MI AYUNO DE IOM KIPUR

Posteado el Mié, 17/03/2010 - 06:35

MI AYUNO DE IOM KIPUR

Por mi falta de cumplimiento de los preceptos religiosos, mi madre venía batallando conmigo desde que tengo noción de las cosas.
Fui y seguramente seguiré siendo un rebelde en esta materia.
Mi padre, una de las personas más lógicas que he conocido, cumplía con la religión y, aunque algunos aspectos parecían imposibles de observar en un ciento por ciento, él no tenía dudas: es cierto que no asistía semanalmente a la sinagoga que, por otra parte, no lograba reunir el minián en nuestro pueblo, pero las fiestas mayores—Rosch Haschaná, Iom Kipur, Simjat Torá, Pésaj—y algunas recordaciones trágicas como Tischá Beav, se recordaban en mi casa indefectiblemente.

Cuando mi padre llegó a viejo, viviendo en Concordia, fue designado Gabai de la comunidad askenazí y—sin obligaciones laborales—dedicaba más tiempo a las ceremonias.
Pero era perfectamente consciente de que una gran parte de los integrantes de la grey no cumplían con verdadera devoción sus obligaciones religiosas.
En sus últimos años solía comentarme algunas cositas que notaba. En un Iom Kipur—cuya observación de su parte era total, con ayuno completo de 24 horas inclusive—me confesó:
--Mijo, debo reconocer algo. Creo que soy el único que sigue aquí con el obligado ayuno de Iom Kipur. Comprendo que el oficiante no puede estar 24 horas seguidas sin ingerir algún alimento o alguna bebida; el viejito Tal –que se cae de puro flaco—tampoco puede soportar este ayuno; el anciano Cual sufre de varios problemas de salud y dice haber sido relevado de esa obligación. Y otros, que no están tan enfermos, tampoco cumplen. Creo, como te digo, que voy quedando solo en esto de respetar el Iom Kipur como se debe...

Mi madre no se cansaba de insistirme en que yo debía cumplir, cosa que nunca he hecho totalmente. Como dije por ahí, no le “sacaba” el automóvil a mi padre en las fiestas mayores hasta que él mismo me autorizó. No hice el Bar Mitzvá, nunca me coloqué las filacterias, nunca me acerqué a recitar o leer ante la comunidad los rezos prescriptos. Únicamente lo hice algunas veces en el cementerio, en el acto del sepelio de los restos de mis padres y suegros.

Viví con mis padres casi toda mi vida de soltero y cuando se mudaron a otra ciudad, volví a vivir con ellos durante un nuevo y corto período: menos de tres años. Pero en estos últimos veintitantos meses, mi madre no dejó de recordarme mis obligaciones religiosas. Finalmente, cuando yo ya contaba con 27 años, le dije a mi madre:
--Bueno, mamá, quédese tranquila: este año voy –por lo menos—a ayunar...

Lo hice, y confieso que –si mal no recuerdo—no fue un gran sacrificio.
Pero ese año conocí a mi mujer, que hace más de medio siglo que me soporta... y ella se ha vuelto bastante religiosa.
Me pregunto: el encontrarla y que me aceptara, ¿tendrá algo que ver con ese único ayuno de Iom Kipur al que me presté?

Y conste que no bromeo con estas cosas.
Pablo Schvartzman

Concepción del Uruguay, 15 de marzo de 2010.