que reexaminamos sus suposiciones fundamentales.
Desde los intentos de pacificación británicos en la década de 1930, se dio por hecho que el problema del conflicto árabe-judío se resolvería dentro de los límites de la Palestina Histórica. En conformidad con este pensamiento, la Comisión Peel propuso en julio de 1937 dividir las tierras al oeste del Río Jordán en dos entidades separadas: un estado judío y un estado árabe que estarían unido a Transjordania (gobernado para ese momento por el Emir y luego Rey Abdallah de Meca).
A partir de ese entonces, la solución de dos estados fue establecida como el paradigma predominante por el cual los diversos territorios árabes y las facciones rivales estarían constituidos en un solo estado árabe (por su parte, Abdallah se consideró a sí mismo gobernante de esta entidad a ambos lados del Jordán).
Esta fue también la premisa fundamental de los Acuerdos de Oslo. Pero después del retiro final de Israel de la Franja de Gaza en el verano de 2005 y la toma de control del área por Hamás mediante un golpe de estado, se creó una nueva realidad. Al controlar un tramo definido de territorio y su población y poseer todos los signos externos del poder militar, administrativo y político, Hamás ha convertido a la Franja de Gaza en un estado de facto. La consiguiente desconexión entre la Autoridad Palestina en Ramallah y el gobierno de Hamás en Gaza ha creado una fisura cada vez más amplia en el paradigma de los dos estados, ya que los palestinos se han dividido en dos entidades estatales de facto.
Nunca se sabrá totalmente hacia dónde se dirigía el fallecido primer ministro Ariel Sharon en el verano de 2005 o cuáles eran sus expectativas estratégicas a largo plazo por concepto de la desconexión unilateral de Gaza. Pero esa acción produjo un cambio radical que transformó fundamentalmente la realidad estratégica al crear una separación de espacio total de Israel impuesta por un régimen de seguridad estridente, en marcado contraste con el sistema híbrido de separación parcial y de coexistencia que prevalece en Cisjordania.
Por una parte, las poblaciones judía y palestina (especialmente los palestinos que viven en las áreas A y B, siendo estos un estado de facto) viven en espacios separados, mientras que por el otro existe coexistencia y colaboración multifacética en las áreas de seguridad y en lo económico, entre otros. Más de 100.000 palestinos trabajan a diario en Israel, además de las decenas de miles que trabajan en comunidades y fábricas judías en Cisjordania. Un examen crítico a las diferencias fundamentales entre estos dos paradigmas quizás pueda proveer una clave para abordar el difícil tema de la Franja de Gaza.
Pensando en un espacio diferente y poco convencional: conectar a Gaza con el norte de Sinaí
La separación total de Gaza de Cisjordania ha creado una nueva oportunidad para que Israel, los palestinos y la comunidad internacional reconsideren el concepto de Oslo que regula del estrecho espacio entre el río Jordán y el Mar Mediterráneo.
Desde el final de la retirada de Israel de las áreas pobladas (A y B) de Cisjordania en enero de 1996 los centros de gobierno de la Autoridad Palestina han sido establecidos en Ramallah y se han concentrado en administrar los pormenores de esos territorios, con la Franja de Gaza reducida a un rol periférico. Sin embargo, a pesar de la desconexión entre Ramallah y Gaza, la comunidad internacional sigue considerando a la Autoridad Palestina como el lugar para manejar los asuntos de Gaza, ignorando por completo al gobierno de Hamás formado tras la victoria general de la organización en las elecciones parlamentarias palestinas en el 2006.
Reflejando el poder de permanencia de un paradigma hegemónico incluso cuando los hechos sobre el terreno ya no se corresponden con sus supuestos subyacentes, esta perspectiva preserva las dos premisas básicas del conflicto palestino-israelí: la necesidad de dos estados dentro de los límites de la antigua Palestina Obligatoria; y la existencia de una sola entidad palestina.
Es hora de considerar un paradigma alterno al aceptar que algo fundamental ha cambiado y que efectivamente existen dos entidades palestinas separadas. Ni la Autoridad Palestina ni Mahmoud Abbas resolverán nunca los problemas de Gaza. Al tratar de resolver la situación endémica de la Franja, Israel y la comunidad internacional deben cambiar el centro de gravedad de Ramallah a la propia Gaza.
Desde el acuerdo de paz egipcio-israelí de 1979, que dejó a Gaza bajo el control de Israel, la Franja se ha vuelto dependiente de Israel en todas las áreas de la vida y su espacio disponible para el crecimiento y el desarrollo ha sido limitado por Israel al norte y este y por Egipto hacia el oeste. Bajo estas circunstancias y dado el fuerte deterioro de Gaza en los últimos 25 años, primero bajo el gobierno de la Autoridad Palestina (1994-2007) y luego bajo el control de Hamás, es hora de considerar un nuevo paradigma para resolver los problemas de la Franja y por extensión el conflicto palestino-israelí: un estado palestino en la Franja de Gaza y el norte del Sinaí, desde Rafiah hasta El-Arish, siendo este último territorio el arrendado a largo plazo a los palestinos.
En la práctica, el híbrido paradigma de Cisjordania, que comprende amplios y multifacéticos vínculos económicos y de seguridad entre Israel y las AP, pudiera servir como modelo para una relación similar entre el estado de Hamás en Gaza y Egipto. El espacio abierto entre Rafah y El-Arish, que se encuentra en manos de Egipto, puede ofrecerle a La Franja el espacio de vida económico y de infraestructura que esta necesita.
Tal cambio radical dependerá por supuesto del consentimiento de Egipto, que puede no sentirse ansiosa por renunciar ni siquiera a una pequeña parte de su soberanía territorial. Sin embargo, es posible encontrar medios creativos que no requieren necesariamente concesiones sobre la soberanía y que le otorgarán a Egipto beneficios sustanciales (a través de una ayuda internacional masiva) que pueden aliviar su propia situación económica. Del mismo modo, no puede esperarse que Hamás abandone su sueño de un estado del Río Jordán hasta el Mar Mediterráneo; pero con la expansión internacionalmente apoyada del estado de Gaza hacia el norte del Sinaí y el consiguiente reavivamiento económico que muy probablemente esto producirá, algunas dinámicas positivas dentro de la población palestina pueden que de hecho evolucionen.
Los espacios abiertos a menudo presentan oportunidades no-realizadas. El Sinaí es una oportunidad que espera una iniciativa integral para el beneficio de todos los pueblos de la región.
***Maj. Gen. (res.) Gershon Hacohen es investigador sénior en el Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos. Sirvió en el ejército israelí durante cuarenta y dos años. Él ordenó tropas en batallas con Egipto y Siria. Anteriormente fue comandante de cuerpo y comandante de las Fuerzas Armadas de las FDI.
Traducido por Hatzad Hasheni