Crónicas de Medio Oriente: Israel con ojos argentinos. EL HIJO REGRESA A CASA

Posteado el Dom, 16/10/2011 - 01:06
Autor
Julián Blejmar (Desde Tel Aviv)
Fuente
Plural JAI

 

TEL AVIV-Desde hacía cinco años, la cara de Guilad Shalit,-el soldado israelí secuestrado a mediados de 2006 en la frontera con Franja de Gaza-, observaba desde miles de banderas a todos los automovilistas y peatones que atravesaban las calles israelíes. Las mismas portaban su rostro, impreso bajo la técnica del célebre del dibujo del Che Guevara, junto a  la inscripción “Guilad Shalit todavía vive”.

Las banderas eran parte de la iconografía israelí, pero periódicamente, su nombre volvía estar en boca de todos. Por ejemplo, el pasado 25 de junio, cuando  en el quinto aniversario de su secuestro, los noticieros dedicaron casi todo su espacio para referirse a este tema. Uno de ellos, recreó la celda donde estaba alojado Shalit, e invitó a diversas personalidades israelíes, -artistas, intelectuales, políticos-, para que durante unos minutos experimentaran el encierro, logrando transmitir esta misma experiencia a todos los televidentes.

Pero la última vez, su nombre se asoció por primer vez a la alegría. Fue el pasado martes, cuando las vísperas de Sucot habían alterado la vida de los israelíes. Miles de familias hacían sus últimos arreglos para pasar el día siguiente en familia, pero ninguna de ellas sabía que por la tarde un nuevo hecho alteraría su rutina habitual. Fue alrededor de las 17 hs., cuando la edición electrónica del diario Yediot Ajronot publicó la noticia esperada durante tantos años: Guilad Shalit sería liberado.  La información corrió como reguero de pólvora en todos los medios electrónicos, y la incredulidad inicial de los israelíes, que en los últimos años habían recibido tres noticias sobre la supuesta pronta liberación del soldado, comenzó a transformarse en esperanza cuando, del otro lado de la frontera, Abu Obeida, vocero del brazo militar de Hamas, confirmaba a un medio árabe que existía “un pacto para dar por terminado el canje de Shalit”, que “se implementará en los próximos días”.

Solo faltaba la confirmación oficial, la cual llegó por la noche, cuando el Primer Ministro Benjamín Netanyahu afirmaba a la televisión que luego de “arduas y largas negociaciones” con Hamas, “en los días que vienen Gilad volverá a estar con sus padres, Aviva y Noam, su hermano Yoel, su hermana Hadas, su abuelo Tzvi y el pueblo entero de Israel".

En efecto, la liberación de Shalit fue percibida en estas tierras también como una liberación interna y personal. Tal como lo señala a Plural Jai Deby Barman, una maestra jardinera de Haifa, “De alguna forma, Shalit era el hijo de todos, por su sufrimiento y porque todas las familias sabían que podría haber sido su hijo”. Posiblemente eso fue lo que hizo que el alto precio de su rescate, 1.027 presos palestinos en cárceles israelíes, muchos de ellos implicados en atentados terroristas, no fuera puesto en discusión por la gran mayoría de la sociedad, precisamente el 69%, de acuerdo a una encuesta realizada el pasado viernes por el Canal 10, aun cuando el 62 por ciento señaló en la misma encuesta que ello conllevaría más riesgos.

Sin embargo, como en cualquier cuestión, tampoco aquí la sociedad israelí pudo dejar de estar dividida. El actual canciller, Avigdor Lieberman y el Ministro de Infraestructura Uzi Landau, ambos del ultraderechista partido Israel Betenu, así como el viceprimer ministro Moshé Yaalon del Likud, conformaron la minoría que se opuso al canje en la votación oficial, mientras que decenas de ultraderechistas y familiares de víctimas del terrorismo realizaron una protesta al día siguiente del anuncio frente a la carpa que la familia Shalit instaló desde hace dos años a metros de la residencia de Netanyahu en Jerusalén para reclamar por la falta de resultados en la liberación de su hijo. También, la asociación de familiares de víctimas del terrorismo (Almagor) presentó un recurso ante la Corte Suprema para trabar el canje, aun cuando nadie especulaba con que el mismo prospere. Con todo, el hecho que más repercusión tuvo se registró el pasado viernes, cuando Shvuel Schijveschuurder, un joven de 27 años realizó en Tel Aviv pintadas sobre el monumento del ex primer ministro Isaac Rabin, asesinado en 1995 por el ultraderechista Yigal Amir, en las que pedía la liberación de este último y se manifestaba en contra del acuerdo con Hamas. Luego de ser detenido, se confirmó que Schijveschuurder había perdido a sus padres y tres hermanos en el atentado de la pizzería Sbarro de Jerusalén durante la intifada de 2001, y que dos de los atacantes serían puestos en libertad como parte del canje.

La contracara, eran los grupos pacifistas y los familiares de Shalit. Sus padres, Noam y Aviva se reunieron con el presidente Shimon Peres, tras lo cual regresaron por última vez a su carpa de protesta para saludar y agradecer a los cientos de manifestantes que se habían autoconvocado para saludarlos. "Espero irme pronto y no volver más", señaló Noam, y luego se retiró con su familia a su hogar en Mitzpé Hila, de la Galilea, en el norte israelí. Atrás, junto a la carpa, dejaban también el “contador” de días que Galit llevaba secuestrado, pero junto al número "1935" se habían pegado las tapas de los diarios que informaban sobre el acuerdo para liberarlo.

Por supuesto, los temores también inundan a la familia. Por caso, Aviva Shalit manifestó a la prensa que "mi alegría está mezclada con bastante miedo, porque es claro que Shalit no será el mismo que vimos partir".

Sucede que no sólo Shalit dejó de ser el adolescente de 19 años que tenía al momento de ser secuestrado por Hamas el 25 de junio de 2006, sino que existe una gran incertidumbre sobre cuál será su estado luego de sus cinco años en cautiverio, en el que no pudo recibir ninguna visita humanitaria, tal como lo dispone la Convención de Ginebra en sus normas de guerra, y siendo que la última señal sobre su vida fue una video difundido a fines de 2009, donde ya se lo veía desmejorado.

En una artículo publicado en el diario Haaretz, diversos ex prisioneros de guerra coincidieron en que sería conveniente que Shalit, -quien tiene también la nacionalidad francesa y se especula con que llegará a Israel el martes-, permanezca luego de su liberación durante un tiempo en el exterior y alejado de los medios de comunicación, agregando que su cura demandaría un proceso prolongado y que el peor error sería exponerlo en lo inmediato.

Pero ni las divisiones internas de la sociedad, ni la incertidumbre sobre su estado, pudieron arrancar las primeras sonrisas que la mayor parte de los israelíes tuvieron por primera vez al hacer referencia a Shalit. Expresiones que denotaban que el hijo, por fin regresaría a casa.
 

 

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