Cómo un rabino ultraortodoxo (casado y con un hijo) se convirtió en mujer

Posteado el Vie, 09/02/2018 - 10:23
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TN

Nació en Brooklyn, Williamsburgh con el nombre de Yisrael, en el seno de una familia judía ultraortodoxa con 13 hijos, como varón. Obedeció todas las reglas, aún las más duras (no miró televisión, ni fue al cine, ni escuchó radio, ni tuvo acceso a Internet), y se recluyó como casi todos los suyos en su comunidad, a tal punto de que casi no hablaba inglés, sino solamente idish

 

Nunca se le ocurrió cuestionar que tenía que casarse. A los 18 años, lo hizo en una boda pactada y al poco tiempo tuvo un hijo. Ese nacimiento fue uno de los puntos de inflexión en su vida. En ese momento sintió que debía vivir de acuerdo a sus sentimientos. Porque desde muy temprano, Yisrael se sintió mujer. Se preguntaba "por qué todo el mundo cree que soy un varón cuando soy una nena". 

A los cuatro años, quiso decírselo a su madre: en la respuesta que obtuvo, le quedó en claro que nunca debía hablar del tema con nadie. Escribió a los 9 años una pequeña plegaria que repetía todas las noches, pidiendo despertar siendo chica. Aún cuando las mujeres a su alrededor no iban a la universidad ni conducían un auto, debían obedecer a sus padres y maridos, no podían elegir su esposo ni el número de hijos que querían tener. Pero su identidad era más fuerte que los obstáculos.



La comunidad era tan cerrada que no sólo no tenía acceso a la cultura externa, sino que tampoco sabía que había existían el show de televisión Friends, o la celebración de Halloween, por dar solo algunos ejemplos. "Simplemente no sabíamos que existían tales cosas", señala en diálogo con TN.com.ar.



No voy a callarme hasta que decir "Soy trans" sea lo mismo que decir "Me gusta más la sandía que el melón".



Tuvo que dejar la comunidad jasídica en la que había crecido para concretar su deseo. Unirse al mundo exterior fue para Yisrael más difícil que la transición de género. "Fue como emigran a otro país totalmente diferente", dice. No sabía cómo ordenar comida en un restaurante, ni siquiera cómo hacer una compra de cualquier tipo.

No tenía educación formal: había estudiado en una Yeshiva (escuela religiosa) para ser rabino, y esto había excluído las ciencias y la historia, por ejemplo. De modo que a los 20 años tuvo que obtener un diploma secundario. Luego entró a la Universidad de Columbia. En medio de una crisis en la mitad de su primer año como universitaria, decidió comenzar su transformación. Empezó a tratarse médicamente en setiembre del 2015. Eligió el nombre de Abby. Sería Abby Stein.



Las primeras selfies como mujer, la primera vez que usó un soutien, la primera vez que la llamaron señora en la calle son hitos que recuerda con satisfacción. En noviembre, decidió enfrentar a sus padres. Sólo consiguió ver a su papá -ya que son los varones los que llevan adelante las relaciones fuera de la familia. "Hablá conmigo primero", le impuso. Intentó convencerlo de aceptarla, puesto que en textos escritos por religiosos encontró el concepto de nacer con un alma de mujer en cuerpo de varón. La respuesta de su padre fue: "Nunca podré hablar con vos nuevamente". Jamás pudo acercarse otra vez a su madre. Intenta mantener el contacto con mensajes de texto que nunca le responden.



Abby organizó un grupo de apoyo en Facebook a personas ultraortodoxas que desean hacer la transición y cocina cenas de Shabbat para sus nuevos amigos en su departamento. También mantiene un blog. "Si hay allí afuera algún chico de 12 años que me ve y piensa que es posible, todo lo que hice habrá valido la pena". No abandonó su judaísmo: asegura que el rechazo a los trans no tiene que ver con el judaísmo ni con religión alguna, es un problema cultural. Celebró su cambio de sexo con una fiesta en su nueva sinagoga en el Upper West Side, Romemu. Se relaciona con gente de otras comunidades religiosas cerradas que atraviesan la misma experiencia: amish, musulmanes fundamentalistas.



Abby cursa Estudios de Género y Ciencias Políticas, es escritora, educadora y conferencista y se la considera una abogada de la causa trans. Mantiene la custodia compartida de su hijo (no quiere hablar de él para respetar su privacidad) aunque está divorciada de su mujer, que continúa dentro de la comunidad que ella dejó.

"Nunca más voy a callarme. No lo haré hasta que decir -Soy trans- sea igual que decir -Me gusta más la sandía que el melón-", asegura categórica.
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