La etapa que nos toca vivir como pueblo judío es sumamente desafiante, y uno de los principales desafíos es el demográfico. Por un lado, la baja en la tasa de natalidad envejece a nuestro pueblo; por otro lado, la asimilación aleja a grandes cantidades de judíos. Y asociado a estas calamidades, los matrimonios que se acercan a la comunidad, representan una oportunidad. Nuestra política es "Keiruv", eso es, acercamiento activo. Cuando se forma una pareja de novios donde una de las partes no es judía, nuestro primer paso es la disuasión. Pero ante los hechos consumados, nuestra idea es la integración.
El camino de la integración es largo, no es sencillo e incluye transitar diferentes puertas. Se exige una conversión sincera y honesta, inducida por un equipo profesional y de voluntarios que da clases, tutorea y acompaña el proceso. Lo que se espera del aspirante a conversión es que junto a su pareja, estudien y practiquen los elementos fundamentales que les permitirán manejarse con un lenguaje común al resto de la comunidad. Se espera la integración a una vida comunitaria plena, donde se le piden cuatro grandes bloques de mitzvot: tefilá, kashrut, shabat y tzedaká.
Son dos los partícipes que deben encontrarse. Por un lado, los aspirantes y sus parejas deben mostrar coherencia en el cumplimiento y deben tener mucha paciencia. Por el otro, es la comunidad muchas veces es reacia a estos procesos por situaciones entendibles. "Están abriendo demasiado las puertas"; "¿Serán interesadas estas conversiones?"; "¿Seguirán siendo fieles al judaísmo con el paso del tiempo?" Por eso la paciencia, la intervención del cuerpo rabínico y una coherencia desde el directorio de la comunidad así como la participación de voluntarios, maximizan la probabilidad de que la integración sea exitosa y veamos nuevas generaciones de judíos que surjan de estas parejas.