CANTONISTAS Y JAPERS
A raíz de mi nota sobre José Trumpeldor, un par de corresponsales me pide una ampliación del tema de los cantonistas, que les resultó una sorpresa total, e incluso preguntan por el origen de la palabra. No lo sé: pienso que viene del alemán Kantonierung, acantonamiento.
Supongo que habrá una historia documentada, quizás en ídisch, pero no la conozco. Los datos que poseo son tomados de historias y enciclopedias, que los mencionan quizás sin profundizar mucho.
Pero aparte de lo leído y copiado durante años, tengo datos familiares y de gentes de mi personal conocimiento.
Con el propósito de rusificar la mayor cantidad de habitantes de su inmenso territorio, el zar Nicolás I estableció el servicio militar obligatorio de veinticinco años, para reclutas judíos a partir de los doce hasta los dieciocho de edad. Es fácil imaginar la desesperación de los padres judíos, que no aceptaban entregar voluntariamente a sus hijos. Entonces apareció un tipo de funcionario de pesadilla a quien se llamó “japer”, del ídisch, que significa raptor, secuestrador y que era un verdadero atrapador especial que no solamente raptaba niños desde los doce años, sino que lo hacía con algunos mucho menores y se daba el caso de que se secuestraban criaturas de menos de ocho y hasta de seis años.
Se empleaban métodos inhumanos para conseguir la conversión forzada, que se solía lograr entre los más pequeños. El servicio en realidad empezaba a los dieciocho y era por veinticinco años que se prolongaban hasta los treinta y más allá. Uno de los casos más conocidos es el de Guertzel Zam, que sirvió durante cuarenta y un años y se retiró como capitán pero a quien, como al padre de José Trumpeldor, no pudieron hacer olvidar su origen y, una vez libre, se radicó en Tomsk donde fue uno de los líderes de la comunidad judía.
Ahora un par de datos familiares. Mi madre, nacida en Iekaterinoslav en 1897, tenía un tío que había sido secuestrado muy niño. Mi bisabuela hizo lo posible por ubicarlo y recuperarlo, pero fue inútil. Muchos años después se enteró de que un oficial zarista, que podría ser su hijo, andaba por la región creo que en una misión de remonta y se fue a verlo. La recibió bastante cortésmente, pero le dijo que nada recordaba, que su origen era ruso y su religión ortodoxa, por lo que no le interesaba ese tipo de historias. Mi bisabuela le mencionó una marca de nacimiento, pero no quiso escucharla. Es de imaginar el estado de ánimo de mi bisabuela.
Mi esposa tiene una prima casada con un señor que lleva el apellido de su padre, pero no el de su abuelo. Conocí a ambos y los traté mucho tiempo. Y aquí viene la explicación que me fue dada por su antepasado hace casi tres cuartos de siglo. Para evitar esa entrega forzosa de niños, muchos judíos anotaban a sus hijos varones como vástagos de algún matrimonio sin hijos o de quienes tenían solamente hijas mujeres. Algunos pudieron salvarse, pero si se tiene en cuenta que los cálculos indican que hubo unos cien mil cantonistas judíos hasta que Alejandro II anuló el sistema en 1857, no es difícil calcular la tremenda proporción de la catástrofe.
En realidad el sistema se estableció en 1805 para hijos de soldados y luego se hizo extensivo a hijos de insurgentes polacos, sectarios, y caídos en desgracia. En 1827 Nicolás I ordenó que se comenzara con los judíos, pues se le había ocurrido la gran idea de hacer conversiones a la fuerza y el método mejor y más directo era el de veinticinco años en el ejército.
Penosos trabajos, marchas forzadas, golpes y latigazos, falta de alimentos y agua, persuadieron a muchos. Pero fueron muchos también los que perecieron, y están los que, sufriendo toda clase de torturas, guardaron su antigua fe.
Pablo Schvartzman
Concepción del Uruguay, 16 de enero de 2010.
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