En la historia del Pueblo Judío existieron muchísimas mujeres heroínas que contribuyeron a la existencia y continuidad del judaísmo milenario.
En la Comunidad Hebrea las mujeres fueron siempre valoradas por su inteligencia, por su amor, por su bravura y por su obstinación.
Si bien, según figura en la Biblia, la primera mujer en la tierra fue Eva (Java) por lo que resulta ser la madre de todas las mujeres del mundo, incluyendo por supuesto a las mujeres judías, es en tal carácter que vale colocarla en la galería de mujeres heroínas.
De Sara, la mujer del patriarca Abraham, se podría escribir un libro completo que describa su fuerte temperamento para acompañar al primer hombre que implantó el monoteísmo y a quien le dio ya en la vejez a Isaac (Itzjak), sucesor de la dinastía.
Se llamaba Rebeca (Rivka), esa extraordinaria mujer que hizo todo para que el hijo Jacob (Iaacov), el mas culto y sensible, heredara a Itzjak para convertirse luego en el padre de las futuras y aguerridas tribus judías.
La voluntariosa Leah y la amada Rajel fueron las compañeras de Jacob que le brindaron la mayor parte de sus doce hijos que mas adelante conformaron las doce tribus de Israel.
Una vez en Egipto el Faraón decidió esclavizar a ese pueblo rebelde y ordenó matar a todos sus niños varones para coartar su descendencia. Miriam, la hermana mayor de Moisés, fue la responsable de salvar al bebé colocándolo en una cesta que, flotando en el Río Nilo, llegó hasta los aposentos de la princesa quien se dedicó a criarlo.
Miriam sugirió a la princesa que su madre amamantara al niño y mas tarde, una vez comenzada la epopeya libertadora en el desierto, acompañó y cuidó de Moisés hasta sus últimos días.
El arribo de las tribus judías a La Tierra Prometida no fue nada fácil ya que poderosos enemigos los combatieron permanentemente. Para defenderse de los atacantes surgieron los así llamados Jueces (Shoftim).
El general filisteo Sisra, al servicio como mercenario de los cananeos, había sojuzgado durante muchos años a los hebreos los que cansados de la opresión nombraron a Débora como Jueza. Su sabiduría y poder de mando se completaba con su condición de mujer profeta (Débora Hanebiáh) particularidad que le proporcionaba dones especiales.
Débora pensó entonces en una estrategia general para llevar a cabo contra Sisra y nombró a Barac para ejecutar las tácticas necesarias ordenándole “reclutar diez mil hombres” para entrenarlos y llevarlos al Monte Tabor.
Al enterarse Sisra de estos movimientos bélicos llevó a todo su ejército con sus pesados carros militares a las laderas del monte y en el medio de las lluvias que convirtieron en lodazal la tierra, descendieron los diez mil guerreros y aniquilaron a los enemigos.
Pero este relato de una heroína como Débora no termina con el final de esta batalla.
Vencido, embarrado y cansado, Sisra huye y se refugia en la tienda de Yael, otra mujer heroína judía, quien le ofrece para beber leche. Cuando Sisra queda dormido Yael toma una estaca y con un mazo se la clava en la cabeza del general que muere de inmediato.
Al rato llega Barac quien estaba persiguiendo a Sisra y Yael le dice: “Entra, te mostraré al hombre que estás buscando”. Y Barac quedó atónito ante la vista del enemigo muerto.
Entre los poemas y canciones de Débora se encuentra esta alabanza:
“Bendita sea Yael entre todas las mujeres,
Bendita entre todas las mujeres que habitan tiendas.”
La historia de Jana, esposa de un levita llamado Elcaná, es dolorosa pero fascinante.
Siendo estéril, y a pesar del amor de su marido, rogaba a Dios por un hijo, prometiendo que si le concedía ese anhelo lo entregaría para servirle toda la vida.
Así nace Samuel que, educado por el Sacerdote Eli, se convierte en Juez, Maestro y Profeta de las tribus hebreas y ante las amenazas y ataques de los enemigos unge al primer rey de Israel, el Rey Saúl.
La vida de Ruth la moabita y su suegra judía Naomí es fascinante. A la muerte de su esposo, Ruth decide acompañar a su suegra en su regreso a la tierra de Israel. El trayecto es largo y ante la falta de comestibles deciden recoger trigo del campo que todo labrador dejaba sin recolectar (el diezmo) para los necesitados.
Aparece el dueño de la tierra llamado Boaz quien resulta ser pariente de la familia de Naomí, se enamora inmediatamente de Ruth y al poco tiempo se casan.
Cuentan los escritos (ketubim) que de esta familia, después de varias generaciones, proviene el Rey David quien fuera uno de los reyes más importantes del Pueblo Hebreo.
El rey de Babilonia envía al general Holofernes con un ejército enorme a conquistar las tierras hebreas. Los asesores le indican que tenga cuidado pues esta gente está protegida por un Dios poderoso a lo que Holofernes responde que habrá de borrar a los israelitas de la faz de la tierra y acto seguido rodea con sus fuerzas la ciudad fortificada de Betulia para dejar a sus habitantes morir de hambre y de sed.
Cuando las autoridades de la ciudad estaban a punto de rendirse aparece Judith, una viuda hermosa, rica y piadosa, reprochando a los sabios por no confiar en Dios y les dice que tiene un plan para vencer a Holofernes; solo tienen que dejarla salir.
Junto con su criada y hermosos regalos Judith se dirigió al campamento enemigo donde solicitó ver al general para darle información militar.
Holofernes fue de inmediato cautivado por la presencia de Judith quien permaneció en el lugar durante varios días hasta que una noche quedó a solas en la tienda con el general quien había bebido varias copas de vino quedando totalmente borracho.
Judith se le acercó y tomando su espada con fuerza le cortó por el cuello la cabeza.
Su criada colocó la cabeza cortada en una bolsa y juntas se encaminaron hacia Betulia donde festejaron el suceso atacando a continuación el campamento enemigo diezmándolo.
Mientras Judith vivió jamás tuvieron que sufrir los hebreos ataques de sus enemigos.
Persia dominaba el mundo de aquella época y el Rey Asuero (Ajashverot) tenía por esposa a la bella Reina Ester de ascendencia judía.
El primer ministro del Rey llamado Amán odiaba a los judíos y a espaldas del mismo organizó en secreto una matanza para aniquilar a los judíos del reino y apropiarse de todos los bienes de los mismos.
Enterado Mardoqueo (Mordejai), quien criara a la reina, de esta conspiración se encontró con su sobrina para pedirle que hable con el Rey a fin de impedir los asesinatos.
La Reina se presentó ante el Rey implorándole que salve a los judíos del genocidio programado por Amán.
Asuero no solo abortó los planes de Amán y sus seguidores sino que además los castigó ahorcándolos como ejemplo de lucha contra la maldad.
En muchos lugares del mundo se organizan fiestas para celebrar estos acontecimientos y entre las mas bellas doncellas judías se elige a la mas linda y se la corona como reina en recuerdo de la Reina Ester que salvara de la muerte a su pueblo.
Durante el exilio de casi dos mil años hasta nuestros días después de la creación del Estado de Israel las mujeres judías fueron las verdaderas heroínas que mantuvieron y transmitieron las tradiciones y costumbres con orgullo y valentía incomparable.
Buenos Aires, Marzo de 2017