Este año tuve la oportunidad de viajar a Polonia e Israel en el marco de Marcha por la Vida en un grupo de adultos organizado por Tarbut. El viaje es la primera parte de la experiencia; a la vuelta, se sigue procesando lo que se vio, olió, imaginó y pensó. Me gustaría compartir con Uds. algunas de las impresiones que voy escribiendo y, por supuesto, motivar a que quienes quieran sumar las suyas lo hagan.
(Para los que no conocen el programa: se trata un plan de dos semanas, una en Polonia y otra en Israel, para las fechas de Iom Hashoá y Iom Haatzmaut. El nombre del programa deriva del evento central en Aushwitz-Birkenau en que, para Iom Hashoá se marcha por el mismo camino que unía ambos campos, que en su momento era el camino hacia la muerte y hoy se lo resignifica como una afirmación de vida y continuidad).
Varsovia – primer contacto
El primer contacto con Varsovia es sorprendente. Esperaba un escenario frío, gris, triste, pobre, una ciudad que lucha por integrarse a Europa occidental desde su situación de retraso. Nos recibieron radiantes días de primavera, una ciudad verde y moderna, espacios públicos amplios y gratos, transportes públicos de calidad, paredes y veredas limpios, gente de buen talante. La arquitectura socialista, con sus edificios de líneas sobrias y monocordes, no dejan de recordar a los monoblocks israelíes de la misma época: sencillos pero correctos, con jardines en el frente, aire y luz alrededor. Los inevitables resquemores para con uno de los escenarios –físicos y humanos- del horror tienen que luchar con la sensación de bienestar, con la evidencia de calles, estaciones, trenes, rutas y caminos en los que no se advierten las señales de miseria y deterioro a que nos hemos acostumbrado.