HABLAR CONTRA ISRAEL
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La realidad tiene limites, la estupidez no
Napoleón
Lunes por la noche, en Barcelona. En el restaurante, un centenar de abogados y jueces.
Se han reunido para oír mis opiniones sobre el conflicto de Oriente Medio. Saben que soy un barco heterodoxo, en el naufragio del pensamiento único que impera en mi país, sobre Israel.
Quieren escucharme. Alguien razonable como yo, dicen, ¿por qué se arriesga a perder la credibilidad, defendiendo a los malos, a los culpables?
Se están cumpliendo 4 (cuatro) años ya del cautiverio del soldado israelí Guilad Shalid. Un espacio de tiempo irrecuperable para la vida de éste joven y un abismo interminable para sus padres.
En la base del conflicto de Emanuel surge un interrogante que aparentemente fue resuelto hace tiempo en Israel: ¿Puede un sector, comunidad o grupo, en nombre de un reglamento privado, discriminar a otro violando las leyes del Estado? Es verdad, no todo aspirante es admitido en cualquier asociación o kibutz, pero los criterios para no ser recibido deben ser transparentes y observantes de las leyes básicas.
"¿Por qué no oímos la voz de la líder Iraní en favor de los derechos de las mujeres, Shirin Ebadi? ¿Por qué no oímos a la Palestina Samia Tamimi, quien lucha por los derechos de las mujeres bajo la tiranía de Hamas, o de la luchadora somalí Ayan Hirsi Ali? ¿Por qué no oímos de la bengalí Taslima Nasreen, que tiene que sobrevivir con tres fatwas de muerte? O de la líder Afgana, Fawzia Koofi quien ha denunciado la nueva ley del estado de Shia del Presidente Karzai, que permite el matrimonio de niñas menores y permite la violación en el matrimonio"
