Aventuras de un apellido

Posteado el Jue, 05/08/2010 - 23:29
Autor
Ricardo Feierstein*

 
El empleado de voz pastosa te miró desde el otro lado de la ventanilla y dijo: -¿Usted es el interesado directo?
- Sí, señor.
 
Sacó una solicitud en blanco, la apoyó sobre la mesa y empuñó la lapicera:
- ¿Apellido?
- Schnaiderman
- ¿Cómo?
 
La historia de siempre, experimentada millones de veces desde el colegio primario (donde fuiste 'David S...', 'Schaiman', 'man', 'ese', 'el difícil' y montones de variantes similares) y puntualmente copiada durante la experiencia escolar de tus hijos.
Pero ahora se trata de un trabajo que necesitás, no es cuestión de arruinarlo todo desde el principio. Querés convertirte en un ser humano normal, aclarar tu identidad, terminar con las sospechas.

- Schnaiderman - repetís.
- Mire, yo...
- Lo entiendo, no se preocupe. No se ponga nervioso. Se lo voy a deletrear: S de Salomón, C de Carlos, H de Horacio, N de Napoleón, A de Arturo, I de Inés, D de David, E de Ernesto, R de Ramón, M de Manuel, A de Arturo, N de Napoleón. Schnaiderman. Significa 'sastre'.
Escupís algo rápido la hilera de nombres propios, porque también los llevás dichos en infinidad de ocasiones. El hombre alcanza a llegar hasta un poco más de la mitad del apellido, incluyendo dos errores: omite una I y agrega una R sin necesidad...
- No, no - decís - Mire, se lo voy a deletrear otra vez.
- Mejor será - contesta, dándole la solicitud - que lo escriba usted. A mí me cuesta mucho copiar nombres extranjeros.
 
Tu amigo León 'Pruebalotodo' Piatigorsky decía siempre que vos eras un hipersensible frente a este asunto. Puede ser. Y eso que no tenés el apellido de él. Te ruborizás por los nervios y se te ocurre que vendría bien, ahora, conversar con León sobre todo lo que está sucediendo. El te ayudará, verá con claridad la problemática. Siempre se relacionó mejor con el entorno.
 
- ¿Cuál es su nombre, señor? - preguntás. Se sorprende.
- Héctor García. ¿Por qué?
- ¿Y su apellido no es 'extranjero', sino 'argentino'?
- Sí... Sí, señor.
- Es decir, usted desciende de una tribu de indios matacos. O tobas. O de los García querandíes. ¿Quizá Calfucurá García, un cacique araucano? ¿Lautaro García, de los diaguitas?
 
Le sube color a las mejillas. Está algo tenso.
- No, señor. Quise decir que soy 'argentino' porque nací aquí. En esta tierra.
- También yo nací aquí.
- En Buenos Aires. En un barrio.
- En Buenos Aires. En un barrio.
 
Parecés hacerle eco, pero con un tono de respeto, no burlón. La gente ha comenzado a amontonarse en una cola, detrás de vos, y están apurados.
- Mi madre también es argentina - agrega el empleado, aunque con menos firmeza - Soy argentino de segunda generación.
- También mi madre es argentina. Porteña para más datos. Segunda generación.
 
Vuelve a sonrojarse y sonríe, quizá buscándole un lado gracioso al asunto.
- Pero mi padre vino de Europa, como todos los inmigrantes.
- También el mío vino de Europa. En todo caso, usted quiso decir que 'ambos' teníamos apellidos extranjeros, sólo que de lugares diferentes. El suyo de España, el mío de
Europa Central. Los dos, inmigrantes. La tierra de origen, cercana.
- Pero mi padre llegó acá hace cincuenta años. En 1933. Es como si fuera un argentino más. Y se ha nacionalizado.
- También mi padre es argentino nacionalizado. Y lamento defraudarlo, pero llegó antes que el suyo: en 1931. Todos estos datos son puras formalidades. Pero es así.
 
Hay un silencio. Algunos de la fila protestan en voz baja, consultando relojes. Desocupados que buscan trabajo, licenciados en sociología desahuciados en la profesión, sacos de mangas raídas y gruesos anteojos. El empleado parece comprender que no le conviene violentarse.
- Usted no me entiende. Ser argentino es... no sé, el idioma, ser latino. Eso. Latino.
- ¿El idioma? Creo que por ahí pierde, amigo. Soy redactor de trabajos científicos en castellano. De modo que si pretende un examen de gramática...
- No, no. No me entiende. Me refería al tamaño del apellido.
- En efecto, no lo entiendo. Sus prejuicios son los que lo hacen definir todo lo 'distinto' como extranjero. Quiero que me explique por qué el apellido 'Schnaiderman' sería extranjero y el suyo, 'García' sería argentino. Todos los apellidos son aquí mestizos o 'extranjeros', si usted quiere, porque los que vinieron a conquistar estas tierras cometieron un terrible genocidio y liquidaron sin misericordia a los naturales del lugar, se llevaron sus riquezas y los explotaron como a animales. Habrá, a lo sumo, una cuestión de antigüedad numérica - nombres que poseen dos o tres o cinco generaciones más - lo cual, como sabemos después de los últimos años, no representa mucho: los que vendieron al país durante este proceso militar son, en su mayoría, apellidos irreprochables que vienen desde la conquista española y se ponen de pie para cantar el Himno. Es decir, descendientes de esos delincuentes que Colón o Solís sacaron de las cárceles para traerlos, como aventureros, a la conquista de un nuevo mundo. No veo mucha prosapia por allí.
 
El hombre empieza a violentarse francamente. Varios de la fila, ahora, escuchan con atención.
- Es evidente que usted no me entiende - dice, al fin. Pero no le hablaré de la Patria o las esencias. Me refiero a que el suyo es un apellido 'difícil'. ¿Me comprende? Muchas consonantes y vocales juntas. Acá no sabemos... no estamos acostumbrados a eso.
- Quiere decirme que su ignorancia lingüística traza la frontera entre 'argentinos' y 'extranjeros'. Porque desconoce idiomas de ese sector de Europa, yo paso a ser un ciudadano de segunda categoría. Si usted fuera analfabeto, entonces, no existirían apellidos 'argentinos'. Para su visión lo 'argentino' no es la suma de lo diverso, el inevitable pluralismo y mestizaje de un país de inmigrantes, sino sólo lo que es igual a usted mismo. Los 'otros' son los 'extranjeros'.
- No, no. No me confunda. Es también un asunto de religión.
- ¿De religión?
- Claro. Nosotros, los católicos, somos mayoría aquí. Y constituimos uno de los pilares de esta sociedad, como dicen las declaraciones de la Iglesia o de las fuerzas armadas. Esta patria nació católica. Y nosotros tenemos apellidos fáciles, españoles o italianos. En cambio ustedes, los 'moishes' - y perdone, lo digo sin ofender - tiene unos nombres terribles, que no se pueden pronunciar ni escribir. Por lo menos acá, en Argentina. ¿Comprende?
- No.
- ¿Cómo no?
- Un amigo arquitecto, a quien debo ver esta tarde, se llama Luis León. Otro de mis conocidos, reputado siquiatra y escritor, es León Pérez desde su nacimiento. Ambos son judíos orgullosos y asumidos. ¿Quiere nombres más sencillos? En cambio, hay un obispo principalísimo del Episcopado argentino - famoso por sus posturas preconciliares - que se denomina Ogñenovich. Para no mencionar al mismo Papa de su grey católica: ¿qué tal si me escribe ahora en un papel, sin equivocarse, Karol Wojtyla? Es el nombre de su Santidad Juan Pablo II, no sé si sabía.
Comenzás a llenar personalmente la solicitud. Héctor García te mira mientras escribís, algo indignado. Los de la fila suspiran, impacientes. Ya no quedan muchas posibilidades en este trabajo. Entregás la hoja.
 
- Acá tiene. Apellido argentino, tan de primera como el de cualquiera. Yo no me siento ciudadano de segunda ni admito que me traten así. Piénselo. Es su problema.
Comenzás a encontrarte, como recomendó el siquiatra. A no callar. Pero en realidad, pensás, Más allá de pirotecnias verbales, éste es también tu problema. Vos sos el judío, el minoritario, el marginal para muchos.
El empleado no contesta. Da por terminado el insólito diálogo. Mirando sobre tu cabeza al que está detrás, ladra:
- Que pase el que sigue.

* Ricardo Feierstein nació en Buenos Aires y ha ejercido una variedad de oficios: escritor, arquitecto, periodista, editor, crítico de espectáculos.
Lleva publicadas diversas antologías y algo más de una veintena de libros, en su mayoría sobre la condición judía latinoamericana y la historia argentina. Es autor de su ya clásica Historia de los judíos argentinos (1993, 1999). Su labor literaria mereció diversos premios y ha sido traducido a varios idiomas.

 

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