Tan reprobable como la agresión de Israel es el tráfico de mentiras en Medio Oriente
Decir la verdad donde reina la mentira es un acto revolucionario, según George Orwell. Israelíes y palestinos reanudan por separado la madre de todas las batallas cada vez que, por decisión de unos u otros, dinamitan su enmarañado proceso de paz. En la guerra de la verdad, una versión nunca coincide con la otra. Es usual en cualquier conflicto; es patológico en Medio Oriente. Más que ventilar la verdad, cada uno procura inculcar su verdad; en ocasiones, con una prepotencia rayana en la negación del otro. En esa guerra no gana el más fuerte, sino el más convincente. Y el más convincente no es el que dice la verdad; es el que cree que tiene razón.
¿Dice la verdad el diario israelí Haaretz cuando afirma que "Israel no busca seriamente la paz porque la vida del ciudadano es bastante buena sin ella"? Dice parte de la verdad si uno cree, como el periodista israelí Gideon Levy, que el país "tiene ahora un capitán ciego en la cabina de mandos que, con precisión ejemplar, conduce a sus pasajeros de ojos vendados hacia el destino que imaginó". Es desencanto con Benjamin Netanyahu por el "nefasto declive" que se inicia en enero de 2009 con el primer ministro anterior, Ehud Olmert, y la operación Plomo Fundido, contra Gaza; mueren 1400 civiles. No todos son terroristas ni simpatizan con Hamas.
¿Dice la verdad Netanyahu cuando afirma ahora, tras el brutal ataque contra la flotilla que intenta terminar con el bloqueo de tres años impuesto al territorio palestino por Israel y Egipto, que la ayuda humanitaria para Gaza "no tenía ese propósito", sino vulnerar una medida que considera legal "por el terror que infunde Hamas"? Dice parte de la verdad si uno cree, como también afirma el gobierno israelí, que "la actitud" de los pasajeros de los seis barcos "pone en evidencia su relación directa con las organizaciones terroristas y el islamismo radical", así como sus presuntos vínculos con la Jihad Islámica, Al-Qaeda, Hamas y Hezbollah.
Cruceros
Entiende Netanyahu que "no es un crucero de amor, sino de odio" y que "no es una operación pacífica, sino terrorista". Entiende el resto de la humanidad y parte de la sociedad israelí, aparentemente faltando a la verdad, que Israel se ha disparado en un pie y que Hamas, casi aislado, se ha ganado la simpatía de Turquía, miembro de la alianza atlántica (OTAN). La comunidad internacional ha pasado de condenar a Hamas por desplazar de Gaza al presidente palestino, Mahmoud Abbas, a condenar al gobierno israelí y exigirle que levante el bloqueo.
¿Dice la verdad el gobierno palestino cuando afirma su voluntad de reanudar el proceso de paz después de haber sometido a su pueblo al encierro y a la autocompasión en medio de una corrupción tan tolerada como la violencia contra los israelíes? Dice la verdad cuando afirma que el bloqueo contra Gaza es "inaceptable y contraproducente". Lo dice en estéreo con la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, y su compatriota británico Tony Blair, enviado especial del Cuarteto (las Naciones Unidas, los Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia) para Medio Oriente. "Es contraproducente, insostenible e inmoral", abunda en detalles el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon.
No es verdad, según el gobierno israelí. Entiende que, a pesar de no haber podido rescatar al soldado Guilad Shalit, cautivo de Hamas desde 2006, "está justificado" el bloqueo y, en su defensa, el asalto a la Flotilla de la Libertad para "prevenir la infiltración de activistas terroristas y el contrabando de armas con destino a Gaza". Sustenta esa verdad en la posibilidad de que ese territorio se convierta en un "puerto de Irán" en el Mediterráneo, con la venia del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, islamista moderado que ha mediado entre Israel y Siria, y que ahora estaría más cerca de Mahmoud Ahmadinejad que de Barack Obama.
¿Dicen la verdad Obama y la mayoría de los mandatarios del planeta cuando afirman que Palestina debería crear cuanto antes su Estado? Dicen parte de la verdad si uno cree, como Netanyahu, que "una vez más, Israel afronta la hipocresía y un juicio apresurado y tendencioso". ¿Dice la verdad Netanyahu cuando afirma que en el asalto al barco turco Mavi Marmara, en el cual mueren ocho turcos y un norteamericano, sus soldados disparan en defensa propia?
Israel puede ejercer la fuerza, pero es incapaz de demostrar vigor de ese modo, acuciado como está por su fragmentación política interna y su descrédito en el exterior. Es tan controvertida una represalia militar contra civiles en aguas internacionales como la autorización para la construcción de 1600 viviendas en el este de Jerusalén durante la visita al país del vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, interesado en desenmarañar el proceso de paz con los palestinos.
Desde 1918 se atribuye al senador norteamericano Hiram Johnson una frase memorable: "En la guerra, la primera baja es la verdad". Es verdad. Y, salvo mejores ofertas, no hay verdad capaz de objetarla.