En discurso transmitido por la televisión de Gaza, Hanyeh dijo : “La mejor forma que tenemos de celebrar el cumpleaños del Profeta es seguir por su ruta y dar a las futuras generaciones una educación jihadista. Seguiremos por su camino educando a las futuras generaciones a amar a la muerte por la causa de Alá así como nuestros enemigos aman la vida.”
¿ Era inevitable esa hostilidad? ¿ No había una forma de convivencia posible? ¿ El camino del odio y la muerte era el único posible?
De ninguna manera. En el año 2005 se produjo un cambio totalmente inesperado en la política israelí. Ariel Sharón, el gran “ogro” de la política israelí, según la propaganda árabe, de repente se transformó en liberal y decidió desalojar unilateralmente la Franja de Gaza. En un muy democrático y ajustado referéndum la mayoría de la población israelí dio su aval a este audaz paso pacifista.
Los izquierdistas bien-pensantes y los liberales de buena voluntad del mundo entero celebramos esta iniciativa con júbilo. Para dar aún mayores incentivos para un futuro próspero de los palestinos y para una paz entre las partes, millonarios norteamericanos compraron los viñedos de exportación de los colonos israelíes que fueron desalojados de sus hogares en la Franja de Gaza, para dárselos intactos a los palestinos. ¿ Qué hicieron los palestinos con estosregalos? Los destruyeron por completo.
Lamentablemente quienes nos equivocamos fuimos los que creímos que el gesto israelí iba a ser correspondido y que la entrega incondicional de la Franja de Gaza a los palestinos podía señalar un camino a la paz y el entendimiento. Cuando el Hamas tomó el poder en Gaza luego de una breve pero cruel guerra civil contra Al Fatah, su programa era claro. ¡Nada de paz ni de negociaciones! ¡ Muerte a Israel! Obviamente un programa que no tiene nada que ver con la aspiración a tener un estado palestino, que para funcionar, no puede tener como primera prioridadlanzar una guerra contra un estado vecino.
El mayor especialista en el Islam en el mundo, el historiador británico Bernard Lewis, autor de 30 libros, ha señalado en una de sus lúcidas conferencias en “Youtube” que uno de los grandes errores que solemos cometer en Occidente es creer que nuestra lógica cartesiana es compartida por personas de otras culturas. Porejemplo, el creer que una política de generosidad y reconciliación sería retribuida por una actitud similar por parte de islamistas radicales. Todo lo contrario. Son muy duros negociadores pero cuando finalmente obtienen las concesiones esperadas, muy lejos de valorarlas, las consideran una muestra de debilidad del adversario. En su visión del mundo, el Islam debe prevalecer siempre. El infiel es un ser inferior y engañarlo según la “taqquía” la tradición de “disimulo” es una virtud islámica. Eso significa, por ejemplo, guiarse por las pautas humanistas occidentales para la propaganda y por una cruel conducta bélica en la práctica. Un ejemplo típico, es la protesta indignada de Hamas contra las “matanzas israelíes” junto con el uso cínico de los civiles palestinos como escudos humanos. Cada muerto palestino es, en la estrategia de Hamas, una espléndida victoria propagandística.
Según Lewis, todos los grupos radicales islamistas pese a sus diferencias teológicas, ideológicas o tácticas tienen un objetivo común : la dominación del Islam en el mundo. Desde su punto de vista, la destrucción del mundo infiel comenzó con la derrota soviética en Afganistán en 1989. Al derrotar al imperio comunista, para ellos el más duro de los dos imperios occidentales, el Islam obtuvo una gran victoria. El más blando imperio occidental dirigido por los Estados Unidos es más fácil de derrotar. Como primer paso hay que destruir al estado judío que está asentado sobre tierras que alguna vez pertenecieron al Islam, del mismo modo en que es necesario reconquistar España. Luego vendrá el resto del mundo.
Los ingenuos occidentales de derecha o de izquierda que por oportunismo, ignorancia o antisemitismo se pliegan con entusiasmo a la demonización de Israel y aplauden los ataques de Hamas, cometen el mismo error de Chamberlain y el bando del apaciguamiento en vísperas de la Segunda Guerra Mundial : creer en la ilusión de que es posible negociar racionalmente con el fascismo islámico y para ablandarlo nada mejor que demostrarle “comprensión”. Con el fascismo duro y puro no es posible negociar racionalmente. Hay solo dos opciones: destruirlo o ser destruido por él.