Parece que la historia no cambia, sino que vuelve en círculos sobre sí misma. Por eso, ante las distorsiones que muchos pretenden hacer de ella con el fin de negar el antisemitismo que sienten o practican, me parece interesante retomar y ampliar algunas ideas ya publicadas (1) pero que siguen vigentes.
Bonny V. Fetterman en el prefacio a la edición española de 1998 del libro de Simón Wiesental: Los límites del perdón (2), Dilemas éticos y racionales de una decisión, nos plantea lo siguiente: ¿“Por qué una nueva edición de Los límites del perdón? A la luz de los acontecimientos de los últimos veinte años, creemos que sería interesante escuchar las respuestas de una nueva generación.
Por un lado, el tiempo deteriora la memoria. Por otro, nuestro conocimiento y nuestra conciencia de lo que significó el Holocausto se ha incrementado a través de la educación. Incluso aquellas personas que no tienen un recuerdo personal del holocausto han comenzado a asimilar lo que significa para un pueblo perder un tercio de su población durante el genocidio, así como su cultura, su idioma y su historia… La importancia de que el mundo haga responsables de sus crímenes a los lideres es incuestionable.
La cuestión que se plantea en Los límites del perdón es más delicada y, en cierto sentido, más compleja. ¿Qué ocurre con los soldados, los seres anónimos que llevaron a cabo crímenes contra la población por orden de sus superiores? Qué sucede con la responsabilidad individual del pueblo alemán, cegado y coaccionado por la ideología dominante de aquella época, y con esas personas que desde sus diferentes ambientes políticos podrían haber condenado sus actos o haber repudiado a los que los cometieron? Todos alabamos a esos héroes individuales que se oponen y actúan contra los actos inmorales de sus gobiernos a pesar del peligro mortal que entraña su resistencia, pero ¿Qué ocurre con los demás? Además, cuando concluye la matanza, ¿Cómo puede la gente vivir en paz con aquellos a los que momentos antes consideraba como enemigos mortales? ¿Dónde están los límites del perdón? ¿Es suficiente con mostrar arrepentimiento, ya sea de tipo religioso o secular? ¿Es posible perdonar y no olvidar? ¿Cómo pueden las victimas estar en paz con su pasado y a la vez mantener su humanidad y su moralidad?”
A estos interrogantes agrego: ¿Cómo pueden los victimarios estar en paz con su pasado y mantener su humanidad y moralidad después de matar, robar, degradar? Entiendo que esta delicada cuestión atañe a todos los involucrados. En algún sentido después del Holocausto y gracias a la reconstrucción psíquica, física, cultural y nacional, los judíos salieron del lugar de nuda vida en el cual los alemanes los ubicaron. También es cierto que la reconstrucción alemana y su posterior reunificación dan la imagen ¿falsa? de una recuperación histórica y sin trauma. Desde hace tiempo sostengo que el trauma labora silencioso en el sedimento inconsciente de los pueblos y, por ende, que el genocidio perpetrado por el nazismo no es in consecuencias para el pueblo alemán y para muchos pueblos europeos que asumieron como propia la impronta antisemita durante siglos, y para los cuales el nazismo les permitió dar rienda suelta a su propia versión xenófoba.
Hoy nuevamente aparecen discursos aparentemente ingenuos cuyo trasfondo es “aparentar estar en paz” mientras se niega el pasado.
El colaboracionismo fue y es una de las tantas formas de participar en los sucesos de Lesa Humanidad.
Hubo y sigue habiendo colaboracionismo ideológico, económico, político.
El recrudecimiento del nazismo en Europa manifiesta abiertamente la capacidad colaboracionista con el pasado que tienen las nuevas generaciones. Por eso debemos rechazar cualquier discurso que se alía con ese colaboracionismo que retrocede a lo ya ocurrido para que no deje de ocurrir.
1- Goldstein, Mirta: Xenofobia, terror y violencia. Erótica de la crueldad. Lugar editorial, Argentina, 2006.
2 - Wiesenthal, S.: Los límites del perdón, Paidós, Contextos, España, 1998, pp.10-11.