Argentina se convirtió en el primer país fuera de Europa en instalar una placa "Stolpersteine", en homenaje a los fundadores de un colegio alemán en Buenos Aires y a las familias que allí se refugiaron tras dejar sus hogares para huir de la persecución nazi.
"Es una excepción: normalmente queremos marcar los lugares donde empezaron los crímenes de los nazis y la persecución, pero pensamos que también es muy importante poner el foco en los destinos que acogieron a las personas que tenían que dejar sus países", señaló en una entrevista con Efe Anna Warda, integrante del proyecto y mano derecha de su creador, Gunter Demnig.
Desde que el artista colocó los primeros en las calles de Colonia y Berlín, a principios de los años 90, ya hay 61.000 adoquines en 21 ciudades de Europa que reivindican la memoria de quienes fueron perseguidos, deportados, torturados, asesinados y tomados prisioneros en campos de concentración por su etnia, religión, orientación sexual o ideología durante el nazismo. Los "Stolpersteine" -piedra con la que se tropieza- son placas de 10 centímetros de ancho por otros 10 de largo de hormigón y cubiertas de latón, hechas a mano, y en las que se graban los datos de cada víctima, normalmente encabezados por un "Aquí vivió", "Aquí trabajó", o "Aquí enseñó".
Cuando comenzó, Demnig trató de colocarlos en las paredes de los edificios, pero los obstáculos para conseguir el permiso de sus propietarios eran mayores que los que tuvo que enfrentar para lograr la autorización de los ayuntamientos e instalarlos en el suelo.
Así adquirieron otra función, ya que el viandante tiene que inclinarse para leer la inscripción, lo que, según afirmó Warda, se convierte en un "símbolo de respeto" hacia las víctimas.
Desde hoy, este gesto se reproducirá en Buenos Aires, ante la puerta del colegio Pestalozzi, donde se colocó una placa "en honor a los fundadores, pedagogos y familias de inmigrantes desplazados de Alemania", que encontraron allí "libertad, amparo y un camino hacia la vida", reza la insignia.
Cuando se fundó la escuela en 1934, la finalidad era contar con un espacio en el que impartir clase a los alemanes sin la influencia del nacionalsocialismo, pero con el tiempo se convirtió en un centro de acogida para cientos de niños que llegaban traumatizados por lo que habían sufrido en sus hogares y el eterno viaje de huida.
Warda, quien es también integrante de la directiva de la fundación de Demnig, afirmó que este "Stolperstein" sirve para luchar contra los argumentos de quienes rechazan en Europa la acogida de refugiados en un momento crítico como el actual, pero hizo hincapié en que el hecho de que esté fuera del continente es "una excepción".
En esa línea, insistió en que 25 años después de que arrancara, continúa siendo un proyecto "político" porque sigue habiendo muchos problemas que enfrentar en Europa, como el crecimiento del apoyo a partidos de extrema derecha en Alemania o Francia.
Además, consideró que es muy necesario para las nuevas generaciones que no han tenido un contacto directo con quienes vivieron el nazismo o la Segunda Guerra Mundial.
"No tienen esa experiencia, y los "Stolpersteine" ayudan a niños y estudiantes a aprender el Holocausto y entender las consecuencias que tuvo para las personas", aseguró.
Warda subrayó que todo ello contribuye al objetivo esencial del proyecto: recordar a judíos, gitanos, opositores, homosexuales, personas con discapacidad y todos aquellos que sufrieron la represión nazi para despertar conciencias y generar responsabilidad social.